Columnistas
Decepcionantes
Ya hace muchos años que mataron a Pablo Escobar y desmantelaron el cartel de Cali y, sin embargo, el negocio sigue tan boyante como el primer día.
Lo siento, pero la verdad es que no encuentro un adjetivo más apropiado que este para referirme a las conclusiones de la Conferencia Latinoamericana y del Caribe sobre las drogas, realizada en Cali la semana pasada y prestigiada por dos de mis presidentes favoritos: Andrés Manuel López Obrador y Gustavo Petro. Cierto, ambos dijeron verdades como puños: que al cabo de 50 años o más la ‘guerra contra las drogas’ es un absoluto fracaso que le ha costado a “América Latina un millón de muertos”, según Petro. Y que, por lo tanto, es urgente y necesario “un nuevo enfoque”, capaz de permitir la adopción de políticas alternativas. Nada más cierto.
El problema es que la declaración final de esta cumbre hizo poco más que reencauchar tesis que también llevamos muchos años escuchando. Que el consumo masivo de sustancias psicotrópicas no es un problema de orden público, sino de salud pública; que no hay que perseguir a los campesinos que siembran cultivos ilícitos, sino ofrecerles estímulos económicos para que los cambios por cultivos lícitos; etcétera.
Bellas palabras, nobles deseos cuyo pleno cumplimiento ha de aguardar al día de San Blando, mientras se mantenga la prohibición que la citada declaración sigue manteniendo: la prohibición de los cultivos de amapola, coca y marihuana. Es esta la clave del negocio, la razón por la cual estos cultivos, que dan mejores rendimientos económicos que los cultivos lícitos, los cultivan campesinos sin tierra y arruinados por los leoninos tratados de libre comercio que permiten la competencia desleal de las mega empresas agrícolas de los Estados Unidos.
Ya hace muchos años que mataron a Pablo Escobar y desmantelaron el cartel de Cali y, sin embargo, el negocio sigue tan boyante como el primer día. Lo certifica el hecho de que el año pasado en Colombia se sembraron 200.000 hectáreas de coca, un auténtico récord.
Confieso que yo esperaba mucho de esta reunión. Esperaba que López Obrador y Petro suscribieran una solemne declaración pública a favor de la legalización de los cultivos de la coca y la marihuana, que habría sido el comienzo del fin de la siniestra guerra contra las drogas. De allí mi decepción, convertida en estupor, cuando leí la propuesta de López Obrador de acabar con los cultivos de marihuana, cuando en California esos cultivos no solo están legalizados, sino que son la base de una industria que ocupa el décimo lugar por la importancia en su economía.