Opinión
Desarmémonos
Los caleños eran cívicos, educados, respetuosos. Nada está quedando de esa Cali ejemplar que fue modelo de convivencia y armonía
No estoy de acuerdo -en estos momentos- con que los buenos se armen para defenderse de los malos, con todas las implicaciones que ello conlleve.
Es mi parecer que primero deberíamos estar lo suficientemente maduros para que se permitiera que una persona cargada de odios y de resentimientos empuñe un arma de fuego.
De ser aprobada la medida, debería tener las más estrictas restricciones evitando que a cualquier loco le dé por disparar amparado por un salvoconducto, creyendo que ello le otorgaría licencia para matar como cualquier James Bond criollo.
Además, ‘naides’ garantiza que con esta medida se van a reducir los asesinatos que nos tienen como campeones en un vergonzoso puesto en el ranking mundial.
Y es que lejos de armarnos debemos es desarmarnos de palabra y obra. Yo estoy aterrado de la agresividad que se vive en nuestra ciudad. Cali no era así. Los caleños éramos gentes pacíficas y tranquilas. Amables y solidarias. Amigables y serviciales y no esto que estamos padeciendo en que nos comemos vivos los unos a los otros.
La violencia mental y material está en el orden del día. Miren no más lo que sucede en el tráfico. Por ejemplo, si usted no arranca apenas cambia el semáforo es objeto de toda suerte de improperios. Si se detiene para darle paso a una persona o a un vehículo, de inmediato le recuerdan a su mamá.
A los locos -diré- motociclistas no se les puede llamar la atención por alguna infracción que cometieron. De inmediato le agreden verbalmente y si se descuida le dan cuchillo.
Y este comportamiento se produce también entre personas de cierto nivel económico -que no cultural-. No se les puede decir nada porque encolerizan y pasan a los hechos de inmediato con amenazas y hasta con golpes.
Y qué tal esto: en un parqueadero de una universidad una estudiante rayó sin querer el carro de una compañera de clase y en venganza, la ‘rayada’ sacó un destornillador y se lo pasó por todo un costado a su ‘renolcito’ y le recomendaron de no dijera nada porque su compañera era la querida de un duro…
Aquí la gente se volvió entrompada, con cara de puño, lista para darse ‘en la jeta’ con quien sea y por lo que sea.
Y es la calle el escenario de todas estas manifestaciones de odios reprimidos en donde la violencia es el común denominador. La gente vive verraca, no tolera nada. Está lista para la pelea.
Cali no era así. Los caleños eran cívicos, educados, respetuosos. Nada está quedando de esa Cali ejemplar que fue modelo de convivencia y armonía. Todo lo arrasó un supuesto desarrollo y progreso que nos llenó los bolsillos, pero nos empobreció la moral y las buenas costumbres.
Deberían hacernos un exorcismo para sacar ese demonio arrasador que sería el primer paso para alcanzar la manoseada paz que de seguir así cada vez estará más lejana, y ni hablar de salud mental que tiene a muchos delirando en estado maníaco depresivo. ¿Se imaginan cómo serían con un arma de fuego?