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Ni olvido ni resignificación

La toma duró 33 horas, los primeros muertos fueron 2 humildes vigilantes que no alcanzaron a usar sus revólveres cuando el M-19 entró disparando por uno de los sótanos.

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Bernardo Peña Olaya

28 de oct de 2025, 02:41 a. m.

Actualizado el 28 de oct de 2025, 02:41 a. m.

La Operación Antonio Nariño por los Derechos Humanos, mejor conocida como la toma del Palacio de Justicia, cumple 40 años. Así la bautizaron los comandantes del M-19 Andrés Almarales y Luis Otero. El propósito de la acción armada era juzgar al entonces presidente Belisario Betancourt, por lo que ellos consideraban el incumplimiento de los acuerdos de paz. El presidente debía presentarse personalmente en el palacio y sería juzgado por la Corte Suprema de Justicia con el pueblo colombiano como fiscal, el cual presentaría sus denuncias a través de llamadas telefónicas a las emisoras. Un acto tan demencial como ingenuo, por supuesto, porque el presidente nunca se iba a presentar en el sitio para tal fin.

Tenía entonces 15 años y mis padres me enviaban cada mes a pagar la cuota de la casa en el Banco Central Hipotecario, ubicado en el parque Santander justo al lado del Museo del Oro en el centro de Bogotá y por esas circunstancias tuve la experiencia inolvidable de ser testigo de un hecho que marcó la historia de Colombia.

La Carrera Décima era un hervidero de buses y busetas que conducían a todos los rincones de la ciudad y me bajaba de la ruta L1 Venecia Nuevo Muzú en la Calle 16 para subir caminando hasta la Carrera Séptima, que a las 4 de la tarde del 6 de noviembre de 1985 se sacudía con las explosiones y los disparos que provenían de la Plaza de Bolívar. La policía había cercado el lugar desde la Avenida Jiménez, pero se podía ver el humo y a la gente correr entrando y saliendo del Palacio.

La toma duró 33 horas, los primeros muertos fueron 2 humildes vigilantes que no alcanzaron a usar sus revólveres cuando el M-19 entró disparando por uno de los sótanos.

Las palomas volaban desorientadas, aturdidas por las explosiones y el ruido de los helicópteros; la gente tenía un radio pegado al oído con la transmisión de Yamid Amat y los llamados desesperados del presidente de la Corte Suprema Alfonso Reyes Echandía para que se detuviera el fuego y se entablaran conversaciones.

Tengo el recuerdo vivo de una señora llorando a mares mientras batía un pañuelo blanco y los gritos de aliento que varias personas lanzaban al Ejército cada vez que se escuchaban los disparos desde los edificios circunvecinos. Esa noche nadie durmió esperando noticias de la toma, las redes sociales no existían, faltaban 15 años para la llegada del internet y la información se obtenía de la radio, del Noticiero 24 horas o del noticiero de las siete y había que esperar la llegada de los periódicos en la madrugada.

Fueron 33 horas en las que el país estuvo a tientas. No se sabía quién estaba a cargo de la situación si el Presidente o el Ejército; el gobierno trató de callar a los medios que transmitían en directo la retoma del ejército y la ministra de comunicaciones de entonces, Noemí Sanín, ordenó la transmisión por televisión nacional de un partido de fútbol entre Millonarios y Unión Magdalena en el estadio El Campín.

Esa noche el Palacio ardió, un tanque disparó desde la estatua de Bolívar directamente hacia el cuarto piso, donde los 60 rehenes y los guerrilleros se apretujaban en un baño. Era increíble que en la mañana del jueves 7 todavía hubiera personas vivas dentro de la edificación totalmente chamuscada. A las 4 de la tarde se oyó una última explosión y todo terminó con un saldo trágico de 94 personas muertas entre asaltantes, rehenes, policías, militares y una herida que 40 años después no sana.

Se cumplen 40 años de la toma y el actual Presidente perteneció al M-19. Al igual que ocurrió con el robo de la espada de Bolívar, querrá llevar a cabo un acto de ‘resignificación’, con fines electoreros, haciéndola pasar no como el acto terrorista que fue sino como un capítulo de la lucha romántica de un grupo de jóvenes, que buscaba cambios fundamentales para el país.

El M-19 entró a sangre y fuego al Palacio de Justicia y este hecho provocó la muerte de 53 civiles, 6 militares y la desaparición de 11 personas, eso no tiene discusión ni otro significado, lo que fue es y seguirá siendo en la memoria de los colombianos.

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