Editorial
Agua y paz
Ya se sabe sobre el deterioro de las fuentes de agua en tiempos modernos, así como su disminución debido a los impactos del cambio climático a las acciones del ser humano y al crecimiento desbordado de los centros urbanos.
Como sucede cada 22 de marzo cuando se celebra el Día Mundial del Agua, se revelan datos sobre el desabastecimiento en el planeta, la pérdida de fuentes de agua, las causas de la crisis y las posibles soluciones. Este año se sumó algo más a ese rompecabezas: la interrelación que existe entre la preservación de la seguridad hídrica, la estabilidad mundial y la prosperidad de las naciones.
Por ello el lema de la conmemoración en este 20024 fue ‘Agua y paz’, un llamado para que la humanidad no pierda de vista que la escasez del líquido vital llevará de forma inevitable, si se permite, a generar conflictos y guerras entre las sociedades, así como a aumentar los índices de pobreza global. Será la sed la que enfrente al planeta en un futuro cercano.
La ecuación es preocupante: cada vez hay más consumidores de agua en el mundo y cada vez son menos las fuentes hídricas para abastecerlos. La situación empeorará por el crecimiento de la población pero sobre todo porque no se hacen esfuerzos suficientes para proteger el recurso natural.
De los 8.000 millones de habitantes que hoy pueblan la Tierra, la mitad ya sufre por su escasez al menos durante un periodo del año, mientras la cuarta parte, es decir 2.000 millones de personas, se enfrenta “a niveles de estrés hídrico extremadamente altos” de manera permanente, según el informe publicado ayer por las Naciones Unidas.
Ya se sabe sobre el deterioro de las fuentes de agua en tiempos modernos, así como su disminución debido a los impactos del cambio climático a las acciones del ser humano y al crecimiento desbordado de los centros urbanos.
El futuro no pinta mejor si se tiene en cuenta que un tercio de los recursos hídricos habrá disminuido hacia mediados del siglo, entre otras razones porque su recuperación es más lenta en comparación con la rapidez con la cual se extrae. Pero también porque en el 2050 habrá 2500 millones más de personas en la Tierra, lo que llevará a que se amplíe aún más la brecha entre la oferta y la demanda.
Tal como lo plantea el informe de la ONU, “las tensiones geopolíticas, las pandemias, la migración en masa, la hiperinflación y otras crisis, pueden agravar las desigualdades en el acceso al agua”. Serán las regiones más pobres y vulnerables las que estarán en mayor riesgo no solo de enfrentarse al desabastecimiento, sino de quedar en el centro de los conflictos por los recursos hídricos.
Incluso América Latina, el continente con mayor cantidad de fuentes de agua del planeta puede enfrentarse a esa inseguridad, si permite su deterioro progresivo. En la lista de las 24 naciones con mayor probabilidad de escasez en los próximos 16 años, aparece Chile y muy cerca están Perú y Argentina. Colombia no está en aparente riesgo, pero la pérdida de sus recursos naturales y el daño a sus ríos y acuíferos disminuye cada vez más su capacidad de abastecimiento, en particular en temporadas secas como la que hoy vive el país.
Ya se sabe qué se debe hacer. Racionalizar el uso, cuidar los ríos, detener la deforestación y rescatar las cuencas es imperante, pero para ello se necesitan voluntad individual y políticas públicas coherentes y efectivas. ‘Agua y paz’, que al mundo no se le olvide esa correlación.
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