Gracias infinitas, El País

La primera vez que visité la redacción de El País no tenía ni 20 años. Fue gracias a mi querido profe Gerardo Quintero, el maestro que vio algo de madera en mí para el periodismo escrito. Junto con mis compañeros de clase entramos a un consejo de redacción con los editores y periodistas de cada sección y lo que más recuerdo de esa mañana de noviembre del 2011 fue cómo el corazón me latía tan fuerte. “Algún día tengo que estar aquí”, pensé con ilusión, pero también con algo de incredulidad.

Por fortuna, y también (de nuevo) gracias al profe Gerardo, tuve la posibilidad de entrar en el 2013 a hacer la práctica profesional en la sección deportiva. El resto, como dice la frase, es historia, pero una historia de las lindas. Viendo al retrovisor, es mucho lo que tengo que agradecerle a El País, que, en mi vida, significa mucho más que un periódico, una página web o una oficina. Significa la materialización del sueño de un chico de quizá pocas palabras y que le iba fatal en el colegio, pero que sabía que tenía cosas por contar, por narrar y por vivir en este oficio.

Por eso hoy solo quiero darle las gracias a esta casa editorial por los momentos inolvidables que me regaló, porque lo que he vivido aquí, fue algo que ni en mis mejores sueños imaginé: integrar una sección deportiva de lujo con el mejor jefe que uno se puede encontrar en la vida (César Polanía), cubrir una Copa América en Estados Unidos, trabajar en la elaboración de un libro sobre la historia de mi amado Deportivo Cali, tener como compañero a mi hermano Gustavo y muchas otras cosas inexplicables y hermosas que me sucedieron.

Por eso gracias y gracias a esas personas que moldearon mi camino en esta redacción. A Vicky Perea y José Luis Carrillo por el cariño, la confianza y la empatía; A Ossiel Villada por ver en mí al líder que yo no sabía que existía; a Diego Martínez Lloreda por darme el ‘empujón’ para ir a la Copa América; a Paola Gómez por su respaldo siempre; a Santi, Isa, Diana, Felipe y Luisa por tantos días de amistad y hamburguesas; a Ingrid por ser tan maravillosa; a Pacho por ser el mejor de todos; a mi amado grupo ‘.com’ por todo lo que significó. Es tanta la gente a la que tengo por agradecer, que lo único que puedo hacer en sentirme afortunado.

Lloré por esas entrevistas que no se dieron, me lamenté por uno que otro texto que no salió como esperaba, pero también vibré con la mejor adrenalina que te puede ofrecer este bendito oficio, que no es otra que ser un testigo VIP de la historia. Gracias por tantísimo, y seguiremos escribiendo, siempre desde esta misma vitrina.