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Historias que se comen, se comparten y cambian vidas

Pese a que empezaban mis vacaciones, no aguanté la tentación de ir a conocer a quien resultó ser una de las personas más bellas con las que me he encontrado...

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Santiago Cruz Hoyos.
Santiago Cruz Hoyos. | Foto: El País.

3 de ago de 2025, 01:28 a. m.

Actualizado el 3 de ago de 2025, 01:28 a. m.

La historia me la contó un amigo, Jorge Enrique Rojas, uno de los mejores cronistas de Colombia. “¿Viste el video de TikTok del man de la Avenida Roosevelt? Salió corriendo de Siria y fue a dar a Venezuela. Era millonario. Ahora está en Cali vendiendo comida árabe en un carrito”, me escribió ‘Kike’, junto al enlace.

Pese a que empezaban mis vacaciones, no aguanté la tentación de ir a conocer a quien resultó ser una de las personas más bellas con las que me he encontrado y contar su historia en El País: Ibrahim Sawas.

En el garaje de su casa, Ibrahim narró que cuando abrió su puesto de comida en el que ofrece kibbeh y shawarmas deliciosos, había noches en las que apenas vendía $20.000. Todo cambió cuando su vecino, Mateo Montes García, junto a su novia Valeria, le hicieron un video sin cobrarle un peso, que colgaron en su cuenta de TikTok: Mercadeo Viral.

“Fue como si las puertas de Dios se hubieran abierto. A la siguiente noche comenzaron las filas en mi puesto”, dijo Ibrahim. El video ya registra 7 millones de vistas. El puesto de Ibrahim, por su parte, se llena a diario desde entonces.

Hace unos días, mientras caminaba , vi en el parque de El Ingenio que estaban haciendo un video en un puesto de venta de choripanes. Seguí de largo. Al día siguiente, la escena era idéntica a la que había visto en la Avenida Roosevelt con Ibrahim: un puesto ambulante de comida y, detrás, una fila extensa de comensales.

Recordé la cuenta Mercadeo Viral y, en efecto, allí estaba colgado el video en el que se contaba la historia de Santiago Girón, un arquitecto y comediante que no ha logrado tener un empleo estable, y su pareja, Ivania, estudiante de Ciencias Sociales. Ambos invirtieron sus ahorros en el puesto de choripanes con la esperanza de un futuro próspero. “El poder de las historias”, pensé.

Al teléfono está Mateo Montes García, el emprendedor que con sus videos está haciendo visible lo invisible para muchos. Todo comenzó en la universidad, cuando abrió una empresa de alfajores, Diletto, mientras estudiaba Negocios Internacionales. Como Mateo es bueno con las redes —“me encanta hablar”— su empresa comenzó a crecer gracias a las historias que colgaba. Hoy tiene dos puntos de venta en Cali y más de 300 distribuidores a nivel nacional.

Enseguida, Mateo comenzó a ayudar a sus amigos emprendedores que estaban a punto de quebrar. Les hacía videos que se hacían virales y las ventas se disparaban.

“Siempre he creído que las empresas son la forma de cambiar el país. Creando empresa, pagando bien, se transforma la sociedad. Cambiando mi mundo, para que el mundo de al lado vaya cambiando”.

Por eso creó Mercadeo Viral: para impulsar no solo a Diletto y sacarla de momentos difíciles, sino a otros emprendedores. Como los mismos distribuidores de sus alfajores. Sara, una de ellas, no tenía cómo pagar los 500 mil pesos de su matrícula de universidad. Mateo le hizo un video, y la comunidad que ha logrado consolidar le pagó tres semestres. O don Emiro, un abuelo de 70 años que no tenía para pagar el arriendo. No solo se lo pagaron, sino que le financiaron el tratamiento de sus dientes después de que los perdiera en un siniestro de tránsito.

Mateo no cobra por sus servicios. Su propósito es cambiar la vida de las personas haciéndolas virales. “Si le tiro una piedra al mundo, recibiré una piedra. Si le tiro una barra de chocolate, recibiré chocolate. Quiero darle a la vida lo que quiero que me devuelva e iniciar esta cadena de favores para que Cali y su gente progrese”.

La cuenta de Mercadeo Viral es nueva. Al principio, por supuesto, tenía pocos seguidores, quizá cien. Alguien le dijo a Mateo que cómo una empresa iba a confiar en él teniendo tan pocos seguidores. Se lo tomó como un reto: se iba a dedicar a contar historias que cambiaran la vida de los demás al hacerlas virales. Y lo está logrando.

“Quiero seguirle cambiando la vida a las personas de una manera que sea constante. Hay influenciadores que cobran por videos en los que el emprendedor vende un fin de semana y ya. Lo que quiero es que las personas, a través de lo que yo haga, les cambie la vida para siempre. No es solo el video, sino que los asesoro para que sigan siendo virales por su cuenta. Como Ibrahim. En un solo día sus redes crecieron en 150 mil seguidores, cuando yo, con mi negocio de dos años, no he podido pasar de 20 mil. La clave es que la gente ya no quiere saber de precios ni ver productos: quiere conocer historias que la inspiren. Y detrás de cada emprendedor hay una historia muy poderosa”, dice Mateo, como recordando que en tiempos en los que el algoritmo parece devorarlo todo, hay quienes todavía creen en historias que no solo se comparten. También se comen. Y salvan.

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