Columnistas
Elementos de tierras raras vs. Microchips
En la pugna actual entre Pekín y Washington, las armas principales son los aranceles de Trump y los controles de exportación de Xi.
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29 de oct de 2025, 02:12 a. m.
Actualizado el 29 de oct de 2025, 02:12 a. m.
Esta semana, en Corea del Sur, se reunirán el presidente estadounidense, Donald Trump, y su homólogo chino, Xi Jinping. Será su primer encuentro desde 2019 y estará marcado por una nueva ronda de tensiones geoeconómicas: la partida estratégica entre los minerales raros y los microchips. Como recuerda Niall Ferguson en The Times, el uso de herramientas económicas con fines geopolíticos —la explotación de cuellos de botella o de recursos insustituibles controlados por un solo Estado o una coalición— ha sido una constante histórica en la rivalidad entre grandes potencias.
Según este, no se puede entender la historia de las guerras napoleónicas sin el sistema continental de Napoleón ni las contramedidas británicas. Tampoco el poder del Imperio británico sin su capacidad para mantener abiertos los puntos de estrangulamiento del comercio mundial. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos también supo aprovechar su liderazgo económico al restringir el acceso de la Unión Soviética a tecnologías estratégicas. Pero la guerra económica del siglo XXI ya no se libra en los mares ni en los mapas, sino en los laboratorios, las cadenas de suministro y los sistemas de exportación. En la pugna actual entre Pekín y Washington, las armas principales son los aranceles de Trump y los controles de exportación de Xi.
Uno de los temas cruciales de la reunión será precisamente la decisión de China de imponer licencias para exportar elementos de tierras raras, esenciales tanto para la industria civil como para la militar. Pekín controla cerca del 90 % del mercado mundial de extracción y refinación de estos recursos, entre ellos el europio, lutecio, tulio, itrio, iterbio, gadolinio, erbio y escandio. Estos son indispensables para la energía nuclear, la medicina, los láseres, las fibras ópticas, las cerámicas avanzadas y las celdas de combustible. Según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, un caza F-35 contiene más de 400 kilos de estos minerales; un destructor clase Arleigh Burke, 2400; y un submarino clase Virginia, 4200. Incluso un vehículo híbrido o eléctrico requiere unos 10 kilos.
Sin embargo, la jugada de Xi Jinping podría resultar contraproducente si Trump opta por una estrategia más sofisticada que la simple imposición de aranceles. Al tratarse de una restricción global, Washington podría organizar una coalición del G7, la Unión Europea y aliados como India o Australia para responder con medidas coordinadas: limitar el comercio con empresas chinas de alta tecnología dependientes de insumos extranjeros, restringir las importaciones de bajo valor agregado, sancionar a las firmas chinas que adquieran petróleo ruso y, sobre todo, reducir la venta de microchips avanzados que China aún no puede producir internamente. Tal respuesta no solo debilitaría la posición de Pekín, sino que también reforzaría los lazos de Washington con sus aliados tras las tensiones provocadas por los aranceles globales anunciados el pasado abril.
Así, la competencia geoeconómica que antaño se libraba por el control de estrechos como Ormuz o Suez hoy tiene lugar en las minas de tierras raras y en las fábricas de semiconductores. El desenlace de esta nueva guerra económica —entre microchips y minerales críticos— definirá quién ejercerá la hegemonía tecnológica y, en última instancia, económica del siglo XXI.
@Mariocarvajal9C

Internacionalista de la Universidad Javeriana, magister en Estudios Latinoamericanos de University of Oxford y candidato a la maestría en Economía Política Internacional del London School of Economics. Analista de política internacional.
6024455000





