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La barra que pidió perdón: así volvió Barón Rojo a la tribuna Sur del estadio Pascual Guerrero
Durante seis meses, la tribuna Sur del estadio Pascual Guerrero estuvo cerrada para su barra por los disturbios de la final entre América y Nacional. Esta es la historia del pacto entre Barón Rojo, autoridades y comunidad, que permitió su reapertura. Crónica sobre el cielo, el infierno y la redención del fútbol en Cali.

28 de jul de 2025, 10:27 a. m.
Actualizado el 29 de jul de 2025, 12:26 a. m.
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Cielo
De repente, a las 5:45 de la tarde del martes 22 de julio, el cielo del barrio San Fernando de Cali se tornó escarlata. Una romería de hinchas del América, la mayoría de la barra Barón Rojo Sur, acompañaban el ingreso del bus del equipo al estadio por la Avenida Roosevelt, con sus banderas ondeando y el toque de trompetas, mientras lanzaban humo rojo y cantaban.
Y mi único deseo, vamos mecha pongan huevos, que no puedo arrepentirme de este amorrrrr.
Enseguida se abrieron las puertas de la tribuna Sur, sancionada para la barra durante seis meses debido al mal comportamiento de algunos de sus integrantes, la violencia desatada en la final de diciembre contra Nacional, y los hinchas comenzaron a ingresar para el partido contra Bahía de Brasil por la Copa Suramericana como cumpliendo una promesa: que el carnaval volvía.

No importaba si, como Alejandro Martínez, fuera en muletas, su pierna derecha enyesada y dos meses de incapacidad médica debido a un siniestro de tránsito; todos hacían el recorrido hacia la tribuna cantando, saltando.
A algunos se les humedecían los ojos por el regreso a Sur, y, en el primer piso de la tribuna, se unían al tumulto que se reunió alrededor del ritmo que interpretaba la orquesta del Barón.
En el barrio San Fernando hay una banda, y el aguante lo primero que aprendí. Vamos todos para el barrio San Fernando, es el barrio más hermoso para mí.

Luis Alfredo García, 42 años, líder del grupo de derechos humanos de Barón Rojo, y encargado de su tienda, Villa Roja, dijo:
— Estamos arrepentidos de lo que sucedió el semestre pasado, y nos ha dolido en el alma no poder ingresar a Sur. La tribuna, como los trapos, son nuestra identidad y que no estemos allí ha afectado hasta el mismo equipo. En los cuadrangulares, con la hinchada y el aliento, habríamos ganado. Estamos comprometidos con las campañas de fútbol en paz y queremos demostrar que somos parte de la solución.
Infierno
Durante la noche del 15 de diciembre de 2024, el barrio San Fernando, ese mismo que Barón Rojo canta como el más hermoso, se convirtió en un infierno. Cinco minutos antes de que finalizara el partido entre América contra Nacional por la final de la Copa Betplay, la barra cumplió una amenaza: si América no era campeón, se encargarían de evitar que el rival diera la vuelta olímpica. Entonces, intentó invadir la cancha.
El enfrentamiento con la Policía dejó ocho agentes heridos, además de destrozos en la tribuna y en los alrededores del estadio. Un barrista le lanzó fuegos pirotécnicos a un integrante del Esmad, en lo que se consideró un intento de homicidio. Algunos negocios fueron saqueados y a varios aficionados de otras tribunas los atracaron.

La confianza con las autoridades – ya fracturada por amenazas previas contra hinchas rivales– se rompió. Las sanciones fueron más fuertes, como la ciudad lo esperaba.
La tribuna fue cerrada durante seis meses y se transformó – en principio- la manera como se ingresaba al estadio, con boletas que debían registrarse con la cédula de cada comprador y la revisión de antecedentes judiciales.
La medida más controversial fue bloquear el ingreso al estadio a las cerca de 7.000 personas que estuvieron ese día en Sur, una decisión que organizaciones de derechos humanos consideraron improcedente. No era legal castigar a todos por los actos que, se calcula, cometieron 200; una minoría.

Al subsecretario de Seguridad de Cali, Álvaro Pretel, quien se mantuvo firme con la sanción pese a presiones de distintos sectores para reducirla, lo amenazaron. En redes sociales publicaron la dirección de su casa. Hasta hoy tiene escoltas.
— Habíamos logrado avances impensables: los barristas comenzaban a señalar a quienes causaban desorden. Si un bloque encendía una bengala, se sancionaba. Si había una pelea, ese grupo no volvía a entrar. Todo se gestionaba en la Comisión de Fútbol. Pero el proceso se dañó. El partido contra Nacional dejó una herida muy grande – dice Pretel.
Con la tribuna Sur cerrada, cuando regresó el fútbol, Barón Rojo se dispersó. Algunos se quedaron a las afueras del estadio, en el Parque de las Banderas, donde tocaban las canciones durante los partidos. Otros se fueron a tribunas como Oriental y Norte, lo que cambió la dinámica de las mismas.

