Opinión
Nacimiento y morimiento
Tenemos que aprender a aceptar y a saber que la muerte en sí no duele, que es algo real, intenso y profundo.
Escucho la conferencia del médico español Enric Bento sobre nacer y morir. Él lo llama Nacimiento y Morimiento, el ciclo que todos vivimos en este planeta. Celebramos el nacimiento y nos incrustamos en el dolor cuando alguien cercano muere… Este médico, científico, racionalista, reconocido internacionalmente, se apartó de su ‘rol de sanar’ para dedicarse a “cuidar y acompañar” pacientes terminales.
Y sus palabras me llegan como un bálsamo en estos pocos meses que he despedido tantos amigos del alma… y que me sangra el corazón, y me rebelo con sus ausencias porque formaron parte de mi vida, y se forman huecos de queso gruyere redondos en el alma que ya no relleno con nada, llena de retazos interiores, como un rompecabezas que pierde cada vez más fichas. Casi como carne desmechada: dolor, rabia, negación, frialdad exterior y ganas de gritar por dentro.
Lo escucho. El modelo de la medicina hospitalario no sirve. Desde que era estudiante le enseñaron lo físico, pedazos de huesos, sesos, hígados en formol, cadáveres fríos, intestinos enrollados... cómo analizarlos, cómo curarlos, pero jamás tuvo ninguna clase sobre emociones, sentimientos, temores sobre el ser vivo que ya está en su etapa de partir. Y como fue aprendiendo que el mundo interior de ese ser es mucho más importante que sus niveles de creatinina, potasio o magnesio. Como ver siempre la muerte como una derrota médica y técnica, como un espantapájaros vestido de negro, acechante...
Como en sus estudios y prácticas jamás le enseñaron como acompañar a sus pacientes a morir… a despegarse con tranquilidad de ese cuerpo físico ya gastado y deteriorado que ya no funciona... como en medicina y con los avances de la tecnología todo se volvió científico, medible, cuantificable, y que lo intangible, los sutil, lo espiritual y emocional no figura en ninguna agenda ni catálogo de medicina, y ningún médico está preparado para acompañar.
Como los hospitales están diseñados para curar, tratar, combatir, operar y arreglarlo... Como si se tratara de un reloj que hay que sincronizar o una máquina que le falta aceite, y ya. La ciencia no sabe acompañar ni comprender, por eso no saben qué hacer ante enfermedades crónicas o mentales y mucho menos cómo es el proceso de morir.
En Cuidados Paliativos, nos dice ha aprendido más que en sus prácticas. Ya sabe sobre el sufrimiento, la espiritualidad, la ternura, el valor, el miedo y la aceptación. Repite que ningún robot podrá tener conciencia, que es la esencia del ser humano y la que da sentido a nuestra vida. Porque somos conciencia dentro de un cuerpo físico. Y que morir no significa que la muerte sea un desastre ni un final.
También, que rechazar la realidad no significa que la realidad no exista. Tenemos que aprender a aceptar y a saber que la muerte en sí no duele, que es algo real, intenso y profundo. Que no hay que desperdiciar la vida en ‘rollos y bobadas’ porque siempre es muy corta, y a veces ya es muy tarde entender que se ha desperdiciado en ambiciones, rencores, odios, frustraciones y no la vivimos. Que nos debemos morir sanos, o sea viviendo la vida intensamente.
Finalmente, que el acompañamiento es fundamental. Así como los nacimientos están acompañados, los morimientos deben estarlo. Nadie merece morir solo, aislado, lleno de tubos y respiradores aislado de sus familiares o amigos… No vale la pena resistirse a morir, aceptemos la muerte y no la compliquemos con ayudas externas que prolongan las agonías.
Y lo más importante: aceptar que los seres humanos no controlamos nada, ni la respiración ni los látidos del corazón, ni los sueños, ni los terremotos, ni las tormentas. Intentemos entrar a la muerte con los ojos abiertos y la gratitud de haber vivido. Dejarles como herencia a los hijos el jamás tener miedo de morir y el valor para vivir plenamente.
Acompañar no es invadir ni mentir. Es estar al lado con amor.
Gracias a esos seres, amigos del alma que ya partieron. Gracias por haberme permitido compartir momentos de sus vidas: risas, llantos, ilusiones carcajadas momentos, instantes eternos que seguirán vivos en mi corazón.