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En Video |“La salsa tiene posición, y mientras Marlon Son y Sabor exista, nunca va a desaparecer”
Desde Las Ceibas, Marlon Son y Sabor cuenta cómo un computador y la pasión por la salsa lo llevaron del barrio a conquistar el mundo digital sin perder el sabor de Cali.

11 de oct de 2025, 07:52 p. m.
Actualizado el 11 de oct de 2025, 07:52 p. m.
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Por Mario Lozada Tezna, videografo y productor de El País
Marlon Son, también conocido como Marlon Sony Sabor, es un DJ y productor caleño nacido en Buenaventura y criado entre los barrios Las Ceibas, San Marino y Alfonso López de Cali.
Allí descubrió su pasión por la salsa y los sonidos del Pacífico, fusionando tradición y tecnología para crear un estilo propio que rescata esas joyas musicales que no sonaban en la radio pero que mueven las verbenas en los barrios.
Pionero en digitalizar su colección y subirla a YouTube, logró millones de reproducciones convirtiéndose en una referencia de la salsa digital en Latinoamérica.
Su carrera lo ha llevado a escenarios internacionales y festivales como Salsa y Sabor, donde representa el espíritu popular de Cali: un artista que mantiene viva la salsa desde el barrio para el mundo.

Marlon, naciste en Buenaventura, pero te hiciste en Cali. ¿Qué encontraste aquí?
Cali para mí es la ciudad que me dio la oportunidad de ser quien soy. Llegué a los siete años y crecí entre barrios que respiran música: Las Ceibas, San Marino, Alfonso López. Soy producto de fusiones. Mi papá es un zarco blanco, blanco, blanco, y mi mamá una negra hermosa del Pacífico colombiano. De ahí salieron estos genes (Ríe).
¿Cómo era ese niño del barrio? ¿De pelota, de calle, de tintín corre-corre?
Jugábamos de todo. Fútbol, montamos cicla, lo que fuera. Nuestro tintín corre-corre era extremo, en cicla, ¡nadie nos cogía! Siempre fui callejero, pero también soñador. Mi primer sueño fue ser futbolista, pero me lesioné la rodilla, la típica de todo futbolista frustrado.
Tu casa, por lo que se siente, era pura música. ¿Qué se oía allá?
Salsa, boleros y música del Pacífico. Mi mamá se levantaba los domingos a poner baladitas mientras hacía el sancocho. Ella ganó el Petronio Álvarez dos veces como mejor voz, es cantante y compositora. Mi papá también escribe. Entre los dos me enseñaron el amor por la música y el romanticismo.

¿Y ese romanticismo te acompañó en la adolescencia?
Digamos que sí, pero en exceso.” (Ríe) No era el más juicioso. Fui medio perro, pero aprendí. Era una etapa que había que quemar.
¿Cómo llegas a poner música? ¿Dónde nació el DJ?
Todo fue un accidente. Trabajaba en una sala de internet, la de don Homero Morera, mi único jefe en la vida. Abría a las nueve, cerraba a las diez de la noche. En las horas muertas me ponía a investigar música. Tenía un Discman y me la pasaba buscando canciones raras en Ares o YouTube.
Un día, en mi cumpleaños, 7 de enero, mes malísimo para celebrar, decidí hacer mi propia rumba. No pedí permiso a nadie, solo puse la música. Así nació mi primera verbena y sin querer, mi primer toque.
¿Y la gente cómo reaccionó?
Les encantó. Me decían: ‘¡Ve, marica, le pegás!’. Pero el verdadero cambio fue cuando me llamaron de una discoteca en Juanchito. Me ofrecieron tocar 45 minutos por 80.000 pesos. Esa noche, entre comisiones y botella, me gané 840.000. Ahí dije: ‘Yo voy a cambiar de trabajo’. Así nació DJ Marlon Son.
Tu canal de YouTube marca una época en Cali. ¿Cómo surgió esa idea?
De necesidad. Quería tener mi música a la mano. Todo lo que tenía en físico lo digitalicé y lo subí. De repente, los DJs del barrio comenzaron a usar mis pistas. Subía canciones raras, ‘salsa caleta’, la que no sonaba en la radio. Ahí la gente empezó a preguntar: ‘¿Quién es este tipo que sube esta música?’.
Y llegaste a los 400 millones de reproducciones.
Sí, con temas como Prenda perdida de Los Lebrón, que la gente conoce por ‘Llegarás tú cada día’. Yo subí ese tema sin saber el nombre y le puse así. Hoy es un estandarte mío. La gente la pide en todos los shows.

¿Cuándo sentiste que ya eras reconocido? La primera vez que me llamaron ‘DJ Marlon’. Yo ni sabía mezclar. Pero después de esa rumba en Juanchito, todo cambió. Me gané en un día lo de un mes y entendí que esto podía ser mi vida.
¿Cómo hiciste para no dejarte ganar por la noche y los excesos?
Por los valores que me dio mi mamá. Nunca caí en vicios. Mi vicio fueron las mujeres. (Ríe) Pero sí, la noche tienta. Por eso mi mamá siempre estuvo ahí, preguntándome si eso era lo que quería hacer. Siempre me apoyó.
Contame alguna anécdota de gira.
Uy, muchas. En Estados Unidos me bloquearon la visa por cinco años. Llegué muy chimpa, con visa de turismo, y dije en migración que iba a trabajar. Me devolvieron. (Ríe)
En Chile, una vez el carro se varó antes de llegar al sitio del show y yo, sin conocer, me bajé a empujar. Cuando el tipo prendió el carro, yo llegué empujando frente a toda la gente que hacía fila para verme. Marlon llegó empujando el carro. Cosas que solo le pasan a uno del barrio.
¿Quiénes te acompañan hoy?
“Mi familia. Mis hermanas trabajan conmigo, mi mamá está en todos mis eventos, mi esposa y mis hijos son mi motor. Tengo cuatro niños y una hija de mi esposa que también es mi regalo. En casa soy casero, familiar, feliz.
¿Qué le decís hoy a Cali?
Gracias. Gracias por adoptarme, por dejarme llevar su nombre al mundo sin haber nacido aquí. Cali me convirtió en quien soy. Cada que toco, le doy las gracias.
¿La salsa compite con el urbano?
No, la salsa no pelea. Tiene posición. Tenemos un nicho apasionado que nunca dejará que desaparezca. Mientras Marlon exista, la salsa va a seguir viva. Nos dormimos un tiempo con la tecnología, pero ya nos pusimos las pilas. La salsa volvió a la calle, al boulevard, al barrio, y está más viva que nunca.

¿Qué queda por hacer?
Seguir mostrando que la salsa no envejece, que evoluciona. Representar a Cali en el mundo con orgullo. Yo soy producto del barrio, del sabor y de la gente que nunca deja de bailar.