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¿Nuevamente el patio trasero?

Los Estados Unidos marcan líneas rojas donde creen que sus intereses centrales pueden ser afectados, y eso es claramente el hemisferio occidental.

17 de febrero de 2025 Por: Guillermo Puyana Ramos
Guillermo Puyana Ramos.
Guillermo Puyana Ramos. | Foto: El País.

La geopolítica es un juego cruel que premia la astucia y la premeditación, mientras castiga la emotividad y la improvisación, decía un político de Singapur. De la geopolítica vista desde la emoción nació una de las teorías más absurdas, que causó un severo daño cerebral en los intelectuales occidentales: la del fin de la historia, de Francis Fukuyama.

Recordé esta frase por la reciente cumbre de seguridad de Múnich donde Marco Rubio, Secretario de Estado norteamericano, dijo a los aliados europeos que en el orden internacional de la segunda era trumpista, Estados Unidos no tiene por qué asumir la seguridad europea sin que el continente tenga una carga mayor. De paso lanzó la bola curva de que el gobierno de Donald Trump se sentará a negociar con Rusia una solución a la guerra en Ucrania; sin Ucrania y sin Europa.

Días antes, Rubio había dicho que Estados Unidos no siente ansiedad porque China tenga una mayor presencia en ciertas áreas del mundo y asuntos globales siempre y cuando eso no sea a expensas de los intereses centrales de los Estados Unidos. Para los norteamericanos lidiar con el ascenso de China es algo mucho más complejo que hacerlo con Europa o Rusia porque, como el mismo dijo, con China tendrán qué tratar por los próximos cien años.

Pero de la misma manera que respecto a Rusia los americanos está dejando a los europeos a su aire, para que asuman los costos y consecuencias de seguridad derivadas de las decisiones de la Otan, la menos inteligente de las organizaciones internacionales como alguien la calificó, los Estados Unidos marcan líneas rojas donde creen que sus intereses centrales pueden ser afectados, y eso es claramente el hemisferio occidental. A Scott Jennings le dijo que no puede suceder que “nos despertemos un día y descubramos que China tiene más influencia sobre nuestros países vecinos que nosotros... la geografía es real y está justo encima de nosotros, y no podemos vivir en un mundo en el que ellos tengan más influencia y más presencia que nosotros en los países más cercanos a nosotros”.

Así es que se entiende que veamos a Estados Unidos dando un paso al costado con Europa pero apretando las riendas en América Latina para sacar a China. Empezaron con Colombia en el vergonzoso episodio de la postración de Petro seis horas después de rebelarse. Siguieron con Panamá, de quien obtuvieron que no renovara su participación en la Iniciativa de la Franja y la Ruta a partir de 2026.

En las tres últimas décadas la relación de China con América Latina se ha profundizado y diversificado. Eso ciertamente coincide con un retiro de Estados Unidos, pero no por imposición de China. La evolución de las relaciones sino-latinoamericanas se explica por el ascenso económico de China, sumado a su transición demográfica y las bases de la economía de alta calidad, en lo que América Latina encuentra no solo oportunidades comerciales, sino un socio para su desarrollo a largo plazo. Y no podría decir que eso haya sucedido a expensas de los intereses centrales de los Estados Unidos, nunca se ha visto a los chinos hacer algo con la condición de que no lo hagamos con los americanos.

¿El gobierno de Colombia tiene una estrategia para seguir avanzando con China y con Estados Unidos a la vez como se ha hecho en 45 años de relaciones?

O, pregunto, ¿la arrodillada de Petro luego de su ataque emocional por los deportados va a incluir dilatar la adhesión colombiana a la iniciativa de la Franja y la Ruta?

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