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¿Nos quedamos sin niños?

El descenso de la natalidad no es un fenómeno exclusivamente colombiano, es parte de una transición demográfica que ya recorrieron buena parte de los países desarrollados.

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Juan Esteban Ángel
Juan Esteban Ángel | Foto: El País

20 de oct de 2025, 12:44 a. m.

Actualizado el 20 de oct de 2025, 12:44 a. m.

¿Nos estamos quedando sin niños? Así parecen anunciar algunos titulares de prensa luego de la reciente entrega del informe presentado por el Dane, que confirmó lo que ya se venía advirtiendo: Colombia registró el año pasado 445.011 nacimientos, lo que es una caída del 13,7 % respecto al año anterior y de más del 30 % frente a 2015.

La tasa general de fecundidad de nuestro país sigue en descenso y la edad promedio para tener hijos aumenta. Se podría concluir que esto ya no es una tendencia, sino un proceso de transformación de nuestra población. Frente a este panorama, vale la pena cuestionarse si el verdadero problema es que nazcan menos niños o si, como sociedad, estamos preparados para esto.

El descenso de la natalidad no es un fenómeno exclusivamente colombiano, es parte de una transición demográfica que ya recorrieron buena parte de los países desarrollados. Muchos especialistas aclaran que se producen ondas en las corrientes demográficas, por lo que puede haber periodos de crecimiento y otros de caída, aunque es imposible prever exactamente qué va a ocurrir.

Por ejemplo, años antes del conocido Baby Boom de mediados del Siglo XX, varios países desarrollados habían tenido tasas de nacimiento decrecientes, muy por debajo de la tasa de reemplazo, pero luego se dio una explosión demográfica que todavía se estudia. Los especialistas no terminan de acordar cuáles fueron las causas, pero autores señalan una combinación de tres factores: avances tecnológicos que facilitaron la vida doméstica, mejoras en la medicina que redujeron la mortalidad infantil y disminuyeron los riesgos para las madres, y la disponibilidad de vivienda, pues era más accesible un hogar propio donde criar a los hijos. Así que es posible pensar que las tendencias actuales puedan dar vuelta.

Lo que distingue a Colombia es la velocidad con que este fenómeno demográfico ha ocurrido, lo que implica una pronta respuesta de parte de todos como sociedad. En el 2024, la tasa de fecundidad en Colombia fue de 1,1, lo que demuestra una desaceleración más rápida si la comparamos con otros países que han tenido políticas reconocidas en este aspecto. Por ejemplo, Japón se tardó 50 años en pasar de una tasa de fecundidad de 2,1 niños por mujer a 1,2; a Corea del Sur le tomó 19 años; Colombia lo hizo en 15 años. La última vez que Colombia tuvo una tasa de 2,1 fue en el año 2008. Este dato es relevante dado que para que los países puedan mantener su población necesitan como mínimo dos hijos por mujer, lo que se denomina tasa de reemplazo, y 2,1 para tener un crecimiento poblacional. De lo contrario, si se tiene una tasa menor a dos y nula inmigración en un periodo prolongado de tiempo, podríamos estar experimentando un descenso poblacional.

Colombia necesita discutir seriamente sobre su futuro demográfico. El tema no se debe reducir solo a si debemos tener más o menos hijos. La discusión debe ser más profunda, en torno a diversos elementos de la economía, políticas públicas y el desarrollo del país. Por ejemplo, en el sector educativo seguramente menos nacimientos incorporarán mayor presión al sistema, y ya vemos cómo entre el 2015 y 2023 se redujo un 4 % en las matrículas en preescolar, básica y media. Las empresas desde ya deben trabajar productos y servicios para una población más envejecida, pero mucho más activa y con recursos económicos. Lo mismo debemos estar haciendo desde las políticas públicas, pues en un futuro no muy lejano, habrá menos jóvenes que sustenten la base de la pirámide y, por ende, todos los aspectos de seguridad social en nuestro país deben incorporar esta nueva realidad.

Economista y MBA con énfasis en negocios internacionales. Exsecretario general de la Gobernación del Valle y Privado de la Alcaldía de Cali. Exdirector del Comité Intergremial y Empresarial del Valle. Actualmente, fortaleciendo la economía solidaria desde el Grupo Coomeva. Hincha del Deportivo Cali. Papá de Manolo y Agustín.

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