Columnistas
Cumplir con la palabra
La democracia necesita de gobernantes que, por encima de sus opiniones políticas o ideológicas, sean ante todo un referente de cumplimiento de la palabra, de transparencia y un facilitador de diálogos y entendimientos...
Como demócrata solo espero que los diversos candidatos y candidatas, elegidos en las elecciones del 29 de octubre a las gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales, consejos municipales y juntas administradoras locales, cumplan con todo lo que prometieron en las campañas electorales, a fin de ir superando, con hechos, la costumbre que han tenido muchos candidatos de ilusionar a las personas con compromisos verbales que luego no pueden cumplir.
Que eso no ocurra, depende mucho de nuestro comportamiento como electores, pues tenemos el deber ciudadano de votar por candidatos con historias de vida transparentes, con vocación de servicio a la comunidad y no a intereses particulares, que cumplan con su programa de gobierno y que sus actuaciones se dirijan a lograr mayores niveles de bienestar social para la población. Depende también de que ejerzamos el derecho democrático de hacerle seguimiento a la labor de gobierno de cada uno de los electos, para que cumplan con lo prometido.
De igual manera, para que, en dicha función de gobierno, rindan cuentas públicas sobre los recursos y logros más importantes en su gestión. Esa labor, que debería ser cumplida por los partidos o movimientos políticos o sociales, desafortunadamente no se hace porque se convierten en respaldos incondicionales a los gobernantes, así estén cometiendo errores en su gestión de gobierno.
Es importante que los electores, en desarrollo de su derecho y deber democrático, sancionen a los que no hayan cumplido, negándoles el voto en el caso de que se vuelvan a presentar a nuevas elecciones. Si hacemos que el voto sea consciente y que busque el beneficio del conjunto de la población y no favores personales o de grupos, contribuiremos a restar la corrupción en las elecciones y a lograr mejores gobiernos. Otras instituciones que pueden ser decisivas, en el propósito de lograr buenos gobiernos, son los medios de comunicación y sectores de la academia.
Reitero, que la democracia necesita de gobernantes que, por encima de sus opiniones políticas o ideológicas, sean ante todo un referente de cumplimiento de la palabra, de transparencia y un facilitador de diálogos y entendimientos con los diversos sectores de la población, así como un factor de unidad con personas que piensan diferente o que sencillamente no votaron por ellos. Esa es la gran responsabilidad ética de los gobernantes en toda democracia.
En ese orden de ideas y sin desconocer las aspiraciones políticas que algunos gobernantes puedan tener, considero que también es responsabilidad ética el no renunciar antes de terminar su periodo de tiempo constitucional, sino que más bien deben concluir su gestión de gobierno, mucho más cuando el constituyente primario, que es el pueblo, los eligió para un periodo de cuatro años. De lo contrario, lo mejor es que no asuman el cargo para el cual hayan sido elegidos pues, al renunciar, frustran el mandato popular de sus electores.
No olvidemos que los malos gobiernos le hacen mucho daño a la población y a la credibilidad de esta en el Estado. Por eso, nuestro propósito de vida en la democracia debe ser el de procurar siempre la existencia de buenos gobiernos, más allá de la militancia política de los gobernantes.