Columnistas

Fascismo a cuentagotas

La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

Alberto Castro Zawadski
Alberto Castro Zawadski. | Foto: El País.

13 de sept de 2025, 03:04 a. m.

Actualizado el 13 de sept de 2025, 03:05 a. m.

El argumento de que nuestra propensión a la violencia viene de los antepasados indígenas y los atropellos que sufrieron no tiene sustento ni en la historia ni en la lógica. Esa supuesta predisposición genética se desploma al mirar países con historias mucho más sangrientas que hoy son ejemplo de convivencia pacífica. Guerras civiles, genocidios y dictaduras no los condenaron al odio eterno; aprendieron a diagnosticar su realidad y aplicar la terapia correcta.

¿Por qué nosotros seguimos convencidos de que estamos destinados a matarnos? Porque un pequeño grupo logró instalar una narrativa cómoda y simplista, derivada del Marxismo: No existe comunidad. La sociedad no es sino un escenario de lucha por el poder. Las instituciones son solo trincheras de privilegios y por eso hay que criticarlas y eventualmente arrasarlas. Cortes, Congreso, Registraduría, Fuerzas Armadas, universidades, gremios, prensa, médicos, científicos… nadie se salva del anatema. La receta del iluminado es refundarlo todo y, para conseguirlo, todo vale.

Así surge la paradoja: una izquierda que presume de superioridad moral mientras hace simbiosis con el crimen. Se asocian para ‘combatir el sistema injusto’ y terminan fabricando una cultura mafiosa donde políticos y capos comparten cama, y controlan la crítica con plomo. No es casualidad que Colombia ocupe hoy el segundo lugar mundial en el índice global de crimen organizado (Gi-toc) y que quienes hablan claro y duro, sean silenciados por sicarios.

Según la Defensoría del Pueblo, hay 790 municipios -el 71 %- con presencia o amenaza de grupos armados. Cobran impuestos, controlan bienes públicos, dictan ‘justicia’ y administran elecciones a punta de fusil. Y todo bajo la mirada cómplice de un gobierno que retribuye los aportes en bultos de billetes y cajas electorales llenas de votos.

De un Estado que impulsa el crimen se pasa, lentamente, a un Estado criminal. No es sino mirar Venezuela. Si hubiese que definir al fascismo en dos palabras, estas serían las más apropiadas. Pero los incautos y tontos útiles siguen clamando que “no es para tanto”. Son incapaces de ver la degradación, que, aun en las revoluciones más abruptas, ha sido paulatina.

La meta está bien trazada y los pasos para lograrla se dan lentamente. Las dictaduras pasan inadvertidas porque se van implantando gota a gota.

Médico oftalmólogo, especialista en cirugía vitreoretinal. Docente universitario, fue gestor y director de la Clínica de Oftalmología de Cali y es reconocido como pionero en Colombia en cirugía de catarata con lentes intraoculares y en retinopexia neumática.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Columnistas