Columnista
Lo fundamental no son los rótulos políticos, es el buen gobierno
Todas las personas que habitamos en Colombia o en cualquier otro país tenemos el deber democrático de enseñar con nuestro propio ejemplo de vida...
Siga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias


28 de oct de 2025, 02:39 a. m.
Actualizado el 28 de oct de 2025, 02:39 a. m.
En mis 79 años de vida, he tenido la oportunidad de conocer a algunas personas, de todos los colores políticos y sociales, que presentan como particularidad personal sentir siempre envidia con los éxitos de otros y menos tienen la grandeza de reconocer en privado o públicamente los éxitos personales, políticos o sociales de otras personas. En otras palabras, viven prisioneras de las cadenas de las envidias y del veneno de sus propios egoísmos.
Ese tipo de personas debemos evitarlas en nuestras relaciones personales, pero sobre todo que, con uno u otro embuste, lleguen a tener cargos de responsabilidad estatal, social o económico y, por lo tanto, con sus sectarismos y envidias lleguen a causar daños en la vida de las personas y en las relaciones de respeto y amistad entre quienes, por una u otra razón, tienen derecho a pensar de manera diferente. No olvidemos que la base de la democracia y de la convivencia pacífica de los pueblos radica en el derecho a pensar diferente y en el deber de buscar puntos de encuentro que nos permitan construir sociedades más equitativas, con mayores niveles de bienestar y paz.
Todas las personas que habitamos en Colombia o en cualquier otro país tenemos el deber democrático de enseñar con nuestro propio ejemplo de vida, para lograr que en este mundo se acaben las envidias, los odios, los sectarismos, las insensibilidades sociales y sobre todo, la mala costumbre de gozar con las necesidades y dificultades personales de los demás.
La vida me ha enseñado que cuando se tienen importantes cargos públicos, incluyendo los de elección popular, la labor de los gobernantes no es la de ponerse rótulos políticos o sociales, sino la de procurar siempre espacios de diálogo social con la población o con los contrarios políticos, pero siempre aplicando el principio de la sabiduría popular: el del respeto recíproco, de no comprometerse con lo que luego no se puede cumplir, de no andar con embustes y de decir siempre la verdad. Lo fundamental son las acciones, pues ellas son las que llenan de significado los rótulos.
No hay que olvidar que esos cargos públicos, por importantes que sean, tienen fecha de terminación y que el mejor examinador, después de terminada la gestión de servidor público, es que las personas hayan enseñado con su ejemplo de vida y que, por su rectitud y eficiencia tanto en el manejo de los recursos públicos como de sus demás responsabilidades como servidor público, merezcan luego públicamente el respeto y saludo cariñoso de la gente tanto en Colombia como en otros países.
Desafortunadamente, lo que se ha venido imponiendo por parte de personas de diversos colores políticos y sociales es todo lo contrario. Todo parece indicar que su máxima de vida es: “si no piensas política y socialmente como yo, sencillamente estás contra mí”. A esas personas, les digo que así no es la vida y que los cargos públicos no son para proyectos individuales. Son, como lo indica la palabra ‘público’, para todos.
En mi opinión, solo así, si sabemos unirnos en la diferencia y reivindicar el verdadero significado y alcance de la misma, lograremos una Colombia mejor, más solidaria y, sobre todo, sin odios, violencia y reconciliada social y políticamente. Para ello, la vida me ha enseñado que todos los sectores políticos, económicos, sociales y étnicos debemos ceder y pensar qué es lo que cada persona tiene que aportar para lograrlo.

Exministro de Trabajo, exvicepresidente de Colombia, exgobernador del Valle
6024455000





