Columnistas
Hablamientos y pensadurías
La inteligencia siempre fue el común denominador...

14 de oct de 2025, 02:04 a. m.
Actualizado el 14 de oct de 2025, 02:05 a. m.
Me robo el título de uno de los más bellos libros de Eduardo Caballero Calderón, uno de esos seres irrepetibles; huraño, melancólico, sentido del humor ácido. Lo recuerdo en su apartamento de El Nogal, rodeado de libros hasta el techo.
Una de sus empleadas un día le preguntó: Doctor, ¿usted no trabaja en nada? Se la pasa todo el día escribiendo o leyendo. Recibía los jueves al atardecer, sentado en su sillón, a su lado el bastón y la mesita con el vaso de whisky, el cenicero y sus cigarrillos. Yo siempre asistía de metida; tertulias inolvidables, nostalgias, carcajadas, críticas políticas.
Sus tres hijos dejaron huella: Luis, con sus cuadros, artista arisco y genial; Antonio, escritor, columnista, dibujante, implacable crítico del acontecer político, huraño y tierno, y Beatriz (Chispas): escritora infantil, dibujante, arrolladora. Familia que dejo huella indeleble en este país. Arte, honestidad, compromiso. La inteligencia siempre fue el común denominador.
El título me permite ponerme a divagar en temas diversos este lunes 13… Un lunes 13, hace ya muchos años, amanecí encerrada en una celda para delincuentes comunes en Guayaquil. Mi segundo marido se había suicidado el domingo 12. Un tiro en el corazón. Había dejado una breve carta para mí: “Gracias por todos los soles y las lluvias compartidas. Mi amor y mi último pensamiento para ti”. Yo no estaba presente; sin embargo, me encerraron. Kafka era un cuento de hadas; un amigo del alma voló desde Quito y me sacó. Su cuerpo lo dejamos, como él quería, en las faldas del volcán Cayambe. Años después, supe que se habían robado sus restos. No quise averiguar más.
Este domingo comprobé con emoción que todavía existen familias tribales de cuatro generaciones de amor, compañía, comunicación en la celebración por el cumpleaños de una mujer fuera de serie; verla cantar, su marido feliz, sus hijos, nietos, el bisnieto de ojos redondos. Música, película de sus vidas. Me recuerda la mía. También tribal, de cuatro generaciones, donde parecemos una piña. Siempre pendientes, siempre con amor, jamás una pelea. Y pienso en tantas otras que se odian, no se hablan, meten al viudo o viuda mayor y vieja en un ancianato donde los dejan tirados, les quitan el apartamento, los dejan sin nada, se pelean por un miserable peso, tantas y tantas, sumidas en sus egos y apariencias. Alejados del amor.
Pienso. Domingo 12. Se corta la coleta José Antonio Morante de La Puebla, el maestro de maestros de la torería. Magia, duende, valor, sabiduría, entrega. Me dan ganas de llorar, aunque en mi retina quedan hasta que me muera esos instantes; esas tardes apoteósicas donde los Oles salían del fondo del corazón.
¡Definitivamente, un domingo 12 de octubre para recordar!
Periodista. Directora de Colcultura y autora de dos libros. Escribe para El País desde 1964 no sólo como columnista, también es colaboradora esporádica con reportajes, crónicas.