En Norte, tradicionalmente familiar, muchos hinchas se sintieron desplazados. En Oriental, surgieron algunos conflictos: los de Sur ven el partido de pie, mientras los que asisten con regularidad a esa localidad prefieren hacerlo sentados.
Con el tiempo, Sur reabrió parcialmente, solo para quienes ingresaban con niños. Pero se detectaron vendedores ambulantes que “alquilaban” a sus hijos para que otros hinchas pudieran entrar, una nueva irregularidad.
Sacha Tafur, coordinador del grupo de Barrismo Social de la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana, lo explica así:
— Cuando la barra no está en Sur, se altera la dinámica de otras tribunas, se pierde la caracterización de líderes, de bloques. Había que reconstruir la confianza para que Sur volviera a ser Sur.

Una esperanza es la Política Pública de Barrismo que presentará la Secretaría de Paz y Cultura Ciudadana. Garantizaría recursos por una década para trabajar con las barras.
El objetivo es formar públicos que vivan el fútbol respetando las diferencias, aunque el reto es enorme para un despacho que al año apenas cuenta con alrededor de $9000 millones de presupuesto mientras las barras representan el colectivo juvenil más grande de Cali.
Las integran muchachos entre 14 y 35 años, muchos marcados por el desempleo, la exclusión, las fronteras invisibles, la falta de oportunidades. Para ellos, el estadio no es solo un lugar: es un refugio, una identidad, a veces lo único que sienten como propio.
— En la barra encontré otra familia — dice Luis Alfredo García.
Purgatorio
La Comisión de Fútbol de Cali, donde confluyen autoridades, los equipos, las barras y organismos de control, comenzó a trabajar el regreso al estadio. Para lograrlo, y restaurar la confianza, se instalaron mesas técnicas.
Barón Rojo explicó cómo se compone la barra. Son, en total, 25 bloques distribuidos en varios sectores de la tribuna, que representan a su vez a diferentes comunas de Cali. En total suman 3.000 personas. Los líderes de cada bloque conforman una asamblea desde donde se direcciona la barra. Aclararon que no todos los que ingresan a Sur pertenecen al Barón, “por lo que no podemos tener el control total”.
Sin embargo se comprometieron tanto con el buen comportamiento en el estadio, como con las campañas para promover el fútbol en paz. También pidieron responsabilidades a la Policía y a la Alcaldía.

— Este proceso funciona si todos cumplimos. Nosotros hacemos pedagogía, pero en ocasiones vemos cuchillos en la tribuna. ¿Cómo entran? ¿Por qué con el empréstito que pidió el Alcalde no se invierte para tener detectores de metales como en los aeropuertos? – cuestiona Luis Alfredo García.
La barra reconoce que es usada por algunos para el microtráfico de drogas, por lo que pidieron que la Policía utilice las 53 cámaras que tiene el estadio para identificar a los expendedores.
—Nosotros no somos autoridad ni vamos a delatar. Pero si capturan a cuatro o cinco y los muestran en tv, nadie vuelve a vender —agrega Luis Alfredo.
Los perros antinarcóticos han detectado drogas ocultas en las partes íntimas de mujeres. En un caso reciente, hallaron 52 cigarrillos de marihuana envueltos en condones tras requisar a una joven. Todo esto ocurre mientras se anuncian medidas —silletería numerada, control biométrico, registro con cédula— que no se cumplen de forma sostenida.

La Personería ha advertido que la ciudad necesita un cuerpo policial especializado en manejo de barras. Pero la alta rotación de personal lo ha impedido.
Pese a todo, en las mesas de diálogo se lograron acuerdos. Uno clave fue el de los “banderazos”: Barón Rojo alienta al equipo en el hotel de concentración en el barrio Ciudad Jardín el día previo a los partidos. Se pactó no usar pólvora sonora y no obstruir calles. Los vecinos, que participaron en el proceso, facilitaron el parqueadero de una unidad residencial para las motos. Hasta el momento todos han cumplido.
Una nueva estrategia busca contratar a las madres de los barristas como parte de la logística del estadio. La campaña se llama ‘Tranquilo, aquí está mi cucha’.
—La madre es símbolo de respeto, de contención. Es una figura que funciona para desescalar conflictos. Lo aplicaron en Brasil con muy buenos resultados —dice Sacha Tafur.

¿Redención?
En los últimos minutos del partido entre América y Bahía por la Copa Suramericana, Yohan Garcés, ‘Papula’, marcó el segundo gol y corrió a celebrarlo justo frente a la tribuna Sur.
Algunos hinchas quisieron saltar las barandas, pero los mismos integrantes del Barón Rojo los contuvieron. No hubo pólvora. A un joven que inició una pelea lo sacaron y le impusieron un comparendo. Afuera, la Policía decomisó un cuchillo. No pasó a mayores.

Fueron las únicas “novedades” reportadas por las autoridades en el Puesto de Mando Unificado, PMU, del estadio
Minutos después del pitazo final, en medio de la noche, lo único que se escuchaba en San Fernando era el sonido de una trompeta; la del Barón. Una melodía limpia, solitaria, como una señal. El carnaval había vuelto. La tregua, como el humo rojo, sigue en el aire.