Columnistas
El poder de la palabra
Nuestras palabras tienen el poder de crear o destruir. Incluso la ausencia de diálogo, de palabras, puede traernos problemas.
En un estudio muy extenso, Charles Moeller nos habla de conocer al hombre a través de las palabras que usa, reduciendo a tres la estructura de este acercamiento a la esencia de la persona, a saber: el sustantivo, el verbo y el adjetivo. Expertos en el tema como el doctor Ian Burkit, de la Universidad de Bradford, nos señala en un estudio que: “Ese diálogo nos permite también construirnos a nosotros mismos o incluso deconstruirnos. Sabemos que las palabras tienen poder, pero esas que nos dirigimos a nosotros mismos, presentan una trascendencia inmensa para nuestro bienestar psicológico”.
Recordemos esa importancia, respecto a ciertas ideologías, en especial de izquierda, que cuando asumen el poder, lo primero que controlan es la educación y los medios de comunicación; pues ellas manejan los puntos de vista y siembran en el inconsciente colectivo palabras claves con las cuales manipulan las mentes de sus seguidores.
También pensemos cómo se dictan normas del uso de determinados vocablos que no se deben mencionar en las personas del gobierno, para no entorpecer el diálogo; como aquello de la vida coloquial que se dice que ‘en casa del ahorcado no se debe hablar de la soga’ y se colocan entonces palabras que van distorsionando o suavizando lo que significan realmente los hechos.
De nuestras palabras depende nuestro futuro, así que empecemos a cambiar nuestra vida, cuidando las palabras que decimos y nuestra forma de hablar, no fomentemos el enfrentamiento, la división, el odio y la venganza.
“Somos una organización pobre, como la mayoría de los colombianos”, por eso necesitamos secuestrar (Antonio García, Eln). El Eln factura alrededor de 18.000 millones al mes por secuestros y extorsiones. Alexa Rochi, excombatiente de las Farc, ganó beca del Ministerio de Cultura con un video que califica como “heroínas” y “empoderadas” a mujeres de la guerrilla. Y un último ejemplo del uso de las palabras es la propaganda del gobierno sobre la reforma del campo, la agricultura, cuando inicia el video en los medios de comunicación con la frase: “La tierra es del que la trabaja”, sabemos quién hizo famosa esta frase.
Como decía al comienzo de esta opinión, sobre el estudio de Möeller sobre la palabra: las palabras tienen poder, nos ayudan a conectar con las personas, a designar y dar forma a lo que nos rodea. Sin embargo, no podemos olvidar tampoco el papel de ese diálogo interno, y de la necesidad de cuidar de esas palabras que nos decimos a nosotros mismos. Las palabras definen la realidad y a su vez, dan forma a la acción, a la convivencia y también a lo que concebimos como humanidad al día de hoy. Es por eso que nada es tan importante como aquello de ‘pensar antes de hablar’.
El modo en que hablemos importa primero a nosotros mismos, porque así nos dirigimos a los demás, y eso es sinónimo de bienestar, o, sufrimiento. Nuestras palabras tienen el poder de crear o destruir. Incluso la ausencia de diálogo, de palabras, puede traernos problemas. Las palabras definen la realidad y a su vez, dan forma a la acción, a la convivencia y también a lo que concebimos como humanidad al día de hoy.
No puedo terminar esta opinión sin una palabra de fe, para mí, la más importante: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4,12).
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