Columnistas
Arde el Cedro
La lira libanesa ha perdido todo su valor, los servicios públicos han dejado de funcionar y el crimen y la corrupción imperan.
Como era de esperarse ya salieron las hordas de políticos, académicos, funcionarios, intelectuales y demás políticamente correctos a condenar a Israel por su respuesta militar en Líbano. Todos ignoran intencional o por desconocimiento que es el Estado Judío el agredido, que durante más de 11 meses Hezbollah lanzó más de 10 mil cohetes, misiles y drones con la intención de asesinar judíos en territorio soberano de Israel.
Durante ese lapso de tiempo todos los esfuerzos diplomáticos para que Hezbollah cumpliera con la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, que exigía que sus fuerzas se replegaran al norte del río Litani, a unos 20 kilómetros de la frontera, fracasaron. Israel tuvo que evacuar a unos 80,000 residentes del norte para alejarlos del peligro de los cohetes y de una posible incursión de Hezbollah, similar al ataque de Hamás del pasado 7 de octubre, que dejó un saldo de 1,200 personas asesinadas, incluidas mujeres, bebés y ancianos, así como dos colombianos y 255 secuestrados.
Hezbollah es una organización creada en 1982 por la Guardia Revolucionaria iraní, siguiendo los preceptos del líder de la revolución islámica, el ayatolá Ruhola Khomeini, con el objetivo de apoyar a las minorías chiitas en la región. Sin embargo, con el tiempo, Hezbollah se ha convertido en un proxy cuyo objetivo es cumplir las órdenes del régimen teocrático en Teherán, lo que a menudo va en contra del bienestar e interés de Líbano y de su propia población chiita. Ya en 2006, Hezbollah había iniciado una guerra con Israel, de la cual Líbano llevó la peor parte.
Hezbollah ha convertido a Líbano en una guarida para sus terroristas, atacando a Israel mientras se mimetiza en medio de la población civil, especialmente entre los chiitas en el sur del país, los suburbios de Beirut y el valle de Beka. Esta organización fue responsabilizada por el asesinato del primer ministro Rafik Hariri, a quien se atribuye la reconstrucción del país tras la guerra civil (1975-1989). Además, Hezbollah intervino, bajo órdenes de los ayatolas, en la guerra civil en Siria, apoyando al régimen tiránico de Bashar al-Ásad.
Hezbollah es el principal responsable del colapso del Estado libanés, que actualmente no cuenta ni con presidente ni con primer ministro, debido a la parálisis del parlamento. La lira libanesa ha perdido todo su valor, los servicios públicos han dejado de funcionar y el crimen y la corrupción imperan. Mientras tanto, Hezbollah se desentiende de estos problemas y solo agita las banderas de la “solidaridad con Gaza” y la eliminación del “ente sionista”.
Los ataques de Hezbollah a Israel junto a los que ha sufrido el Estado Judío desde Yemen, Irak y Siria por parte de proxis persas, sumado a la masacre de Hamás, se enmarcan dentro del objetivo declarado de Teherán de aniquilar al Estado de Israel, Borrarlo del mapa.
Arde el cedro, símbolo nacional del Líbano, y los únicos culpables son los terroristas de Hezbollah y sus titiriteros en Irán que están dispuestos a sacrificar la totalidad del Líbano y a hasta el último libanés por los intereses geoestratégicos de Irán.
Israel enfrenta una guerra de supervivencia, nada más ni nada menos y hará todo lo necesario para prevalecer. A Jerusalén le asiste el derecho a la legítima defensa consagrado en el artículo 51 de la carta de Naciones Unidas.
Para los que tanto hablan de ‘desescalar’, en el Medio Oriente para desescalar hay que escalar. Esperar que esta ronda entre Israel y Hezbollah concluya pronto con la retirada de la organización de la frontera y el retorno a Israel de los desplazados de sus hogares. De ser así, esta escalada, desescaló.