Columnista
Habla la presidenta de Italia
La ineficacia de la ONU no ha escapado a la Meloni. Por eso plantea una transformación institucional, realista, pragmática, exenta de contaminaciones ideológicas.
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6 de oct de 2025, 01:15 a. m.
Actualizado el 6 de oct de 2025, 01:15 a. m.
Entre la sarta de discursos rimbombantes y pugnaces vertidos por los jefes de Estado durante la asamblea anual de la ONU celebrada en New York, hay uno que merece ser destacado. Me refiero al de Giorgia Meloni, presidenta del Consejo de Ministros de la República italiana.
La trayectoria política de esta dama se inició en una formación neofascista denominada Movimiento Social Italiano y continuó con la conservadora Alianza Nacional, a cuyo nombre ocupó el Ministerio de la Juventud. Posteriormente, sería cofundadora del colectivo Fratelli d´Italia y, tras las elecciones de 2022, el presidente Sergio Mattarella la encargó de encabezar el nuevo gobierno.
La Meloni ha sido tachada entre otros calificativos de pro rusa, euroescéptica, islamófoba, anti africana, pero la realidad es que su liderazgo hizo posible crear una fuerte coalición de que ha significado estabilidad sin antecedentes en la voluble política italiana. De otra parte, su gobierno se ha distinguido por un pragmatismo que más parece propio del centro ideológico.
Al intervenir ante la ONU, la presidenta se despachó contra el ataque de Rusia a Ucrania. Sus palabras expusieron lo que significa para el orden mundial esta acción ilícita perpetrada por un país miembro del Consejo de Seguridad, cuyo único fin es la ganancia territorial. En su concepto, la ausencia de una respuesta internacional apropiada creó también condiciones para la monstruosa agresión de Hamás a Israel y la subsecuente reacción falta de toda proporcionalidad, contra la inerme población gazatí.
Sobre este asunto, sus conclusiones son equilibradas: la organización terrorista Hamás, que desencadenó el conflicto y quiere prosperar sobre el sufrimiento del pueblo que dice representar, no puede ser premiada concediéndole injerencia en la administración de Palestina. De otra parte, a quienes gobiernan el estado judío cuya reacción excesiva merece sanción, hay que dejarles claro que no tienen derecho a bloquear la solución de los dos estados.
La ineficacia de la ONU no ha escapado a la Meloni. Por eso plantea una transformación institucional, realista, pragmática, exenta de contaminaciones ideológicas. Tal paso permitiría agilidad, transparencia, eficacia y la eliminación de una inmensa burocracia parasita. El cambio debería implicar la eliminación del exclusivista poder de veto atribuido a los cinco integrantes del Consejo de Seguridad.
En su concepto, la reforma tiene que alcanzar algunas regulaciones de la ONU relacionadas con la migración. Aquellas normativas estarían dando lugar a que en los países receptores algunos jueces actúen de forma politizada y unidireccional, favoreciendo a las bandas criminales dedicadas al tráfico de personas. Sin embargo, para la presidenta, la verdadera solución a la migración irregular está en que Europa se comprometa con el desarrollo y la prosperidad de las naciones empobrecidas, especialmente del África.
La reflexión sobre la ONU no concluye allí y critica la pasividad de la organización ante la persecución religiosa en el medio oriente y África, donde los cristianos son masacrados. Lo anterior sin dejar de observar que quienes lleguen al territorio de Italia serán libres en materia de culto, pero deben respetar los valores propios de la tradición cultural local y no podrán exigir cambios impuestos por sus creencias particulares.