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De las aguas mansas líbrame Señor, que de las bravas me libro yo

Recordar que ese tipo de enfermos manipula y domina a quienes lo rodean, especialmente a los ingenuos que se creen su debilidad.

9 de junio de 2024 Por: Carlos E. Climent
Carlos E. Climent

La aparente fragilidad oculta facetas muy destructivas de las personas.

Plinio J. es un abogado de unos 60 años, jubilado bastante antes de cumplir la edad y el tiempo reglamentarios. Nunca ejerció con interés su profesión y nunca se le sintió entusiasmo por nada. Su queja eterna siempre tenía que ver con “lo aburrido que era tener que trabajar”. Pero la verdad es que se trataba de alguien que nunca estuvo contento con nada.

Su esposa consulta desesperada pues no sabía qué hacer con él, ya que se resistía a cualquier programa que no fuera quedarse en la casa “mirando el techo”. Simplemente dejó de salir y permanecía las horas muertas sentado en actitud pasiva, leyendo o haciendo que leía.

La vida de toda la familia giraba alrededor de la pasividad de este hombre. Nada se podía hacer pues cualquier plan que lo sacara de su limitada rutina era motivo de un gran disgusto. En la casa todos le tenían mucha lástima: “Está muy deprimido… sufre mucho… hay que tenerle mucha consideración”. Por supuesto la familia entera sufría y nadie quería proponer nada por temor a sus reacciones.

Durante la consulta quedó en claro que ni siquiera estaba deprimido. Se trataba de un trastorno de personalidad sumado a una fobia de toda la vida. Como suele ocurrir, las circunstancias descritas se habían agravado con el pasar del tiempo. Armado de sus “chocheras” y sus miedos (siempre hábilmente justificados) logró someter por años a su familia.

Nadie podía proponer plan alguno porque a él todo le parecía un problema. Si ella decidía que se iba sola, o con los hijos, entonces la acusaba de abandonarlo y de indisponerlo con sus hijos. Con frecuencia la tildaba de cruel, insensible y desagradecida.

Solo cuando la familia se hizo asesorar al respecto del manejo del caso y entendió que si bien lo que este hombre tenía era una enfermedad mental, que en términos profanos se denominaba miedo generalizado a todo, la solución no consistía en darle gusto, porque ello significaba un suicidio familiar colectivo.

Plinio J. es un ejemplo, de entre muchos otros de lo que podría denominarse “La fortaleza de la debilidad”. ¿Qué hacer en estas circunstancias?

*No dejarse imponer la dictadura de la debilidad.

*Recordar que ese tipo de enfermos manipula y domina a quienes lo rodean, especialmente a los ingenuos que se creen su debilidad.

*Si hay una amenaza, considerarla un chantaje y ponerla en evidencia.

*Observar los dramáticos y siempre favorables cambios, cuando se ponen límites claros. Algunos ejemplos que varían de acuerdo a cada caso incluyen frases tales como: “No vamos a permitir que tu enfermedad nos confine a todos al encierro. Vamos a funcionar como lo que somos: una familia normal. Y vamos a hacer lo que hace la gente normal: trabajar, salir, socializar y disfrutar de la vida”.

*Dicho lo anterior es preciso estar atento a la arremetida de los propios sentimientos de culpa ya que se trata de personajes expertos en posar de víctimas. Y por lo tanto maestros en el arte de hacer sentir culpables a los demás.

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