Columnistas
Reconciliación poética
María Clara Ospina constituye una excepción por la manera como transmite los más heterogéneos sentimientos en un castellano impecable
El martes 5 de diciembre tuvo lugar un acto, al parecer muy académico, en un salón del Club El Nogal, en Bogotá. Se trataba de la presentación del libro de poemas de María Clara Ospina Hernández, titulado: Esta raíz sin tierra, una publicación de Pigmalión un grupo editorial español que ha divulgado los trabajos de Federico García Lorca, Leopoldo Calvo-Sotelo, Carlos Vásquez -Zawadzki y muchos más.
María Clara Ospina es un caso excepcional. La hija menor del Presidente Mariano Ospina Pérez ha tenido una vida intelectual muy activa. Escribe columnas sobre la actualidad nacional, con frecuencia muy críticas, escribió la biografía de su madre, doña Bertha, una incansable activista política, pero también escribe novelas, ensayos y poesía. Como que tiene siempre el papel y el lápiz a la mano. Es evidente que es un caso excepcional porque sustituyó las ambiciones electorales, que en su caso eran obvias, por una intensa actividad intelectual.
El acto, que tenía lugar en El Nogal, consistía en la presentación del libro ya mencionado que contó con la animación de la propia María Clara y los comentarios de Carlos Lleras de la Fuente y Felipe López Caballero.
Estábamos en presencia de un encuentro intelectual entre tres familias políticas de la más alta alcurnia en la historia política colombiana: los Lleras, los Ospinas y los López. Impresionante, pues ahí estaban en el escenario para hacer referencias a la más reciente creación poética de María Clara.
Cada uno de ellos traía el libro de 112 páginas con diferentes marcas de colores y anotaciones. No estaban improvisando. Y adelantaron un conversatorio amable, interesante, con finos toques de humor y algunas alusiones de orden político.
Semejante escena trajo inmediatamente a mis recuerdos la histórica lograda por Mario Laserna, como Rector de la Universidad Nacional cuando convocó al presidente de la República, Alberto Lleras Camargo y a los expresidentes Mariano Ospina Pérez, Laureano Gómez y Darío Echandía para que le dieran mayor realce y exaltaran así con su presencia la entrega del Doctorado Honoris Causa al expresidente Alfonso López Pumarejo.
Se trató de un acto de enorme trascendencia histórica. Era el homenaje al creador del Campus Universitario de la Universidad Nacional, que le costó muchas críticas injustas. Y era el homenaje universitario, no solo a un gran presidente, sino a los dirigentes políticos que lo acompañaban y que habían construido el mayor ejemplo de una arquitectura institucional de responsabilidad compartida entre viejos contrincantes, que le puso fin al sectarismo partidista en Colombia. No canceló la libertad de expresión que en esta ocasión se tradujo en un significativo saludo de felicitación del expresidente Laureano Gómez al expresidente López Pumarejo. Un notable episodio que subrayaba la idea de Mario Laserna sobre el papel de la Universidad en la vida política: del debate al más alto nivel y el rechazo rotundo al activismo electoral o partidista dentro de la vida universitaria. Estábamos en los comienzos del Frente Nacional.
Este acto poético, al más alto nivel, se realizaba entre los distinguidos vástagos de tres familias prominentes en nuestra historia política. También asistió la familia Pastrana, representada por la esposa del expresidente Andrés y su hermana María Cristina.
El expresidente Alfonso López Michelsen hizo un apropiado elogio, que se mencionó y aparece en la contracarátula: María Clara Ospina constituye una excepción por la manera como transmite los más heterogéneos sentimientos en un castellano impecable (...)
Una reconciliación poética.