Columnista

Maravilloso mundo animal

Basta ver y sentir -sobran las palabras- el inmenso amor y fidelidad de los perros hacia sus humanos...

Helena Palacios
Helena Palacios | Foto: El País

9 de oct de 2025, 01:41 a. m.

Actualizado el 9 de oct de 2025, 01:41 a. m.

Tuvieron que pasar miles de años para que el hombre empezara a tener consciencia del valor y la grandiosidad de las otras especies del mundo animal al que pertenecemos. Con arrogancia e ignorancia se ha servido de ellas, sin considerar que sienten y obran conforme a una inteligencia propia, según su naturaleza.

El Siglo XX dio paso a la evolución de la mentalidad con el despertar de una nueva sensibilidad en torno a los animales y al medio ambiente, que la mayoría no tenía. Ello no estuvo desprovisto de luchas de pioneros y observadores de la naturaleza, entre los que se destaca la excepcional etóloga, Jane Goodall, fallecida recientemente. Por su trabajo se conoció el comportamiento de los chimpancés, más allá de las semejanzas con el humano a simple vista.

El Papa Francisco estuvo a la altura en la defensa de la tierra y el medio ambiente con la Encíclica ‘Laudato Si’, palabras estas que hacen parte del Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís. Es un mensaje que no justifica el dominio absoluto del hombre sobre otras especies. En Colombia, la jurisprudencia y la ley reconocen que los animales no son ‘cosas’, sino seres sintientes que merecen protección ante el acostumbrado maltrato animal. Son desalmados los causantes de violencia sobre ellos, porque actúan sin compasión por su sufrimiento, y, de paso, revelan su peligrosidad, porque su crueldad puede escalar hacia las personas.

En contraste con la conducta humana, hay animales que nos dan lecciones de afecto y convivencia, tanto los que nos acompañan, como otros desde lejos en su hábitat, en profundas selvas, bosques y aguas. Basta ver y sentir -sobran las palabras- el inmenso amor y fidelidad de los perros hacia sus humanos, el tierno y cálido afecto que llegan a demostrar gatos, aves, chimpancés, delfines, peces, etc., pero lo sorprendente son las grandes y afectuosas amistades entre un animalito y otro, de otra especie, que ahora apreciamos en sinnúmero de videos.

Documentales sobre los mares, como la serie Nuestros Océanos, revelan la historia oculta de seres con increíbles formas y colores, sus estrategias para adaptarse a las condiciones en procura de la supervivencia, el alimento, la seducción, la competencia, la protección de sus crías, la defensa. Sorprende lo que son capaces de hacer, el ingenio para afrontar los peligros, los afectos y tácticas aprendidas por fuerza de las circunstancias. Son maravillas dignas de respeto y conservación.

Ni que decir del vuelo milenario y vital de las pequeñísimas y ‘blondas avecillas’, motivo de asombro e inspiración de poetas, filósofos y naturalistas por su misteriosa y prodigiosa organización. Gracias a sus viajes en busca del néctar de las flores, polinizan los campos con lo que, nada más y nada menos, se fecundan semillas y frutos. Sin embargo, están en vía de extinción, millones de abejas perecen por los insecticidas y la deforestación, con ello, menos alimentos para el hombre.

De la existencia de los animales depende la nuestra, no al contrario, será un mundo mejor si los protegemos y queremos. Anatole France dijo la famosa frase: “hasta que uno no ha amado un animal, una parte del alma sigue sin despertar”. Cuando hay una conexión emocional, ellos y nosotros desciframos el pensamiento del otro en sus gestos, incluso, basta una mirada para que nos entiendan, e igual, leemos en la suya su querer o sentimiento.

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