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Educación deficiente

No se olvide que, en extensas zonas de nuestro territorio, completamente abandonadas por los gobiernos, o aisladas por causa de la violencia, son muchos los niños que carecen de toda posibilidad educativa.

15 de diciembre de 2023 Por: José Gregorio Hernández Galindo
José Gregorio Hernández Galindo
José Gregorio Hernández Galindo | Foto: El País

No son halagadores los resultados que, en cuanto a los estudiantes colombianos de quince años, fueron divulgados por el Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, más conocido como ‘Informe Pisa’, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde. Según la información suministrada, en las áreas de matemáticas, ciencias y lectura -que fueron las evaluadas en jóvenes de ochenta y un países- el nuestro ocupó el penúltimo puesto, y en general, resulta claro que la formación, los conocimientos y la aptitud, al menos en esas áreas, es muy deficiente. Nuestros puntajes fueron inferiores a los obtenidos en 2018, que tampoco eran buenos.

Tras analizar las cifras del aludido examen, el presidente Gustavo Petro ha expresado que, a su juicio, “el sistema educativo colombiano en este siglo ha fracasado”. Lo que indica que, quizá, el Gobierno iniciará una actividad orientada a superar las dificultades existentes -que son muchas- y a brindar, a todos los colombianos, una mejor educación. Hacemos votos porque así sea, y porque las propuestas que formule, si requieren la expedición de nuevas leyes, sean examinadas a conciencia y con buen criterio por parte del Congreso, con miras al interés nacional, más allá de diferencias políticas y sin el consabido propósito de bloquear cuanto venga de la actual administración. Lo que importa es Colombia y su gente, por encima de los partidos, como lo dijera en su última proclama el Libertador Simón Bolívar.

No se olvide que, en extensas zonas de nuestro territorio, completamente abandonadas por los gobiernos, o aisladas por causa de la violencia, son muchos los niños que carecen de toda posibilidad educativa.

Pero, volviendo a los resultados de las pruebas Pisa, cabe preguntarnos por qué, mientras un país como Singapur obtiene excelentes resultados, Colombia está siempre por debajo del promedio.

Desde luego, ese es apenas un índice, muy diciente, pero no el único, sobre el deterioro que ha sufrido la calidad de nuestra educación. No es difícil verificar, de manera directa -solamente conversando-, los bajos niveles de conocimiento que muestran los estudiantes colombianos al terminar la secundaria, no únicamente en ciencias o matemáticas, sino en áreas tan importantes como la geografía, la historia mundial y nacional, el lenguaje, la lógica, la redacción, la gramática o la ortografía, sin mencionar la débil formación cultural, ante el notorio desinterés que se observa en buena parte de la sociedad, comenzando por las familias y muchas instituciones educativas oficiales y privadas. Una realidad que inquieta: nuestros niños y jóvenes no leen, ni muestran inquietud intelectual, ensimismados en sus celulares.

La educación es un derecho fundamental y, en su artículo 44, la Constitución señala que la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos, entre ellos la educación y la cultura. El artículo 45 establece: “El adolescente tiene derecho a la protección y a la formación integral. El Estado y la sociedad garantizan la participación activa de los jóvenes en los organismos públicos y privados que tengan a cargo la protección, educación y progreso de la juventud”.

¿Qué estamos haciendo al respecto?

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