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Doble rasero

¿Cómo puede alguien que lidera una reforma laboral, violar de forma tan cínica la ley vigente?

Gabriel Velasco Ocampo
Gabriel Velasco Ocampo | Foto: El País

29 de may de 2025, 03:04 a. m.

Actualizado el 29 de may de 2025, 03:04 a. m.

Por años nos gritaron que eran distintos. Que venían a acabar con la explotación, a dignificar el trabajo, a defender a los de abajo. Nos señalaron desde el Congreso, las tarimas, los micrófonos. Nos acusaron de esclavistas, de oligarcas, de enemigos del pueblo. Convirtieron el odio de clases en plataforma electoral. Y cuando ganaron, se envolvieron en la bandera de la dignidad laboral. Pero la verdad siempre aparece. Y cuando aparece, quema.

David Racero, congresista del Pacto Histórico y uno de los voceros más radicales del ‘cambio’, ha quedado al desnudo. Y lo que muestra no es liderazgo, ni coherencia, ni ejemplo. Lo que muestra es una doble moral vergonzosa, un desprecio total por la ley laboral y una forma sistemática de abusar del poder.

El primer caso ya es conocido: un audio donde Racero describe cómo en su fruver contrataban a una mujer por un millón de pesos, sin prestaciones, por trece horas diarias durante seis días a la semana. Ni el mínimo legal, ni las ocho horas, ni el respeto humano. Solo explotación pura, disfrazada de ‘ayuda en pandemia’.

Pero no fue un error aislado. Hay otro caso, igual de grave, y dentro del Congreso: una asesora de su Unidad de Trabajo Legislativo denunció que le exigieron entregar parte de su sueldo a un tercero, cubrir deudas personales del congresista y hacer tareas privadas. Es decir, subordinación, abuso de poder y desvío de funciones. Todo con el mismo patrón: usar a los demás como instrumentos, explotarlos, exprimirlos.

Dos casos, dos escenarios, un mismo comportamiento: el de quien no concibe el poder como un servicio, sino como una licencia para beneficiarse. Es el mismo patrón de conducta que hemos visto repetirse en muchos de los que llegaron prometiendo una nueva ética. En el discurso, justicia y reparación. En la práctica, autoritarismo disfrazado de pueblo.

¿Qué dice Racero? Que lo persiguen. Que es víctima. Que lo atacan porque impulsa reformas. El libreto de siempre: el del impune que se esconde detrás del discurso para no rendir cuentas. Pero aquí no hay montaje. Hay hechos. Audios. Mensajes. Víctimas. Y sobre todo, una incoherencia moral que ofende.

¿Cómo puede alguien que lidera una reforma laboral, violar de forma tan cínica la ley vigente? ¿Cómo puede hablar de justicia, cuando trata a sus trabajadores como sirvientes de feudo? ¿Cómo puede llamarse ‘progresista’ quien repite las formas más antiguas del abuso de poder?

Aquí no hay nada progresista. Lo que hay es una copia exacta del viejo modelo de opresión que dicen combatir. Solo que ahora lo hacen desde arriba, con más privilegios y más arrogancia. Usan el lenguaje de los derechos para disfrazar el atropello. Usan la causa de los trabajadores para seguir explotándolos.

Y mientras llaman a paros y consultas populares, oprimen a quienes tienen más cerca: la empleada del fruver, la asesora de su UTL, la gente que no puede defenderse. Eso no es ideología.

La justicia debe actuar. Y su propio partido debería, al menos, tener la decencia de sancionarlo. Aunque con esa doble moral -tan parecida a la de su jefe- uno ya no espera nada.

Sí, doble moral. Doble rasero. Porque estos no son defensores del pueblo. Son vampiros del pueblo. Y han convertido la dignidad laboral en un disfraz para seguir haciendo lo de siempre: usar el poder para servirse a sí mismos. Y eso, más que escandaloso, es profundamente miserable.

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