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Lo que un robot no entiende

La mayoría de las personas aún prefiere hablar con otros seres humanos, que sienten y reaccionan de forma espontánea.

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Claudia Calero, presidenta de Asocaña, entregó un balance positivo de 2024 y habló de los retos de la agroindustria para 2025.

Foto: Juan Carlos Sierra-Revista Semana.
Claudia Calero | Foto: JUAN CARLOS SIERRA PARDO

9 de ago de 2025, 03:25 a. m.

Actualizado el 9 de ago de 2025, 03:25 a. m.

Acabo de terminar Nexus, de Yuval Noah Harari. Seguramente muchos de quienes leen esta columna ya lo han hecho… En todo caso: recomendadísimo.

Entre tantas ideas que Harari plantea, hubo una que me hizo releer varias veces: la desaparición de ciertos trabajos siempre viene acompañada por la creación de otros nuevos. En la Revolución Industrial, millones de agricultores dejaron los campos para emplearse en fábricas. Más adelante, muchos de esos empleos fueron absorbidos por el sector de servicios. Hoy, muchas personas viven de profesiones impensables hace 30 años: influenciadores, blogueros, operadores de drones, diseñadores de videojuegos o creadores de contenido para plataformas como TikTok.

Entonces, pensar que en el 2050 todos los empleos habrán desaparecido es una exageración. El desafío no será la escasez de trabajos, sino la velocidad con la que tendremos que adaptarnos a los nuevos y lo que eso implica. Las generaciones futuras necesitarán habilidades distintas. ¿Cuáles? No tengo la menor idea.

Y no la tengo porque muchas de las habilidades que por siglos creímos exclusivamente humanas (como razonar, planear, calcular o escribir) ya pueden ser automatizadas. Otras, por el contrario, son mucho más difíciles de reemplazar.

Un caso muy claro es el del peluquero. Aunque hay máquinas que lavan el cabello o cortan con precisión, automatizar toda la experiencia (desde la llegada a la peluquería hasta la charla de café) sigue siendo difícil. Pasa lo mismo con tareas físicas impredecibles, como acomodar productos en un supermercado o ayudar a un adulto mayor a vestirse.

Otro caso es la medicina. Muchas actividades que realizan los médicos, como son diagnosticar o formular tratamientos, ya pueden automatizarse. Pero lo que hace una enfermera que cambia un vendaje o consuela a un niño tras una inyección es mucho más difícil de replicar. Por eso, los que aspiren a trabajar en 2050 necesitarán también habilidades físicas y sociales, no solo intelectuales.

Ahora bien, ¿qué pasa con los trabajos relacionados con las emociones humanas? ¿Los psicoterapeutas, profesores, cuidadores, etc.?

Depende. Si lo que se busca es una respuesta emocional adecuada, es probable que los algoritmos lo hagan. Esto se explica porque las emociones también son patrones: el miedo, la tristeza o la ira pueden identificarse por el tono de voz, las expresiones faciales o el lenguaje corporal. La IA no se emociona, pero puede aprender a reconocer las emociones con una facilidad enorme. Y, en algunos casos, esa ausencia de emociones propias podría ser una ventaja: una máquina no se distrae, no se cansa, no juzga… simplemente procesa.

Eso sí: una cosa es reconocer emociones y otra muy distinta es generar conexión. ¿Qué quiere realmente una persona cuando acude a terapia, pide ayuda o busca consuelo? ¿Quiere resolver un problema o necesita ser escuchada por alguien que entienda lo que siente?

La mayoría de las personas aún prefiere hablar con otros seres humanos, que sienten y reaccionan de forma espontánea. Pero como advierte Harari, si alguien interactúa seguido con una máquina que simula emociones, terminará creyendo que es consciente. Pasa lo mismo con nuestras mascotas: creemos que nuestro perro nos ama o que nuestro gato está triste, no porque tengamos una prueba irrefutable de su conciencia, sino porque queremos creerlo. Es obvio… nos encariñamos.

Lo cierto es que el futuro del empleo será incierto, pero no por falta de trabajo, sino por la necesidad de reinventarnos. Una y otra vez. Será un mundo donde adaptarse no será una opción, sino una necesidad. Y precisamente el verdadero reto no será ganarle a la inteligencia artificial, sino seguir siendo personas.

Presidenta de Asocaña

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