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Cali y el fracaso del progresismo

Ese rasgo es evidente en el Valle del Cauca, donde la escualidez ideológica convive con la protesta y narrativa insurgente.

Willy Valdivia Granda es director ejecutivo de Orion Integrated Biosciences y especialista en inteligencia artificial aplicada a la defensa, la salud pública y la seguridad nacional.
Willy Valdivia Granda es director ejecutivo de Orion Integrated Biosciences y especialista en inteligencia artificial aplicada a la defensa, la salud pública y la seguridad nacional. | Foto: Willy Valdivia

25 de jun de 2025, 03:34 a. m.

Actualizado el 25 de jun de 2025, 03:34 a. m.

Cali fue el epicentro del paro nacional de 2021. Una revuelta que transformó la protesta contra la reforma tributaria en escenario de manipulación del descontento. Como en otros países, el estallido regional se convirtió en capital político. Gustavo Petro lo capitalizó y su elección encarnó la promesa del progresismo continental.

Coincidían en el poder Pedro Castillo en Perú -un maestro rural sin formación doctrinaria-; Gabriel Boric en Chile -exdirigente estudiantil con escasa experiencia política-; y Luis Arce en Bolivia -economista al servicio del modelo de Evo Morales-. Este último contaba con Álvaro García Linera, exvicepresidente e ideólogo marxista, quien dotó al MAS de conceptos como el Estado plurinacional, la descolonización del poder y la centralidad del sujeto indígena.

Petro -con lápiz en mano- intenta mostrarse como más que un administrador del Estado. Se concibe, erróneamente, como un constructor ideológico al estilo de García Linera. Aspira a encarnar al intelectual orgánico descrito por Antonio Gramsci: aquel que articula un proyecto político desde y para el pueblo. Sin embargo, carece del rigor que distingue a García Linera. No ha construido una red de intelectuales orgánicos. En cambio, se ha rodeado de radicales cada vez más polarizados, motivados más por el poder que por la transformación social. Ese rasgo es evidente en el Valle del Cauca, donde la escualidez ideológica convive con la protesta y narrativa insurgente.

Lejos de la ética y la sobriedad comunicativa de José Mujica, el Presidente colombiano -junto a sus allegados políticos- se ha replegado en un monólogo incendiario. Al igual que López Obrador en México, ha reducido el progresismo al discurso que sustituye la acción. Sin caer aún en la autocracia, se ha relegado por sí mismo al nivel de Nicolás Maduro en Venezuela o Daniel Ortega en Nicaragua. No posee la destreza populista de Hugo Chávez. Prefiere el insulto, la espada de Bolívar, el puño y el grito libertad o muerte antes que el debate.

Con Petro, el progresismo regional ha quedado expuesto. Ignora una lección esencial de Gramsci: sin bloque histórico -sin un pacto genuino entre sectores sociales- no existe hegemonía. Sin hegemonía es imposible la transformación. Carente de este fundamento, y para captar ilusos adeptos, el progresismo se disfraza según convenga: centro, ambientalismo, feminismo, indigenismo, animalismo o reformismo social y agrario. Pero en el poder y en la práctica, entrega el Estado a la improvisación. Su languidez no es reciente.

Ya en 1929, la Internacional Comunista (Komintern) advertía la ausencia de una tradición ideológica propia de América Latina. Solo reconocía al peruano José Carlos Mariátegui como excepción por su enfoque heterodoxo del indigenismo, el nacionalismo y la cosmovisión andina. Que Mariátegui -al igual que Gramsci, sin haber ocupado jamás un cargo público- siga siendo el referente más sólido de la izquierda latinoamericana revela su precariedad doctrinaria.

Si el estallido de 2021 en Cali impulsó al progresismo al poder, en lugar de acercar al pueblo a la paz y la justicia social, lo ha empujado aún más lejos de ellas. Si ese es su legado, el verdadero peligro no es el pasado que intentaban superar, sino su negación del presente que pretenden imponer como futuro.

Willy Valdivia Granda es director ejecutivo de Orion Integrated Biosciences y especialista en inteligencia artificial aplicada a la defensa, la salud pública y la seguridad nacional. Con más de 20 años de experiencia, ha colaborado con organismos internacionales, asesorado a la Unión Europea y liderado proyectos en América Latina, Europa, Asia, Medio Oriente y África. Actualmente, también se desempeña como profesor adjunto en una universidad de Estados Unidos.

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