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Allí empezaron papá y mamá
En teoría, se dice que es el núcleo de la sociedad, o sea que es a la familia y su historia, a la que le cae el peso de la responsabilidad social por lo que enfrentamos.
“Allí fue que empezaron papá y mamá, tirándose piedritas en la quebrá… y ya somos 14 y esperan más”, dice la popular canción que varias generaciones tatarearon hace algún tiempo. Y la traigo a colación para recordar que es allí, en pareja, en familia, donde se gestan los comportamientos de los humanos, para bien o para mal.
Son papá y mamá los gestores de las personalidades de sus hijos. ¡Allí empiezan! Y en este desconcertante mundo en que vivimos, donde todo debería entrar en proceso de reingienería, no se puede dejar a un lado a la familia con su carga ancestral. Porque si la sociedad tambalea y da tumbos, la familia es el artífice de esa hecatombe, así sorprenda el planteamiento.
En teoría, se dice que es el núcleo de la sociedad, o sea que es a la familia y su historia, a la que le cae el peso de la responsabilidad social por lo que enfrentamos. La semana pasada Aura Lucía Mera se preguntaba dónde están los papás de los adolescentes de hoy, tan perdidos, tan desubicados. Yo diría que esos padres y madres, como tantos otros roles, están a la deriva comprobando cómo fueron educados con creencias y conceptos que hoy ya no tienen vigencia. Cómo la evolución vertiginosa anula modos de vida que antes fueron significativos. Y hoy estamos totalmente desprovistos de elementos que nos permitan vivir en armonía. Lo que nos enseñaron ya caducó…
Es como si se dinamitaran uno a uno, muchos planteamientos que se transmitieron en familia. Por ello, soñar con “rescatar” esa familia desgastada, desear convertirla en el centro de la rehabilitación social es un despropósito porque es en ella donde se incuba la problemática actual. Si no se desmitifica a la familia, si no deja de asociarse con el ícono de la Sagrada Familia, lo único que estamos permitiendo son la multiplicación de problemáticas tóxicas y castrantes.
El concepto y vivencia familiar debe ser revisado. ¿Acaso ya no hay quienes consideran a las mascotas miembros del clan? Claro, son más fáciles de manejar, se pueden domesticar, a diferencia de un niño o adolescente cada vez más cuestionadores e irreverentes. Y con la evolución de la mujer, cuando ahora son papá y mamá los que trabajan o por dinero o por realización personal o por ambos, el sentido de tener un hijo para que lo eduque, ¿quién? Toma otro color. ¿Vale la pena tener hijos, traerlos a este convulsionado mundo? ¿Mi pareja es para toda la vida? ¿Y si me aburro, si se me acaba el amor, si me gusta otro u otra, qué pasa con la familia “para toda la vida”? ¿Se convierte en cárcel, secuestro, obligación? ¿Dónde nació la mentira de que a todos los hijos se los quiere por igual? ¿De dónde la idea de que todos los padres quieren ‘lo mejor’ para sus hijos?
Es como si nos estuviéramos acercando al borde del precipicio, al final. Pero no hay otra alternativa que seguir, de este carro no nos podemos bajar. Solo queda la opción individual de caer en cuenta, de tomar conciencia, sobre la necesidad de modificar el rumbo, empezando por cuestionar honestamente el concepto y vivencia de familia. Como dijo el poeta: “Vengan a la orilla. Podríamos caernos. Vengan a la orilla. Está demasiado alto. Vengan a la orilla. Y vinieron. Y Él los empujó. Y ellos volaron”. (Chistofher Logue). Podemos caernos si seguimos como vamos o… Si despertamos, podemos volar a una nueva dimensión humana.