Columnistas
Buenos vientos, buena mar
Las calles de la Sucursal del Cielo siguen sucias, llenas de huecos, pero la gente se ve diferente. No han disminuido el atraco callejero ni los homicidios, pero las caras se ven más tranquilas.
El pasado 29 de octubre, los colombianos elegimos gobernadores, alcaldes, diputados, concejales y miembros de las JAL. La democracia, pese a algunos conatos de amenaza en el país, se pronunció y el próximo 1 de enero asumirán los nuevos mandatarios regionales y territoriales, por lo que en muchos municipios de Colombia se empezó a respirar un nuevo aire de esperanza.
Las elecciones que acaban de pasar —como lo expresé en mi columna pasada— fueron más un premio o un castigo a la manera en que gobernó el mandatario anterior, que una disputa ideológica, como sí lo fue la presidencial. Lo cierto es que en un número importante de municipios lo que estaba en juego no era si el gobernante pertenecía a la izquierda, el centro o la derecha, sino si el gobernante era la buena o mala continuidad del saliente. En Cali, Medellín y Cartagena ganó el voto castigo y en Barranquilla, por ejemplo, triunfó la continuidad de los gobiernos del grupo Char.
Los nuevos vientos que se sienten en diferentes rincones del país, desde que los resultados se fueron materializando ese domingo, se deben en gran medida a que muchos colombianos esperan que en sus ciudades y departamentos cese la horrible noche de los malos gobiernos locales. Otros creen que estos mandatarios electos podrán ser un contrapeso adicional a los contrapesos naturales que se establecen en el Estado de derecho —como lo son el legislativo y el judicial— a un gobierno nacional que está generando incertidumbre y tensión permanentes. Lo cierto es que las ciudades se perciben más livianas, como si se hubieran quitado un peso de encima; por lo menos, así percibo el ambiente en mi Cali del alma.
Las calles de la Sucursal del Cielo siguen sucias, llenas de huecos, pero la gente se ve diferente. No han disminuido el atraco callejero ni los homicidios, pero las caras se ven más tranquilas. El transporte masivo se sigue demorando y la piratería ganándoles la pelea por los usuarios, pero la espera parece más amena.
En Cali se respira un nuevo aire, un aire de esperanza… La esperanza de que el 1 de enero de 2024 salga del CAM quien dejó a la ciudad postrada y que con su desgobierno no solo generó caos, inseguridad y desasosiego a los caleños, sino que hizo que perdiéramos relevancia nacional y ciudades como Barranquilla y Bucaramanga se nos adelantaron. Esperanza porque fue elegido alcalde Alejandro Eder, un hombre serio, capaz, estructurado, sensible, que invita a reconciliar a una ciudad dividida por la indignación y el abandono. Un alcalde que pretende desterrar el hambre, generar oportunidades de ingreso y empleo para construir un mayor bienestar social y desarrollo. Un alcalde que quiere combatir la delincuencia urbana y devolvernos la seguridad y la tranquilidad a los caleños. Un alcalde que gobernará con transparencia, que intentará tapar los huecos y recuperar la movilidad. Un alcalde cercano, que trabajará de la mano de sus ciudadanos para que Cali reviva y retome el camino.
El reto no es menor, la expectativa es la más alta, y la disposición de hacerlo con responsabilidad es total. Nada fácil le tocará al señor alcalde, pero estoy seguro de que él y su equipo no serán inferiores al desafío, por el bien de nuestra ciudad. Buena suerte, alcalde; buenos vientos, buena mar; Dios lo ilumine y lo acompañe.
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