Columnistas
Los niños del turno de la noche
El punto escandaloso no está solamente en la codicia de estas grandes empresas, sino en el silencio cómplice de muchos intervinientes
Una cara tétrica y dolorosa cara de un capitalismo salvaje dejó en evidencia el domingo pasado la revista del periódico The New York Times, en un reportaje muy detallado sobre el trabajo infantil en los Estados Unidos. Dejó al descubierto verdaderos colmillos sangrantes de un capitalismo salvaje y decadente.
Siguiente la historia de un niño guatemalteco, Marcos, que a los 13 años llega a Estados Unidos bajo el mecanismo de protección de niños de 2008, que les permite pasar la frontera y ser acogidos por una de las agencias sociales que lo puso en cuidado con una tía en un barrio que se fue formando en un parqueadero de tráileres en un parque en Virginia: Dreamland. El único empleo que consiguió fue el de aseador de una planta-matadero de pollos de una de las empresas más importantes de carne empacada de pollos: Perdue.
El trabajo más duro de este matadero era el turno de la noche que debían limpiar y recuperar la higiene de la planta luego de cada día de labores. Para lo cual, la empresa había subcontratado una sociedad especializada en el tema, que terminaba contratando menores, pues pagaba tan bajo la hora que los adultos no duraban en cargo o sencillamente no lo tomaban. Por ello, contrataban menores que tienen prohibido trabajar en mataderos y de noche. Violaban todas las normas laborales, gracias al uso de papeles falsos. A este muchacho le quedaba grande el trabajo y terminó por inexperiencia accidentada en las faenas de limpieza: su brazo fue comido literalmente por la máquina de deshuese de los pollos.
El punto escandaloso no está solamente en la codicia de estas grandes empresas, sino en el silencio cómplice de muchos intervinientes: los inspectores del departamento de Agricultura que deben vigilar las normas de manipulación de alimentos y que se daban cuenta que trabajan niños en la planta. Los profesores de los colegios donde estaban matriculados los niños hasta habían decidido tener dos secciones, una para los niños que no trabajaban y que esperan que se graduaran, y otra para los niños que trabajaban y que casi seguro dejarían de estudiar.
Igualmente, luego del accidente de Marcos, hasta el padre de la Iglesia Católica cercana de su campamento hizo una colecta para ayudarle durante la convalecencia. Pero ninguno de ellos denunció. Solo cuando una niña que trabaja en el matadero y que tuvo unas quemaduras por los ácidos utilizados para desinfectar las máquinas y las mostró una vez que fue al colegio.
Pues allí algún administrativo puso la queja en la Policía. ¿Y qué encontraron? En las plantas de esa fábrica trabajan más de 100 menores en la limpieza. Y le pusieron una multa de 1,5 millones de dólares a la empresa que terceriza, pero no a la empresa de pollos. Esta, que se dice ser una empresa de comida y agricultura responsable, prefiere contratar niños para reducir sus gastos, aunque con ello dañe la vida de los niños. Este es el capitalismo salvaje.
Uno de los aspectos que los teóricos de la ética empresarial siempre señalan es que las empresas deben ser mucho más exigentes con el cumplimiento de las regulaciones a las empresas que subcontratan para ciertas tareas. Es para evitar la llamada ceguera indirecta: Responsabilizamos menos a los demás por la conducta poco ética cuando esta se materializa a través de terceras personas.
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