Columnistas
Tumbar al tirano
El pueblo venezolano habló, Edmundo González fue elegido presidente. Es una verdad irrefutable. No se necesita más prueba.
No hay opción al uso de la fuerza; sacarlo a la brava, al costo que sea. Los venezolanos lo han intentado todo. Nada funciona por una razón, Maduro no tiene interés en dejar el poder y no lo hará a las buenas. ¿Qué incentivo tiene para hacerlo? Ninguno, y cuenta con el apoyo de la cúpula militar y de regímenes autoritarios y afines ideológicamente. Con lo que ya no cuenta es con el respaldo del pueblo, en cuyas manos está la solución.
Hablar del uso de la fuerza causa preocupación e incluso rechazo. Es entendible, lo que menos se quiere es acrecentar el baño de sangre anunciado y que lleva a cabo Maduro. Aunque muchos en voz baja saben y aceptan que se agotaron todos los caminos y que las famosas negociaciones no han servido ni servirán, salvo el dictador se vea perdido y deba escoger entre, la muerte o la cárcel, o entregar el poder bajo unas condiciones.
El pueblo venezolano habló, Edmundo González fue elegido presidente. Es una verdad irrefutable. No se necesita más prueba. La mayoría de actas son públicas y lo constatan. En estricto sentido no se requiere que el Consejo Electoral las haga públicas, falsificadas o reales. El pedido de Maduro al Tribunal Supremo de Justicia de hacer un peritaje a los resultados es una pantomima, para ganar tiempo. Porque si algo necesita es eso, tiempo.
Tiempo, para amedrentar y apretar clavijas a la oposición, seguir desapareciendo a sus líderes hasta arrestar a María Corina -ya está en la clandestinidad- o forzar su exilio, tratar de apaciguar el levantamiento popular, diluir el rechazo internacional, fortalecer los mecanismos de represión y la milicia bolivariana, y afianzar el apoyo de China y Rusia. Es decir, para destruir a la oposición y atornillarse de manera ilegal e ilegítima al poder.
¡Con el apoyo de Colombia! Preciso: del Gobierno, pues no dudo que la inmensa mayoría de los colombianos rechazan el fraude y repudian al régimen dictatorial venezolano. El proceder del Presidente Petro es oprobioso. Su silencio inicial, la incoherencia de sus trinos tardíos, la vergonzosa abstención en la OEA y el último comunicado suscrito con México y Brasil, han sido y son un respaldo a Maduro. Un nuevo golpe a la democracia.
Democracia que no le importa. Nunca le ha importado. La utiliza, si le conviene. Y no le conviene reconocer el triunfo de la oposición y que Maduro y su séquito corrupto caiga. Sabe que si eso ocurre sería el principio del fin del petrismo, dejaría desguarnecidos a sus socios alzados en armas, sin piso la farsa de la Paz Total, y le dañaría el negocio del gas. Es decir, como Maduro, Petro tiene mucho que perder y nada que ganar, si cae el dictador.
En manos del pueblo está la solución. Nadie irá a salvarlos. Estados Unidos no hará más de lo que hizo, reconocer la elección de González y condenar enfáticamente a Maduro, pero, no sacrificará sus intereses energéticos para salvar la democracia en Venezuela. Los países de la región que se le han parado firme no es mucho más lo que pueden hacer. Y Europa, suficiente tiene con los incendios en el vecindario, Oriente Medio y ahora Irán.
No veo solución distinta a que el pueblo venezolano tumbe al tirano; que marche sobre el Palacio de Miraflores sin más armas que el deseo de libertad. Ojalá, con apoyo de un puñado de militares dispuestos a estar del lado del pueblo al que juraron servir. Y los colombianos, a despertar: la suerte de la democracia en Venezuela es la misma nuestra. Si Maduro se perpetúa igual tratará Petro en cabeza propia o de uno de sus activistas. Es coautor del libreto y están hechos de la misma escoria. Ni un paso atrás, Venezuela.