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Conversaciones de alcoba
Disfrute los diálogos, deje que fluyan los sentimientos. No lo tome literal, góceselos y el tiempo dirá si esas expresiones de éxtasis permanecen en el tiempo o no. No piense mal de su pareja.
El País, nuestro diario, viene publicando todos los domingos una página sobre temas relacionados con el sexo. Noble labor tratar de desmitificar un asunto tan cercano a la humanidad, pero a veces tan tabú y lleno de misterios e interpretaciones múltiples. Hace unas tres semanas salió un cuestionario dirigido a facilitar el diálogo entre las parejas. Como esas preguntas no las hizo uno, sino El País, se volvió una magnífica oportunidad para abordar temas espinosos entre los integrantes del dúo amoroso. Una de las preguntas fue: “¿Qué tanto te gusta que te hablen mientras estás en esos momentos íntimos?”. Gran interrogante que pocos se hacen pues usualmente cada uno piensa en sus propios gustos; la mayoría se concentra en lo que sabemos y se pierde un espacio valioso de una conversación diferente y sobre todo, desinhibida.
Acudo a los resúmenes que he recogido entre hombres y mujeres que abiertamente han accedido a comentarme al respecto. Lo primero es que a la mayoría de las personas les gusta esa oralidad (me refiero a verbalización, favor no confundir), siempre que las expresiones sean las apropiadas. Como las parejas se han despojado de sus ropas, así también dejan en el perchero prejuicios y quieren ser auténticos y expresar mucho, por poca que sea la lencería.
Jamás haga preguntas sobre el pasado sexual de la otra persona. Las posibilidades de perder son altísimas. Un amigo fanfarrón me confesó que al final de la faena le preguntó a su pareja: “¿Ya sabes por qué me dicen el glorioso campeón?” Ella le contestó: “Sí, porque eres como el Deportivo Cali, estas de 14 en la tabla”.
Nunca haga comentarios negativos sobre el físico de la otra persona; por ejemplo: “¿No has pensado en hacerte un aumento de busto?”. Ella perfectamente le puede contestar “Pidamos cotización en combo, para unos centímetros adicionales para ti”.
La intimidad es una oportunidad para disfrutar, divertirse, sentir y por eso el negativismo no cabe. Es imperdonable cuando en medio del entusiasmo ella pregunta: “¿Viste todo lo que subió el predial?”.
No mencione nombres de terceros y menos de protagonistas del pasado de ambos. No es extraño que, en momentos tan especiales, se atraviese el recuerdo de personas que dejaron huella. No las mencione, no le diga a Olga, “Ese perfume me recuerda a Patricia”. Siempre debe quedar el recuerdo sublime de los dos, de solo los dos, en mente y alma para que quede un buen sabor final.
En esas conversaciones hay excesos de romanticismo, de exaltación al otro. No contradiga. Un “Me has hecho inmensamente feliz esta noche”, no debe tener como respuesta “No te creo. Me estás cañando”. Si ella dice que fuiste el mejor amante, agradécelo con ternura y no salgas de la cama a darle la vuelta olímpica y a mostrar el cuerpo de Valenciano cuando pesaba 110 kilos.
Disfrute los diálogos, deje que fluyan los sentimientos. No lo tome literal, góceselos y el tiempo dirá si esas expresiones de éxtasis permanecen en el tiempo o no. No piense mal de su pareja. La gente en esa confianza asume roles y fantasías que si no son lesivas al otro pueden ser hasta divertidas. Disfraz de enfermera, bombero, fetiches, palabras groseras, todo está permitido en la intimidad desde que no ofenda. No olvide: no se asuste con lo literal. Que no le pase lo de un señor de Buga que cuando llegó al lecho, ella muy alborotada le dijo: “¡Trátame como una perra!”. Este caballero inmediatamente se vistió y se fue a Supermascotas a comprarle croquetas. Este señor, en su soledad, dice que su error fue traerle croquetas con sabor a hígado. Otro que no entendió el riesgo de la literalidad en los diálogos de alcoba.