CALI
Una ciudad en la que se perdió el respeto: ¿por qué Cali vive una grave crisis de autoridad?
Ocho grúas del tránsito han sido atacadas en lo que va del año, 17 agentes, 128 funcionarios públicos, 1239 agresiones a los buses del MÍO. Cali es una ciudad anárquica, donde prima la ley del más fuerte. ¿Cómo recuperar el respeto a la autoridad y el amor propio?
Las grúas donde transportan los vehículos que inmovilizan los agentes de tránsito en Cali las llaman ‘dragones’. En lo que va de 2022, según los registros del Centro de Diagnóstico Automotor del Valle, ocho ‘dragones’ han sido atacados.
El pasado 13 de agosto, al ‘dragón’ 62 le rompieron el vidrio del lado del conductor. También le golpearon el parabrisas y la puerta lateral, cuya lámina terminó hundida. Ocurrió en la Autopista Sur Oriental con Carrera 44, cuando el ‘dragón’ llegó a cumplir una solicitud del Tránsito para llevarse un vehículo a los patios por incumplir las normas. Uno de los ocupantes del carro – al parecer borracho – emprendió la andanada de golpes, como si acaso agredir a una autoridad no tuviera consecuencias.
Apenas un día después, el ‘dragón’ 54 se encontraba en un puesto de control en El Ancla, al oeste de la ciudad, donde se inmovilizaban unas motocicletas. De un momento a otro pasó una camioneta desde donde lanzaron un objeto pesado que le quebró el parabrisas.
Al mes siguiente, el 15 de septiembre, ocurrió lo que no se había visto en Cali: el ‘dragón’ 58, a eso del mediodía, se encontraba sobre la Calle 5, a un par de cuadras del estadio Pascual Guerrero, después de un operativo de revisión de documentación de motocicletas. El propietario de una de las motos inmovilizadas, en compañía de otro grupo de ‘afectados’, le cerraron el paso a la grúa y se subieron al planchón, desde donde bajaron las motos, como si fueran los dueños de la ciudad. También rompieron el vidrio del lado derecho de la grúa, así como el espejo.
No son pocos los conductores de los ‘dragones’ que han resultado heridos en esta ciudad que pareciera en una guerra cotidiana, donde ya no se respeta la autoridad, donde de hecho no hay autoridad, por lo que en las vías impera la ley del más fuerte. Uno de los conductores agredidos por poco queda ciego: lo golpearon con un objeto contundente a un centímetro de uno de sus ojos. Debieron hacerle una cirugía plástica.
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Según la Policía, entre el 1 de enero de y el 19 de septiembre, 128 servidores públicos han sido agredidos en Cali, dos al día. Entre ellos, 18 agentes de tránsito. El caso más reciente sucedió este jueves 22 de septiembre, durante la jornada del día sin carro y sin moto.
El agente Juan Miguel García Mena, Coordinador de Servicios Especiales de la Secretaría de Movilidad, detuvo una motocicleta para verificar sus documentos, cerciorarse si el conductor estaba exento de la norma que prohibía transitar en moto. El conductor, por supuesto, no estaba excluído. Intentó eludir el control, hasta que los guardas lo detuvieron. Al no tener el permiso le inmovilizaron la moto, comprada hace dos semanas, “sin papeles”.
El motociclista, asistente de cocina en un restaurante del Parque del Perro, sacó un arma traumática y disparó. Dijo que al piso y después al aire. El agente García asegura que le disparó a él y a la camioneta de la Secretaría de Movilidad. Cuando le preguntaron por qué lo hizo, dijo:
– Para descargar mi rabia.
También hizo cuestionamientos que nadie refutó:
– Sabía que no podía moverme en moto por el día sin carro, pero salgo a la 1:00 de la mañana de trabajar. Mi seguridad vale más que cualquier cosa. A la 1:00 de la mañana en esta ciudad no consigo MÍO, no consigo transporte.
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Álvaro Pretel es analista en asuntos de seguridad. El diagnóstico, dice, es muy claro: hay un desgobierno y los ciudadanos perciben que no hay quién ponga orden. La sensación es que cualquiera puede hacer lo que quiera, desde invadir el carril del MÍO hasta parquear en un separador vial, pasarse un semáforo en rojo o dispararle a un gente de tránsito y no le pasará nada.
– Hay dos escenarios fundamentales que muestran el desgobierno que hay en Cali: la movilidad y el uso del espacio público. En el primer caso, se invade el carril del MÍO todos los días, a todas horas, en todas partes, y no pasa nada; los motociclistas conducen sin casco, con parrillero hombre, por andenes, y tampoco pasa nada. En Ciudad Jardín, los separadores viales son usados como parqueadero de carros. En el espacio público todo está desorganizado. Pasa en la zona de los cholados, en la Novena, donde se tomaron los andenes, dejan un solo carril para transitar; el carril del Parque del Perro que taparon supuestamente para poner mesas de restaurantes, ahora es un parqueadero; hoy en día hay locales comerciales en la calle donde no deben estar, edificaciones que no respetan la norma y nadie las sanciona.
La ciudad necesita recuperar la autoridad, la percepción de que hay autoridad – dice Álvaro, quien también ha notado un auge de la cultura mafiosa.
