INGENIEROS
Los ingenieros vallecaucanos que hicieron de los pañales defectuosos una industria ecoamigable
Una dupla de ingenieros industriales vallecaucanos crea nuevos productos a partir de pañales defectuosos.
Juan David Iragorri y Andrés Alberto Kuratomi son ingenieros industriales que revolucionan la industria pañalera. Desde hace ocho años, estos vallecaucanos, egresados de las universidades Icesi y Javeriana, respectivamente, le apuestan a un proyecto socioambiental que les regala una segunda oportunidad a los pañales defectuosos.
En Colombia, cada año se desechan 2500 toneladas de pañales que no cumplen con los estándares de calidad de las empresas y que corresponden al 3% de la producción total. Una cifra nada despreciable si se tiene presente el costo de producción de estas y, sobre todo, la cuenta de cobro que le generan al medio ambiente.
Juan David y Andrés identificaron los problemas que enfrentaban las pañaleras para la disposición de estos desechos y le apostaron a crear un proceso que permitiera aprovechar las materias primas que podrían ser útiles en la fabricación de nuevos productos.
Gracias a ese logro, hasta ahora han creado 22 productos, los cuales se comercializan a nivel internacional y hacen parte de diferentes sectores como el químico, el agro, el biológico, el de control de inundaciones, entre otros. También han desarrollado productos de consumo masivo que han conquistado el mercado estadounidense e incluso, la plataforma Amazon.
Uno de sus productos más exitosos en la plataforma de comercio electrónico es Pi-Pets, un absorbente de orina de mascotas que neutraliza los malos olores y deja un aroma a eucalipto. Otro de los productos de consumo masivo que desarrollan es la nieve artificial, obtenida a partir del poliacrilato de sodio.
A partir de la materia prima que extraen de los pañales fabrican, incluso, bloques o estibas de plástico.
Uno de los inventos de mayor impacto creado por los ingenieros es ADS-Oil, un absorbente oleofílico que funciona como barrera para recoger derrames de petróleo.
Ellos son los fundadores y propietarios de la empresa Sipco ZF S.A.S, ubicada en Villa Rica, al norte del Cauca. Allí, separan los diferentes componentes del pañal por medio de un sistema diseñado y ejecutado por ellos mismos. En un principio trabajaron por mejorar el proceso de desintegración, pero empezaron a acumular los pañales porque aún no sabían qué productos podían desarrollar. “Tuvimos más de 200 toneladas que no sabíamos qué hacer con ellas porque los rellenos no las querían recibir”, comenta Andrés.
En el mundo, solo cinco empresas -incluida Sipco- han creado sistemas de este tipo para realizar esta labor. Las otras compañías se ubican en países desarrollados como Estados Unidos, Singapur e Italia.
“Actualmente Softys Colombia es la primera planta pañalera certificada con el Sello Cero Basuras, en categoría Oro, la cual Sipco es el encargado de su aprovechamiento total a través de su sistema de aprovechamiento pañalero”, cuentan.
Iragorri y Kuratomi se dedican también a la innovación y desarrollo de productos ecológicos, aprovechando las materias primas que, a través del sistema creado por ellos, extraen de los pañales.
No en vano hoy son finalistas en el Premio Nacional a la Protección del Medio Ambiente 2021, otorgado por Caracol Televisión y el Banco Interamericano de Desarrollo BIC. Un reconocimiento que resalta la eco-innovación de productos sustentables y el fomento de iniciativas que promuevan la conservación de los recursos naturales, contribuyendo así al desarrollo sostenible del medio ambiente.
El impacto de su proyecto en el medio ambiente ha sido enorme. Explican que “al aprovechar una tonelada de pañal ahorramos 15 árboles talados. Es decir, en nuestros años de operación hemos ahorrado entre 15.000 y 16.000 árboles”.
Aún no saben si el premio será para ellos, pero aseguran que ya se sienten ganadores. “No sé de qué depende que ganemos, pero para nosotros ya ganamos, porque sabemos que estamos haciendo las cosas bien. Estamos entre los seis finalistas”, dice Andrés.
El camino
Ubicarse donde hoy están no fue fácil, pues tal y como manifiesta Andrés, han pasado por las “buenas, las malas y las re-malas”.
En 2015, año en el que inició este sueño, no tenían ni los pañales para comenzar. Cuentan que una empresa les regaló 10 con los que hicieron un proceso de separación manual.
Sipco hace parte de un grupo familiar empresarial de 14 compañías. Punto clave que les ayudó a ganarse la confianza de las multinacionales y conseguir que empresas como Softys les entreguen ese 3% (de pañales defectuosos) para el proceso de desintegración.
