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Todo arde

La temperatura del planeta es un espejo del estado del mundo.

Muni Jensen
Muni Jensen. | Foto: El País

28 de jun de 2025, 02:26 a. m.

Actualizado el 28 de jun de 2025, 02:26 a. m.

Una ola de calor sin precedentes ataca a medio Estados Unidos, desde Texas hasta Nueva York, con temperaturas que superan los 40 grados y alertas rojas en más de veinte estados.

En Francia, donde el verano, que se prepara para olas de turistas, las tormentas desbordan ríos en el campo y estaciones de metro en París, inundan pueblos y cierran carreteras.

El planeta se sacude, y nosotros con él, atrapados entre extremos climáticos cada vez más violentos y frecuentes.

Según los mapas de calor global, ya no hay refugio seguro. Europa, América, Asia: todos se tiñen de rojo. Y el calor también salpica la política.

En Washington, Donald Trump, cansado —o tal vez simplemente acalorado— explotó frente a los periodistas, frustrado con el estancamiento diplomático entre Israel e Irán.

El famoso cese al fuego no llegó, y las agresiones se mantiene en tensión permanente, y nadie se acuerda ya del acuerdo nuclear de 2015, parece un recuerdo lejano. Teherán endurece su retórica, y las represalias aéreas se sienten cada vez más cerca.

En Medio Oriente, el conflicto entre Israel y Palestina continúa sin respiro, alimentado por décadas de heridas, errores y extremismos.

Los ataques del 7 de octubre marcaron un punto de quiebre, y desde entonces la violencia ha escalado sin pausa. La política ha fracasado, la diplomacia está paralizada, y la población civil —tanto en Israel como en Palestina— paga el precio más alto.

Por otro lado, la guerra en Ucrania entra en su tercer año sin una salida clara. Las tropas rusas ganan terreno, mientras en Occidente no hay consenso entre seguir apoyando o mirar hacia otro lado. Zelenski persiste, Estados Unidos se desespera, y Putin redobla. Otra vez los civiles, como siempre, sobreviven como pueden.

Colombia también atraviesa su propio incendio. La violencia vuelve a las ciudades y a las veredas; los secuestros crecen, la paz total se desinfla aún más. La economía da señales de agotamiento y el turismo, que había crecido en los últimos años, pasó de fuente de prosperidad amenaza esfumarse por la inseguridad.

El presidente Petro da pasos en falso buscando oxígeno político como sea, pero el país piensa en lo que sigue, sea lo que sea.

En llamas el clima, la política, las promesas, la paz. La temperatura del planeta es un espejo del estado del mundo. Pero, incluso en este caos, hay pequeñas esquinas donde aún se puede respirar. El verano, por caliente que resulte, nos permite hacer las cosas más lento.

Alarga los almuerzos en familia, abre espacios para que los niños descubran el aburrimiento sin pantallas ni tareas. Es temporada de jugos con hielo, de ideas, de emprendimientos que nacen en servilletas debajo de un árbol, de leer novelas ligeras.

Es momento de caminar lento por museos frescos, de organizar asados con amigos bajo los árboles, de saltar al agua sin pensar en el peinado.

En verano, incluso con el mundo ardiendo y noticias sin parar -hasta las columnas se escriben más despacio-.

Caleña. Graduada del Colegio Bolívar. Politóloga de Trinity College con Maestría en Estudios Latinoamericanos de Georgetown. Analista política y asesora para América Latina de Albright Stonebridge Group. Trabajó en Proexport en Bogotá y en la Cámara de Comercio de Cali. Fue subdirectora de la Oficina Comercial de Washington y jefe de prensa de la Embajada de Colombia en Washington.

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