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La avioneta y La Tertulia

Las mujeres de Cali se tomaron el mando cultural. La ciudad se convirtió en un hervidero. Incolballet, el Museo, el Teatro, Festivales de Poesía, encuentros internacionales de literatura.

25 de junio de 2024 Por: Aura Lucía Mera
Aura Lucía Mera

Alfonso Bonilla Aragón y Edmond Cobo se montaron un buen día en una avioneta y cambiaron el destino del pueblo.

El Tertuliadero funcionaba en una vieja casa, de poco frente y mucho fondo, en San Antonio. Cada semana se reunían los pensantes, inquietos intelectualmente, amantes del arte, de los libros, de la música. No todo era caña ni soya, ni dictadura militar. Las reuniones pasaban desapercibidas y sin caer en las redes de la censura. O a lo mejor Gómez Arenas, culto y amable, se hacía el de la vista gorda.

Neruda y sus poemas. Romero Brest, rechoncho y profeta catastrófico, afirmaba agarrado al micrófono que el Arte del Caballete desaparecería. Marta Traba ya se hacía sentir. Fanny Mickey, con su pelo alborotado, sus piernas infinitas y sus carcajadas, lanzaba apasionadas ideas y propuestas.

El arriendo de la casa corría por cuenta de Alfonso Bonilla Aragón, periodista, lector incansable, polémico, amante de su ciudad, convencido de la importancia intelectual de las mujeres de su tierra, logró que estas se abrieran campo y así naciera Matriarcali. Algo inusitado en un país pacato, consagrado al Sagrado Corazón, regido por un Concordato machista, clerical e inquisidor.

Edmond Cobo, un ser fuera de serie, también promotor de la cultura además de ingeniero visionario, enamorado de su Cali, y Alfonso se montaron un buen día en una avioneta para mirar “el pueblo amado y estancado” y sobrevolaron el charco del burro, ya casi seco, un basural. Se les prendió la chispa y decidieron que ese sería el sitio para la Nueva Tertulia.

Edmod Cobo compró el terreno al municipio y lo regaló a La Tertulia. Conmoción. Miles de ideas, proyectos, frenesí. La firma de arquitectos Lago y Sáenz fue la escogida. Su maqueta sobria de columnas y espacios luminosos, aprobada. Maritza Uribe de Urdinola, fundadora, como el Acorazado Potemkin sacudió estructuras empresariales que respondieron generosamente y ese fue el inicio de este Museo, ícono de Cali que acaba de celebrar sus setenta años.

Gloria Delgado Restrepo retornaba a Cali después de largos años en Europa y especializada en Arte, fue la primera directora de la Bienal de Artes Gráficas. Dedicando su vida al Museo, viajando, escogiendo artistas, hasta lograr esa colección única, patrimonio de la ciudad.

Las mujeres de Cali se tomaron el mando cultural. La ciudad se convirtió en un hervidero. Incolballet, el Museo, el Teatro, Festivales de Poesía, encuentros internacionales de literatura. Rulfo, Camilo José Cela. Revistas como Vivencias y La Cábala.

El Nadaísmo llegó con su escuadrón de poetas, los hippies y los happenings. Ciudad Solar, Ómar Rayo y Águeda Pizarro parecían sacados de Hollywood. Detenían el tráfico con sus obras y su poesía. Se acercaban los Panamericanos. Cali dejaba de ser un pueblo, el charco dejaba de ser un charco y una corriente electrizante se metía en las venas de todos los habitantes.

Aeropuerto. Hoteles cinco estrellas. Estadios deportivos. Educación cívica de gremios. Identidad ciudadana, amor por ella. Sentido nuevo y fuerte de pertenencia.

Gracias, Alfonso y Edmond. Dos visionarios que abrieron la puerta de la cultura, el deporte y delegaron esas llaves en manos de una generación de mujeres fuera de serie.

La Tertulia, setenta años. Ya Alfonso, Edmond, Maritza, Gloria, Marta, Fanny y tantos otros Quijotes no están, pero el Museo La Tertulia, con sus sucesoras María Paula Álvarez y Ana Lucia Llano, han sabido no solo conservar sino innovar este legado cultural.

La cultura es el camino, no existe otro. Cali seguirá pasando esta antorcha, que jamás se extinguirá.

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