‘Habemus’ chimenea: el Vaticano instala el símbolo que anunciará al nuevo Papa

Este viernes 2 de mayo, el Vaticano instaló la tradicional chimenea en el techo de la Capilla Sixtina, uno de los símbolos más esperados por millones de fieles alrededor del mundo, pues es desde donde saldrá el humo blanco que anunciará al nuevo Papa, o el humo negro que indicará que aún no hay consenso entre los cardenales reunidos en el próximo cónclave.

El cilindro de color marrón oscuro, conectado a dos estufas, una antigua y otra moderna fue colocado por bomberos del Vaticano en una maniobra discreta que pasó casi desapercibida ante los ojos de los turistas que transitaban por la Plaza de San Pedro. Sin embargo, ese modesto tubo se convierte, a partir del miércoles 7 de mayo, en el epicentro simbólico del mundo católico.

El mecanismo detrás del humo

Dentro de la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel Ángel, se llevarán a cabo hasta cuatro votaciones diarias. Las papeletas de cada jornada serán quemadas en la estufa antigua, mientras que la moderna, mediante el uso de compuestos químicos, asegurará que el humo sea blanco o negro según el resultado, blanco si hay nuevo pontífice, negro si no se ha alcanzado la mayoría requerida de 89 votos de los 133 cardenales electores.

Este método, que combina tradición con tecnología, ha sido utilizado en los últimos cónclaves para garantizar claridad en la señal hacia los millones de católicos que seguirán el evento con atención desde todos los rincones del planeta.

Entre expectativa y recogimiento

La instalación de la chimenea marca el inicio oficial de la última fase antes del cónclave. Mientras tanto, continúan las congregaciones generales, donde cerca de 200 cardenales reflexionan sobre los retos actuales de la Iglesia, unidad interna, transparencia, abusos sexuales y modernización de su mensaje y estructura.

Este proceso de deliberación también influirá en el perfil del próximo líder. La mayoría de los cardenales con voto han sido nombrados por el papa Francisco, y muchos provienen de regiones no tradicionales del poder eclesiástico, lo que podría traducirse en una elección más representativa y global.

“Hay tristeza, pero también ilusión”, dijo un peregrino frente a la Basílica, resumiendo el sentir de miles de fieles que han llegado a Roma desde distintos continentes. Tristeza por la despedida del papa Francisco, cuyo pontificado marcó una época de apertura, sensibilidad social y reformas dentro de la Iglesia. Pero también hay ilusión, porque cada cónclave es una nueva oportunidad para renovar el liderazgo espiritual de los 1.400 millones de católicos del mundo.