El sistema que hoy tienen para el aprovechamiento de los pañales defectuosos ha pasado por muchas etapas. Juan cuenta que “manualmente aprovechábamos de 200 a 300 kilos, con cinco personas trabajando. Eso no es nada, a nosotros nos llegan cinco toneladas diarias”.
Después, pasaron a una máquina de madera, luego a una metálica más especializada, pero que tenía muchas deficiencias: polución y rendimiento.
Trabajaron en el desarrollo y mejoramiento continuo hasta que en 2019 llegaron al punto óptimo de la máquina. De ahí, sacaron una versión con los estándares internacionales en factores como polución, sistemas de seguridad, sistemas de control y sistemas de incendios.
Según los ingenieros industriales, “otros sistemas similares de aprovechamiento cuestan 3 o 4 millones de dólares y eso es lo que cuesta una máquina de hacer pañales”.
Por eso, para las empresas que se dedican a la producción de pañales o de productos absorbentes no es rentable comprarlas.
La clave del éxito de Sipco es que participan en todo el proceso de aprovechamiento del pañal, desde su generación, hasta la producción y desarrollo de productos ecológicos, con marca propia.
La clave es persistir
Muchas veces escuchamos que la perseverancia es la clave del éxito y esta dupla de ingenieros es la muestra perfecta de ello. Juan piensa que “el colombiano tiene una innovación y un desarrollo muy fuerte, el problema es que se deja fracasar muy fácil por bobadas”. La clave, agrega Andrés, es “insistir, persistir y nunca desistir”.
Así como se complementan al hablar, han logrado unirse como socios. Ni los 12 años que Andrés le lleva a Juan, ni la diferencia de opiniones han sido obstáculos. “Mi familia nunca ha sido de socios, yo no soy de socios, pero hemos compaginado muy bien y hemos llegado muy lejos juntos. Andrés es un excelente comercial, yo soy un excelente desarrollador”, comenta Juan.
Confiesan que nunca imaginaron llegar tan lejos y recuerdan los difíciles años de las “vacas flacas”. Iragorri cuenta que “en el segundo año de nuestra compañía, llegó un punto en el que debíamos nuestros carros, nuestra casa. Los jóvenes se pasman con el primer obstáculo, no imaginan la cantidad de puertas cerradas que tuvimos cuando empezamos a ofrecer nuestro proyecto”.
Kuratomi también reconoce, entre risas, que durante un buen tiempo la empresa no era rentable. “Nosotros llevamos tres años de sostenernos. Antes, nosotros sosteníamos la compañía. Yo llegaba en bus, en esos cinco años ganábamos un salario mínimo”, dice.
Para los jóvenes que aspiran a seguir el camino del emprendimiento, su mejor mensaje es conservar la paciencia y ser perseverante. Juan agrega que “si quieren empezar, sean empleados. Hay gente que sale de las universidades sabiendo nada y muchos egresados en uno o dos años quieren llegar a la gerencia, sin haber hecho el camino correspondiente”.
Por su parte, Andrés destaca la importancia de recorrer alternativas que otros no han probado. Lo explica con una sencilla metáfora: “Hay un océano rojo en el que todos peleamos por lo mismo, la guerra del centavo, muchas empresas haciendo lo mismo y hay un océano azul, donde estamos quienes buscamos otras soluciones. Es buscar más allá de lo que todo mundo está haciendo para salir adelante, no lo más fácil, sino hacer algo de una manera diferencial”.
El futuro de la compañía
El interés que muchas personas externas han puesto en su proyecto y su empresa les ha demostrado que están haciendo algo diferente. “Eso llena de orgullo y motiva a seguir adelante y seguir cambiando las cosas”, dice Andrés.
Pero la razón de ser de Sipco no termina allí. Hoy los ingenieros buscan conquistar otros países y expandirse. Por el trabajo mancomunado con Softys, en 2019 ganaron el Premio Internacional de CMPC Latam como mejor modelo de aprovechamiento entre ocho plantas ubicadas en distintos lugares de Latinoamérica, desde México, hasta Chile y Argentina. Por eso, ahora buscan replicar este modelo en otros países del continente y gracias a la buena aceptación de sus productos en diferentes mercados, están siendo llamados por pañaleras de naciones como Perú, Chile, Ecuador y México para implementar su sistema de aprovechamiento en sus líneas de producción, y de esa forma incursionar en la certificación Internacional de Cero Basura Global.
A nivel local, hacen un trabajo con sentido social. Desde hace un año tienen un enlace con la Organización de Estados Iberoamericanos y actualmente tienen en la planta colaboradores que provienen de zonas como Buenaventura, Chocó y Cauca. “Es gente que ha salido de esas regiones por el conflicto, se han establecido en Villa Rica y no han tenido una oportunidad para ser contratados formalmente por no tener formación”, explican.