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Murió Violeta Barrios de Chamarro, la primera mujer en ser presidenta en el continente americano
La exdirigente política murió en su casa, a la edad de 95 años, rodeada de sus seres queridos.

14 de jun de 2025, 09:32 p. m.
Actualizado el 14 de jun de 2025, 09:32 p. m.
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Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer en ser elegida presidenta en el continente americano tras derrotar en las urnas a Ortega, murió este sábado 14 de junio, en San José de Costa Rica, a los 95 años de edad, luego de sufrir una penosa enfermedad, informaron sus hijos.

“Doña Violeta falleció en paz, rodeada del cariño y del amor de sus hijos y de las personas que le brindaron un cuido extraordinario", según un comunicado firmado por sus cuatro hijos.
Alejada de la vida pública desde hace dos décadas, había sido trasladada de Managua a San José en octubre de 2023 para estar cerca de sus hijos, tres de los cuatro desterrados de Nicaragua por oponerse al mandatario Daniel Ortega.
“Sus restos descansarán temporalmente en San José, Costa Rica, hasta que Nicaragua vuelva a ser República, y su legado patriótico pueda ser honrado en un país libre y democrático”, subrayó el comunicado.
“Su legado es incuestionable. Lideró la transición de la guerra a la paz, sanando un país destrozado por el conflicto armado. El contraste con Ortega es claro y profundo”, dijo a la AFP Félix Maradiaga, académico y activista político exiliado en Estados Unidos.
Ortega, a quien ella venció en las urnas, gobierna desde hace 17 años, y es señalado por sus críticos, gobiernos y organismos internacionales de ser un autócrata que aniquiló la tolerancia, libertades e independencia de poderes, que “Doña Violeta" había conseguido.

Era la viuda del periodista Pedro Joaquín Chamorro, miembro de una de las familias más prominentes de Nicaragua que siendo dueño y director del diario La Prensa fue asesinado en enero de 1978 por su oposición al dictador Anastasio Somoza.
La muerte de su esposo empujó a Violeta Chamorro, como también se le conoce, a la dirección de La Prensa y luego a la política.
Cuando triunfó la insurrección liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en julio de 1979, integró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, entre cuyos cinco miembros estaba Ortega. Ella, la única mujer.
Pero en 1980 renunció a la Junta, disconforme con la deriva socialista de la revolución y la influencia de Cuba, volvió a dirigir el diario y ganó protagonismo como opositora a los sandinistas, que en esa década enfrentaban a la guerrilla “contra” financiada por Washington.
Contra todo pronóstico, ganó las elecciones de febrero de 1990 postulada por la UNO, una coalición de 14 partidos que con apoyo de Washington derrotó a Ortega, quien gobernaba solo desde hacía cinco años y buscaba la reelección.
Vestida de blanco y en silla de ruedas por una lesión de rodilla, en la campaña electoral ganó la confianza de los nicaragüenses cansados de las guerras con palabras sencillas “propias de un ama de casa y de una madre”, relató en sus memorias “Sueños del corazón”.

“En la cultura machista de mi país, eran pocos los que creían que yo, en mi condición de mujer y además inválida, tuviera la fortaleza, energía y voluntad para derrotar” a Ortega, pero “si el muro de Berlín había caído, ¿por qué no los sandinistas?”, escribió.
A sus 60 años, recibió un país dividido y en bancarrota. “Cuando asumí la Presidencia sentí una gran angustia en mi corazón”, agregó.
Abolió el servicio militar obligatorio, concluyó el desarme de 20.000 guerrilleros contras, y redujo al entonces Ejército Popular Sandinista de 85.000 a 15.000 soldados. Fortaleció la institucionalidad y la libertad de prensa.
Pero su gobierno abrió el país al libre mercado y adoptó un plan de austeridad fiscal y privatización de empresas públicas, que provocaron huelgas masivas. Los sandinistas la acusaban de haber anulado los avances sociales de la revolución.