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El administrador astuto

Es una invitación a saber transformar bienes y riquezas en relaciones, porque las personas valen más que las cosas y cuentan más que las riquezas que poseen.

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Este fue el momento en el que el Papa Francisco saludó en su primer día como sumo pontífice.
Este fue el momento en el que el Papa Francisco saludó en su primer día como sumo pontífice. | Foto: El Vaticano.

21 de sept de 2025, 01:33 a. m.

Actualizado el 21 de sept de 2025, 01:33 a. m.

La parábola contenida en el Evangelio de este domingo (cf. Lc 16, 1-13) tiene como protagonista a un administrador astuto y poco honrado que, acusado de haber despilfarrado los bienes del patrono, está a punto de ser despedido. En esta difícil situación, no recrimina, no busca justificación ni se deja desanimar, sino que busca una salida para asegurarse un futuro tranquilo. Al principio reacciona con lucidez, reconociendo sus propios límites: «Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza» (v. 3); luego actúa con astucia, robando a su amo por última vez. En efecto, llama a los deudores y reduce las deudas que tienen con el amo, para congraciárselos y luego ser recompensados por ellos. Se trata de hacer amigos con la corrupción y obtener gratitud con la corrupción, como desgraciadamente es habitual hoy en día.

Jesús presenta este ejemplo no como una exhortación a la deshonestidad, sino como una astucia. De hecho, enfatiza: «El señor alabó a ese administrador injusto, porque había obrado astutamente» (v. 8), es decir, con esa mezcla de inteligencia y astucia, que te permite superar situaciones difíciles. La clave para leer esta historia está en la invitación de Jesús al final de la parábola: «Haceos amigos con las riquezas injustas, para que, cuando lleguen a faltar, os reciban en las eternas moradas» (v. 9). Esto parece un poco confuso, pero no lo es: las “riquezas injustas” son el dinero también llamado “estiércol del diablo” y en general los bienes materiales.

La riqueza puede empujar a la gente a construir muros, crear divisiones y discriminación. Jesús, por el contrario, invita a sus discípulos a invertir el curso: “Hacer amigos con las riquezas”. Es una invitación a saber transformar bienes y riquezas en relaciones, porque las personas valen más que las cosas y cuentan más que las riquezas que poseen. En la vida, en efecto, no son los que tienen tantas riquezas los que dan fruto, sino los que crean y mantienen vivos tantos lazos, tantas relaciones, tantas amistades a través de las diferentes ‘riquezas’, es decir, de los diferentes dones con los que Dios los ha dotado. Pero Jesús indica también el fin último de su exhortación: “Haceos amigos con las riquezas injustas para que os reciban en las moradas eternas”. Si somos capaces de transformar las riquezas en instrumentos de fraternidad y solidaridad, nos acogerá en el Paraíso no solamente Dios, sino también aquellos con los que hemos compartido, administrándolo bien lo que el Señor ha puesto en nuestras manos.

Homilía del Papa Francisco 2019

Mensaje escrito por el Arzobispo de Cali y sus obispos auxiliares para los lectores de El País.

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