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Y Petro, callado
La crisis sobre el Esequibo, desconocido para muchos hasta ahora, nos debe importar. Principalmente, teniendo por presidentes de Venezuela y Colombia a dos personajes tan irresponsables.
Maduro amenaza con invadir y cercenar dos terceras partes de Guyana, y el presidente Petro, callado. Él, tan preocupado por la guerra en Oriente Medio, callado, como con la invasión de Rusia a Ucrania y el ataque de Hamás contra Israel. Analicemos las razones del régimen venezolano para echarle leña a una vieja disputa y las del mandatario colombiano a enmudecer cuando debería asumir una posición clara al respecto.
La disputa por la zona del Esequibo data de 1648 cuando España le reconoció a Holanda el territorio a la derecha del río Orinoco, heredado por los británicos en 1814. En 1899, el Tribunal de Arbitraje de París le concedió el grueso del área al Reino Unido, fallo que Venezuela desconoció cuando trascendió que los abogados estadounidenses, que supuestamente representaban sus intereses, se habrían prestado a una componenda con los británicos.
Desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente; un acuerdo en Ginebra de 1966, vigente, en el que las partes reconocieron que hay una reclamación de Venezuela, dejando en manos del Secretario General de Naciones Unidas una mediación que a la postre resultó infructuosa. Y la decisión de Guyana en 2018 de acudir a la Corte Internacional de Justicia que, pese a la posición contraria de Venezuela, dijo ser competente para dirimir la disputa limítrofe.
¿Por qué Maduro revive ahora un pleito centenario? Lo primero, para hacerse a un gigantesco descubrimiento de petróleo costa afuera frente a la zona del Esequibo y que podría producir 1,2 millones de barriles diarios. Venezuela ya cuenta con las mayores reservas del mundo, pero no le caería mal una producción en marcha y un potencial creciente, desarrollado por empresas privadas, dada la ineptitud probada de la ‘famosa’ PDVSA.
La segunda, compatible con la anterior, unir al país en torno a un interés superior -el de la reclamación del Esequibo- bien como bandera política de las elecciones del 2024 o de terminar en una acción bélica, tener excusa para aplazarlas. Una apuesta riesgosa, pues las acciones desplegadas -la creación de una nueva provincia, una autoridad remota del área en disputa, una escaramuza militar y un ultimátum a las petroleras- se le devolverían con creces.
En semejante coyuntura, ¿a qué se debe el silencio de nuestro lenguaraz presidente? Es claro que no quiere irse en contra de Maduro, su único aliado real en la región; de ahí el insípido comunicado de Mercosur que solo insta a bajar las tensiones. Y, por más que quisiera apoyar a su camarada, debe ya haber sido informado de lo que ello significaría para los intereses de Colombia en materia limítrofe con Venezuela, y que es relevante recordar.
Como lo recuerda bien el excanciller Julio Londoño, Venezuela no solo ha pretendido la mitad del territorio de La Guajira y el grueso de los Llanos Orientales, sino que se ha negado a discutir la delimitación marítima con Colombia y a llevarla a un tribunal. Bajo tierra quedó la Hipótesis de Caraballeda, base de un acuerdo en 1980, que establecía que el Golfo de Venezuela sería compartido y la explotación de hidrocarburos, conjunta.
Un apoyo de Petro a Maduro en su delirio expansionista iría en contra de los intereses de Colombia y rayaría con el delito de traición a la Patria. Lo que no excusa su silencio y el del Gobierno en torno a las amenazas y acciones emprendidas en contra de Guyana. Más existiendo medios y escenarios dónde resolver pacíficamente dicha disputa. La crisis sobre el Esequibo, desconocido para muchos hasta ahora, nos debe importar. Principalmente, teniendo por presidentes de Venezuela y Colombia a dos personajes tan irresponsables.