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Esclavos del WhatsApp

A tales extremos hemos llegado que, hoy por hoy, no contestarle a alguien un mensaje en menos de diez segundos puede ser considerado como una ofensa gravísima.

6 de junio de 2024 Por: Daniel Molina Durango
Daniel Molina
Daniel Molina | Foto: El País

La dependencia excesiva que desde hace varios años tenemos con la app de mensajería WhatsApp me parece triste y, a ratos, desesperante. Hace un tiempo, pensar en un sistema de comunicación que nos mantuviera conectados todo el tiempo con compañeros de trabajo, jefes, amigos y familiares era una utopía, pero ahora que lo tenemos, se me parece más a una cadena que llevamos en la muñeca mientras salimos de paseo con nuestro perro, cuando damos una vuelta con nuestra pareja e inclusive cuando nos sentamos a comer.

A tales extremos hemos llegado que, hoy por hoy, no contestarle a alguien un mensaje en menos de diez segundos puede ser considerado como una ofensa gravísima. Y alguien que ni siquiera conocemos, solo con tener nuestro número, puede acosarnos, llamarnos y escribirnos todos los mensajes que se le vengan en gana para que le respondamos en el tiempo que él desee y no en el que nosotros podemos.

Mucho se habla en estos tiempos de la libertad de expresión, de género, de la apertura de la mente para tratar de comprender las nuevas tendencias mundiales en todos los ámbitos, pero en la vida cotidiana, muchas veces somos esclavos del WhatsApp: lo primero que hacemos al levantarnos, incluso antes de bostezar, es coger el celular para ver cuántos mensajes tenemos que responder, y allí empieza una carrera loca que dura toda la mañana, la tarde, la noche y hasta la madrugada.

Tampoco se trata de destruir una herramienta que ha posibilitado y simplificado algunas dinámicas de comunicación que antes eran mucho más complejas, pero sí debe llegar el momento en el que reflexionemos sobre el mal uso que le damos, de manera involuntaria, en muchas oportunidades.

Por ejemplo, un estudio de la Super Specialty Hospital, de la India, indica que el uso excesivo del WhatsApp puede traerle graves consecuencias a nuestro cuerpo. Una de ellas, quien lo creyera, se relaciona con la columna vertebral: el hecho de mantener nuestra cabeza inclinada hacia adelante por mucho tiempo para ver la pantalla del móvil obliga a que músculos del cuello y tendones se sobre esfuercen, generando una postura riesgosa que causa su degeneración.

Túnel carpiano, síndrome del túnel cubital, punzadas fuertes y constantes en el cuello y lesiones musculares en las manos son otros de los males que podemos ‘ganarnos’ si no manejamos bien esta y otras herramientas disponibles en nuestros teléfonos. Y ni hablar de la salud mental, y de los cuadros de ansiedad que una persona puede llegar a padecer al recibir una gran cantidad de información y mensajes al mismo tiempo y desde diferentes contactos.

No se puede negar que el WhatsApp nos ha facilitado muchísimo la vida en varias situaciones, pero tampoco debemos olvidar que somos nosotros los que lo controlamos y no al revés, porque las consecuencias pueden ser muy graves.

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