Columnistas
La arrodillada
Petro quedó sin margen de maniobra, en adelante su única opción será obedecer.
El daño que la belicosidad y el desenfreno verbal del presidente Gustavo Petro causó a la relación diplomática y económica más importante de Colombia no va a ser fácil de arreglar, y exigirá capacidades políticas que se pierden por la salida de Luis Gilberto Murillo de la Cancillería.
Aunque su ejercicio como embajador en Washington fue básicamente ser obsequioso con el Partido Demócrata y el gobierno de Joe Biden, es una contraparte mucho más experimentada y sagaz para Marco Rubio, que su reemplazo.
El Presidente quedó de rodillas en el brevísimo pulso que hubo entre su trino a las tres y algo de la madrugada, y la reculada ante el terrible escenario que presagiaba con tan solo una cualquiera de las sanciones que Donald Trump estaba listo a ejecutar. Postró a Petro con el rugido.
El cuento de que estaba de por medio la dignidad de los deportados solo se lo comen los pocos fanáticos que gimotean tratando de salvarle la cara al Presidente.
Al contrario, les impidió el derecho inalienable a ingresar a su país y quedar libres, y, al prohibir el aterrizaje de los aviones norteamericanos, prolongó esas mismas condiciones de indignidad, pues tuvieron que regresarse esposados como estaban y reingresar a un centro de detención en Estados Unidos. Un clarísimo caso de revictimización.
El supuesto liderazgo de los intereses de América Latina que invoca tener Petro quedó por el piso, la mayoría de los titulares de la prensa de todos los continentes dice que reculó y aceptó todos los términos de Trump. Ya no es modelo para nadie, para unos es irresponsable y, para otros, cobarde.
En la nueva burocracia norteamericana tampoco hay duda de que Gustavo Petro recibió una lección útil para mandatarios que se aventuren a desafiar a Trump. Fue “the perfect foil”, el que sirvió para disuadir a todos los demás, como dijo Patrick Oppman, corresponsal internacional de CNN.
Para despejar dudas basta leer la entrevista que le hizo Megan Kelly a Marco Rubio. Las referencias a Colombia son en función del resto del mundo: dice Rubio que con el rifirrafe Estados Unidos “reafirmó lo que muchos líderes piensan sobre Estados Unidos bajo Donald Trump: no hay misterio, dice lo que va a hacer y lo hará de verdad. La política exterior funciona mucho mejor cuando la dirige alguien así”. Hasta ridiculiza al Presidente colombiano al decir que no se sabe si el trino lo hizo cuando acababa de despertar o apenas se iba a dormir.
El incidente expuso la debilidad general de Colombia con Estados Unidos especialmente por la relación económica, pues es el destino del 30% de nuestras exportaciones, dependencia que se ha incrementado en 4 puntos desde que Petro llegó a la presidencia; más del 42% de las remesas que reciben los hogares colombianos vienen de migrantes en Estados Unidos, nuestro sector financiero está muy integrado al norteamericano y no pocas familias de estratos medios y altos tienen sus ahorros en inmuebles en ese país.
También quedó clara la unidad política nacional alrededor de preservar las buenas relaciones con Estados Unidos. De hecho, Rubio dice que el incidente fue con Petro, no con Colombia.
Petro quedó sin margen de maniobra, en adelante su única opción será obedecer. Si por el crecimiento de los cultivos ilícitos Estados Unidos exige que se restablezca la fumigación, así será. La soberanía, la dignidad, la prevalencia de la vida y el agua son figuras retóricas abusadas en la lírica barata de un presidente en retiro y arrodillado que ilustra el escarmiento al que serán sometidos quienes emulen su estilo.
Regístrate gratis al boletín diario de noticias
Te puede gustar