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Confianza

Aunque el respaldo a la democracia creció un 5 % entre 2020 y 2023, sigue siendo alarmante que menos de la mitad de los encuestados exprese una preferencia clara por este sistema.

27 de diciembre de 2024 Por: Mario Carvajal Cabal
Mario Carvajal
Mario Carvajal | Foto: El País

La confianza en las instituciones es esencial para la democracia. Como señala Fareed Zakaria en Age of Revolutions, la democracia liberal se sostiene sobre instituciones y procedimientos, no sobre los resultados. Sin embargo, debilitarlas mediante declaraciones o acciones que eluden procesos institucionales para cumplir objetivos políticos es un acto peligroso. Igual de dañina es la imposición de una narrativa que busca desacreditar a las instituciones cuando toman decisiones desfavorables para el líder de turno, o que busca posicionar la idea de que solo el presidente, no las instituciones, es capaz de entender las demandas de la ciudadanía.

La proliferación de estos mensajes y la imposición de estas narrativas es posible por la oportunidad que ofrecen plataformas como TikTok, y lo que Derek Thompson llama el “cambio en quien confía la gente”. Según este, cada vez más personas otorgan mayor credibilidad a influenciadores y podcasters, relegando a instituciones tradicionales como medios de comunicación, organizaciones multilaterales y entidades gubernamentales. La proliferación de plataformas en redes sociales ha permitido que figuras individuales construyan audiencias equiparables o superiores a las de organizaciones consolidadas, otorgándoles un papel de influencia significativo. Este cambio ha sido aprovechado por líderes populistas, quienes usan estas plataformas para consolidar sus proyectos políticos y desacreditar a las instituciones y a quienes los cuestionan, acusándolos de tener intereses oscuros contrarios al pueblo.

Un ejemplo reciente de esto es que cuando el Legislativo decidió votar en contra de la reforma tributaria del gobierno Petro, el presidente afirmó que estos le habían dado un “golpe profundo a la economía nacional y al pueblo”. En otras palabras, su oposición al proyecto no se daba en un marco de deliberación democrática, donde una mayoría consideraba inconveniente su reforma, sino que estos lo que buscaban era atacar al pueblo protegiendo sus intereses. Esta narrativa fue también promovida por su gabinete y sus defensores en redes sociales.

El efecto de estas dinámicas es una creciente polarización y un debilitamiento de la confianza en la democracia. Según el Latinobarómetro, el apoyo a las democracias en América Latina ha disminuido. En Colombia, solo el 48 % de los encuestados en 2023 prefería la democracia sobre cualquier otra forma de gobierno, mientras que al 32 % le era indiferente entre democracia y autoritarismo. Aunque el respaldo a la democracia creció un 5 % entre 2020 y 2023, sigue siendo alarmante que menos de la mitad de los encuestados exprese una preferencia clara por este sistema.

Más preocupante aún es que el 54 % de los colombianos afirmó que no le importaría que un gobierno no democrático llegara al poder, siempre que resolviera los problemas. Esta disposición a sacrificar la institucionalidad en busca de soluciones inmediatas refleja un terreno fértil para el avance de líderes populistas que prometen resultados rápidos, a menudo a costa de la democracia misma.

La confianza en las instituciones no solo es un pilar de la democracia, sino también su mayor fortaleza frente al populismo y el autoritarismo. Restablecerla requiere un compromiso colectivo que trascienda ideologías, enfocado en fortalecer la transparencia y legitimidad institucional. En el 2025 que se avecina, el verdadero acuerdo nacional debe priorizar la protección de la institucionalidad ante los ataques de líderes populistas y sus bodegas en redes, al tiempo que se reforman para atender mejor las necesidades de las personas. Solo así Colombia podrá salvaguardar su democracia.

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