DERECHOS HUMANOS
Lourdes Castro, la defensora de DD.HH. a la que el conflicto obligó a exiliarse por 17 años
La mujer, una creyente de que se puede construir un rumbo diferente en un país plagado por la violencia, pasó en el exilio 17 de sus 56 años de vida.
Tener la camiseta puesta por la construcción de paz en el país y apostar hasta su último aliento en la defensa de los derechos humanos, ha sido la hoja de ruta en la vida de la bogotana Lourdes Castro.
La mujer, una creyente de que se puede construir un rumbo diferente en un país plagado por la violencia, pasó en el exilio 17 de sus 56 años de vida, por defender la idea de que todos los seres humanos tienen derechos.
Esta abogada, que hoy en día coordina el Programa Somos Defensores, cuando apenas iniciaba su ruta profesional y estaba convencida de que podía ser una de las mejores litigantes del país, presenció cómo la mayoría de sus profesores fueron víctimas del ataque al Palacio de Justicia.
Por esos años, aunque invadida por el miedo que le generó ese episodio de violencia, terminó su carrera y empezó a trabajar con quien fue uno de los defensores de derechos humanos más valientes del país, Eduardo Umaña.
Trabajar con una persona como Umaña fue un orgullo, pero también, algo que la acostumbró a vivir rodeada de amenazas, de peligro y de la constante posibilidad de que alguna persona le hiciera daño.
Además de trabajar en la Jurisdicción Especial para la Paz, Castro también se ha desempeñado en el Parlamento Andino en acuerdos comerciales.
Fue a sus 23 años cuando tomó la representación legal de Gerardo Antonio Bermúdez, conocido como ‘Francisco Galán’, quien para la época era comandante del ELN y miembro del estado mayor de esa organización, que terminó condenada a salir del país, a causa de una persecución, al parecer, por parte del Ejército Nacional.
“Cuando detienen a ‘Francisco Galán’ se presenta una situación que a todas luces fue violatoria de sus derechos. A él lo sacaron de la cárcel La Modelo y lo llevaron a una guarnición en Bogotá, explicando inicialmente este hecho por la guerra que existía entre el cartel de Medellín y el Eln. Fue al único preso al que en Colombia le han puesto una camiseta de rayas para la reseña, no podía ver a nadie, ni hablar con nadie y lo trataban como un trofeo político”, cuenta la abogada.
Con la convicción de que “todos tienen derecho a que los defiendan”, Lourdes empezó una batalla legal para presionar al Gobierno de turno y a las fuerzas militares a respetar los derechos de ‘Galán’, pues asegura que ni ella misma, como su representante legal, podía verlo con normalidad, sino que le tocaba verlo a través de un vidrio y pasando por cinco anillos de seguridad.
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Lourdes descubrió que las violaciones de las garantías de defensa eran tan graves, que incluso cuando ella iba a visitar al guerrillero, la escuchaban por medio de micrófonos ocultos en la celda, lo que impedía claramente el derecho a las conversaciones.
Pero, lo que agudizó la sensación de peligro, fue cuando presentó una acción de tutela pidiendo que se le respetaran los derechos al guerrillero. La situación hizo que los medios pusieran los ojos sobre el caso y le empezaron a pedir explicaciones al comandante de la brigada.
“Me hacían comentarios denigrantes (los militares), me decían que por qué consentía a un guerrillero, desprestigiaban mi ejercicio profesional y trataban de demostrar que pasaban cosas ajenas a él, hombres vestidos de civil me llegaban hasta la oficina. La situación se volvió insostenible”.
Al buscar respuestas directas de un comandante del Ejército por la situación que estaba viviendo, el hombre le dijo que “no la soportaban más”, que los tenía “mamados” y que no iban a lidiar con ella. “Le pregunté, ¿qué me quiere decir con eso? y su respuesta fue “entiéndalo como quiera”. Eso fue una amenaza”, aseguró.
Lourdes entendió que tenía que salir del país, que no estaba a salvo. Tramitó con ayuda de sus colegas, una solicitud de refugio, que pensó, en principio, sería solo por algunos meses.
Con el apoyo de Amnistía internacional, salió hacia Bélgica, en donde siguió trabajando por la visibilización de la violación de los derechos humanos en Colombia. Sin embargo, al mes recibió la noticia de que los medios de comunicación del país estaban acusándola de realizar un plan de conspiración para secuestrar al hijo de un gobernador.
“El Gobierno ‘se despelucó’ cuando se ganó la tutela y es entonces cuando dijeron que yo era el enlace de un secuestro y que manejaba las comunicaciones con la guerrilla. Fue una situación muy dura y a pesar de que yo era una exiliada privilegiada, andaba con una maletica de un lado para otro… Cuando sales al exilio, eres un ser a la deriva”, cuenta la abogada.
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Los medios llegaron a señalar incluso que la abogada había engañado a las Naciones Unidas, por lo que tuvo que pedir un refugio definitivo y llegó hasta Costa Rica.
“Estaba sometida al escarnio público todo el tiempo, barrieron el piso conmigo y me humillaron. Mi familia sufría todo el tiempo y nunca hubo una retractación a favor mío, a pesar de las mentiras”, narra Lourdes.
Pese a esto, la colombiana logró ser partícipe de la creación de la Coordinación, Colombia- Europa- Estados Unidos, convertirse en una de las fundadoras de Oidhaco, donde se lanza la campaña de Bellacruz y además apoya los procesos de protección de la vida de los colombianos en países de Europa y también entregó su testimonio a la Comisión de la Verdad.
Después de 17 años, Lourdes cumplió uno de sus mayores deseos: “Escuché que se anunciaba el arranque de un acuerdo de paz y lloré de la emoción. Me puse la camiseta de la paz y recuerdo que estuve tan feliz y emocionada que fue una sensación inolvidable, fue el impulso que me faltaba, yo sabía que merecía volver al país”.
De esta manera, en el año 2012 regresó a Colombia, no sin dudas y temores, para seguir trabajando por la paz, desde instancias como la JEP.
“Ojalá la gente entienda que esto no es una lucha que llevamos unos pocos, que esta tragedia de la guerra es de todos y que todos tenemos que cambiar para que llegue el cambio”, concluye Lourdes.
NOTA: Crónica escrita como parte de una alianza con la Comisión de la Verdad para contar historias de víctimas colombianas que viven en el exterior, una contribución inédita a la verdad del exilio colombiano. “Esta crónica fue posible gracias al apoyo del gobierno de Estados Unidos de América a través de su Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Sus contenidos son responsabilidad de sus autores y no necesariamente reflejan las opiniones de USAID, el Gobierno de Estados Unidos de América o de la OIM.”