Aquello se hace evidente en las caravanas fúnebres: cierran las calles a la brava, hacen tiros al aire, atracan a conductores en los alrededores y nadie puede reclamar porque lo agreden, quizá lo maten. Hace unos meses los colectivos de ciclistas hicieron una actividad para exigir su espacio en los bicicarriles, y todo terminó en una pelea a puño con los motociclistas.
– En mi concepto, hay una gran responsabilidad de la Alcaldía, porque la ciudad, después del estallido social, viene en una curva de falta de valores y de respeto. Para recuperarlos se debe trabajar en dos vías: cultura ciudadana, que es mínima hoy en día, concientizar a la ciudadanía de su rol en el cumplimiento de las normas, pero también ejercer autoridad. Si al MÍO cada 8 días alguien le tira una piedra, y después sale en un video pidiendo perdón, eso no es una sanción. Quien trasgreda la norma debe ser sancionado por ese mal comportamiento, de lo contrario la ciudad no entra en cintura – dice Álvaro.
Los expertos en seguridad y cultura ciudadana coinciden: el estallido social de 2021 y la pandemia del coronavirus fueron puntos de inflexión en Cali que condujeron a lo que ocurre hoy en las calles. En el imaginario de los ciudadanos quedó aferrada una idea después de ambos sucesos: como nadie me cuida, me cuido a mí mismo, me llevo por delante la norma que sea.
Felipe Botero es líder de programas para Colombia de la organización Iniciativa Global contra el Crimen Trasnacional Organizado. Considera que el rol que se le dio a la Policía durante la pandemia - cuidar el cumplimiento de las cuarentenas en una ciudad donde la mayoría no se podía quedar en su casa o de lo contrario no comía - reforzó una percepción que se ha consolidado desde hace por lo menos una década entre los caleños: tanto la Policía, como los agentes de tránsito, no están para “cuidarme”, sino para “joderme”. Y eso marca una distancia enorme con la autoridad.
Además, agrega Felipe, en Cali hay una oleada de desconfianza en los gobernantes tras los reiterados actos de corrupción que destapan los periodistas y callan los órganos de control. No hay confianza en la Alcaldía, ni en la Gobernación, tampoco en los policías o en los agentes de tránsito que, en ocasiones, reciben sobornos. Si no se percibe legítima a la autoridad, el ciudadano se siente libre de no cumplir las reglas.
– También es difícil hablar de autoridad en Cali cuando ni siquiera el 30% de los homicidios son esclarecidos. Si el peor delito que se puede cometer, que es atentar contra la vida, no tiene castigo, quien parquea mal entiende que no va a tener sanción.
En ese sentido, añade Felipe Botero, para recuperar la autoridad y el respeto a la norma deben ocurrir tres cosas en la ciudad. La primera, disposición para hacer cumplir la ley; segundo, la capacidad de repensarnos, una educación ciudadana que sea incluyente. Y tiene que haber unos mínimos servicios del Estado operando, específicamente en el espacio público; semáforos funcionando, vías en buen estado y un óptimo servicio de trasporte público. Es un ejercicio de derechos. Si esto no funciona, será muy difícil que el ciudadano tenga incentivos para acatar la norma.
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John Freddy Bustos, líder ciudadano, agrega que, con la excusa de la reactivación económica, la Alcaldía de Jorge Iván Ospina ha sido flexible para ejercer el control en la calle, donde se entró en la dinámica del sálvese quien pueda. No es extraño encontrarse cruces donde el tráfico lo dirigen habitantes de calle o jovencitos con vasos desechables repletos de monedas. Es el gran símbolo del desgobierno en Cali.
– Somos una ciudad que desde hace mucho tiempo perdió ese referente alrededor del relacionamiento, del respeto por el otro, la conciencia del rol que cada uno juega como ciudadano — comenta Rocío Gutiérrez, exsecretaria de Paz y Cultura Ciudadana de Cali.
Lo anterior, agrega Rocío, está relacionado con múltiples variables: falta de credibilidad en la institucionalidad, con la que hay una relación tensa. Y lo que nos ha permeado por décadas: construimos unos referentes identitarios alrededor de la cultura de la ilegalidad y del narcotráfico que han prosperado por la ausencia de Estado.
— A eso le tenemos que sumar que venimos de unas dinámicas de mucha vulnerabilidad, donde la sensación que ha tenido la ciudadanía, y sobre todo los más vulnerables, es de abandono. No podemos desconocer que la pandemia nos afectó de manera directa en cómo nos relacionamos, porque fue un periodo donde cada quién sobrevivió como pudo. Y posterior a eso llega el estallido social que agudiza las tensiones. Todo eso termina constituyéndose en elementos que generan una sensación de anarquía. Y eso se refleja en la lógica de no tener certeza ni de que la institucionalidad me va a proteger pero tampoco me va a sancionar. Bajo la lógica de que no hay ni protección ni sanción, lo que queda es la falta de respeto por el otro - concluye Rocío.
Crece la mortalidad
Luis Felipe Lota, director de la Agencia de Seguridad Vial, advirtió que la mortalidad por siniestros en las vías aumentó en el país en un 13% en 2022. “En las vías rurales bajó un 20%, pero en las zonas urbanas aumentó un 50% con respecto a 2021”.
Según Lota, aquello se explica porque tras el estallido social, en todo el país bajó el respeto por el control y las normas de tránsito. De ahí que se busca reforzar a las secretarías de Movilidad con agentes de Policía para realizar los operativos.
“Es una figura que estamos evaluando, la del policía polivalente”, dijo Lota.