Editorial
Los migrantes del Darién
Mientras la atención de las autoridades se concentra en los migrantes ilegales, la también organización narcotraficante aprovecharía para pasar toneladas de cargamentos de drogas hacia Centroamérica.
Con el cierre de la mayoría de cruces ilegales en la frontera con Colombia, el nuevo presidente de Panamá, José Raúl Mulino, empezó a cumplir su promesa de imponer mano dura contra la migración que llega a su país. El que, sin duda, es el más grave problema humanitario, político y de orden público compartido entre las dos naciones, necesita salidas consensuadas, que pongan en primer lugar a quienes sufren el drama de cruzar la selva en busca de un futuro mejor.
Para entender la posición del nobel mandatario panameño es necesario conocer las cifras de la tragedia que viven aquellos que, en su afán de llegar al norte del continente americano en busca de las oportunidades que les son negadas en sus países de origen, se atreven a arriesgar su vida y las de los suyos. En 2023 cerca de 520 mil migrantes, de diferentes nacionalidades, intentaron atravesar el Tapón del Darién, esa selva hasta hace pocos años impenetrable, que Colombia había resguardo celosamente. Este año van al menos 200 mil.
Son en su mayoría ciudadanos venezolanos que aún huyen de la miseria a la que el régimen chavista los ha sometido. Pero en esa travesía también hay ecuatorianos, haitianos, cubanos, africanos o asiáticos, que se someten a las condiciones más deplorables, incluidos vejámenes inimaginables, como aquellos que padecieron las 950 mujeres que reportaron ser víctimas de agresiones sexuales durante su recorrido hacia Panamá. Eso sin contar con las víctimas de asesinatos o quienes pierden la vida al cruzar los ríos o bajo el acecho de animales salvajes.
En esa tragedia, las mafias que trafican con las necesidades humanas encontraron una actividad tan perversa como lucrativa. Según diversas investigaciones adelantadas por organizaciones no gubernamentales como Human Rights Watch, detrás de ese negocio habría grupos criminales como el Clan del Golfo, que solo el año pasado habrían percibido ganancias superiores a los 57 millones de dólares.
El beneficio no sería solo económico. Mientras la atención de las autoridades se concentra en los migrantes ilegales, la también organización narcotraficante aprovecharía para pasar toneladas de cargamentos de drogas hacia Centroamérica. Esa simbiosis entre comercio humano y de estupefacientes hace aún más complejo el problema que se vive en las espesas selvas del Tapón del Darién.
Si bien es comprensible la preocupación del Presidente panameño por la grave situación en la frontera, es necesario entender que se trata de un problema transnacional y como tal se debe enfrentar. Las acciones en solitario no conseguirán ponerle fin a esa travesía que, en muchos casos, lleva a la muerte o al menos degrada la condición humana.
Si no se logra el consenso entre todos los países involucrados, incluido Estados Unidos que es el destino final de la mayoría, cientos de miles de migrantes ilegales seguirán llegando a Colombia como nación de paso hacia su sueño norteamericano, serán sometidos por las mafias que se aprovechan de su situación, sufrirán los peores vejámenes o encontrarán su fin en medio de la inhóspita selva del Darién.
Regístrate gratis a nuestro boletín de noticias
Recibe todos los días en tu correo electrónico contenido relevante para iniciar la jornada. ¡Hazlo ahora y mantente al día con la mejor información digital!