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¿Qué tan cerca está el Ejército de llegar a El Plateado?
Jamás las tropas estuvieron tan cerca de lograr el control de El Plateado, en Argelia, Cauca. El pasado 1 de octubre cesó el avance militar, a 500 metros del corregimiento, y se apagó la expectativa de comunidades cansadas de grupos armados.
Por: Hugo Mario Cárdenas López, reportero de El País
El pasado 1 de octubre se quedó ‘sin combustible’ la avanzada del Ejército ordenada por el gobierno del presidente Gustavo Petro, y con la cual el Estado le arrebataría a las disidencias de las Farc el control del cañón del Micay, en el norte del departamento del Cauca, y todo el corredor que desemboca en el océano Pacífico.
Tras un mes y medio de combates, muerte y desplazamiento, las tropas ingresaron por primera vez en décadas a un sector geoestratégico para las economías ilícitas de los grupos armados ilegales; pero ese impulso se detuvo 500 metros antes de ingresar en el corregimiento de El Plateado, en el municipio de Argelia (Cauca), como le contaron a El País algunos líderes.
“Estamos en un momento de nervios y de terror porque no sabemos qué esperar. El Ejército avanzó hasta donde quiso y pudo liberar muchas comunidades y hubo tranquilidad porque se limpiaron sectores donde había minas antipersona. Eso es espectacular para la gente porque ya no están sometidos a desplazamientos y porque con el Ejército se puede tratar, pero con los otros (las disidencias) es someterse a lo que ellos digan”, asegura el líder de una de las veredas del cañón del Micay, luego de aclarar que entrega “toda la información pero no me vayan a mencionar porque me hacen matar.
“Por eso no entendemos, ¿qué fue lo que pasó? El Ejército iba muy bien y de un momento a otro se detuvo a la entrada de El Plateado, cosa que uno no comprende porque la disidencia está ahí; en medio de las casas, con un alto poder de fuego y con armamento moderno. Sabemos que si el Ejército hubiera querido entrar, lo hubiera hecho, pero no sabemos si presionaron al presidente Gustavo Petro y él ordenó detenerse. La realidad es que el Ejército a El Plateado nunca llegó; se quedó a 500 metros del casco urbano del corregimiento y aquí esta gente está mate que mate”, asegura.
El temor en la población que ha quedado en medio de los combates entre el Ejército y la disidencia Carlos Patiño de las Farc, aseguran líderes sociales, aumenta cada día al ver que hay presencia de las tropas, pero la criminalidad y las actividades ilícitas permanecen intactas.
El País intentó durante una semana tener la versión del Comandante del Comando Específico del Cauca, que es la unidad militar que está al frente de la operación, pero no hubo respuesta.
“Hoy (viernes) nos mataron al vicepresidente de la Junta de Acción Comunal de El Plateado, Miller Silva Rosero, de 50 años de edad; era jurado electoral y venía de una capacitación en Argelia y lo mataron a cinco minutos de la cabecera municipal. Dos hombre en moto le dispararon tres veces y lo que nos dicen es que hay partes donde la Fuerza Pública no puede garantizar su presencia”, señala un exintegrante de la JAC del corregimiento de El Plateado.
Desde López de Micay, un exconcejal que pide también reserva de su identidad considera “irresponsable” la manera como el Gobierno Nacional y el Estado Mayor Central de las disidencias someten y exponen a las comunidades de todo el cañón a sus intereses políticos y económicos.
“Si en Bogotá anuncian diálogos, hay campesinos muertos y desplazados; si se rompen los diálogos, hay campesinos muertos y desplazados, si hay pulso entre Gobierno y disidencias, hay campesinos muertos y desplazados. Todo anuncio que se hace desde el Gobierno tiene implicaciones aquí en el territorio y las víctimas casi siempre son campesinos”, asegura.
En este intento de retoma ordenado por el gobierno del presidente Gustavo Petro, organizaciones civiles señalan que son más de dos mil personas desplazadas desde las veredas hacia El Plateado, Argelia y Popayán. Igualmente, hay víctimas de minas antipersona y homicidios selectivos.
La puja por El Plateado
Tal como ocurrió con Mapiripán, Bahía Portete o Bojayá, el cañón del Micay es una de esas zonas del país que los colombianos supieron de su existencia por las reiteradas noticias sobre hechos violentos, producto de la confrontación entre los grupos armados por el control territorial.
Este corredor estratégico para redes criminales, es una bandeja natural que se desprende desde lo más alto de la cordillera Occidental, en el municipio de El Tambo, y corre cuesta abajo hasta desembocar en el océano Pacífico luego de atravesar corregimientos de Argelia, El Tambo y López de Micay, en el departamento del Cauca.
Territorios que históricamente controlaron las Farc a través de los frentes 6 y 30, y las compañías móviles Jacobo Arenas, Miller Perdomo y la Gabriel Galvis. Un control que culminó con la firma del proceso de paz en el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos.
Entre 2016 y 2017 vivieron en los municipios que circundan el Micay el único instante de paz que recuerden sus habitantes; pero la felicidad fue corta. Ni el Estado ni las Fuerzas Militares coparon los espacios dejados por las Farc y corredores como este, que genera ganancias millonarias a los grupos armados por el tráfico de armas, de droga y la minería ilegal, quedaron a merced de cualquier otra organización que quisiera controlar el espacio.
El turno le correspondió a la guerrilla del ELN, a través del Frente José María Becerra, que mantuvo el control desde el corregimiento de Huisitó, en El Tambo, hasta gran parte del cañón del Micay, pero con el abandono del proceso de paz de varios de los firmantes y el retorno a las armas, los disidentes de las Farc volvieron a tratar de recuperar sus antiguos territorios y retornaron las dinámicas violentas.
Luego de intensos combates y de decenas de muertes, el Frente José María Becerra del ELN fue expulsado del territorio y el control lo reasumieron la disidencia Carlos Patiño y el Frente 30, Rafael Aguilera.
Esa es la hegemonía que amenazó el presidente Gustavo Petro el pasado 22 de agosto, cuando se desplegó por el cañón del Micay la ‘Operación Trueno’ con más de mil hombres de Fuerzas Especiales con el propósito de recuperar el enclave de las disidencias, aumentar la lucha contra el narcotráfico y capturar a Óscar Eduardo Sandoval, alias ‘El Mocho’ o ‘Andrés Patiño’, principal cabecilla de la estructura.
Presencia estatal
El único asomo de Estado en las últimas décadas en el cañón del Micay, aseguran sus habitantes, es cuando se desprende una que otra ráfaga de artillería militar contra blancos en sectores rurales.
Dicen ver con esperanza la visita del presidente Gustavo Petro a El Tambo en días pasado y que esperan que esa presencia estatal se transforme en ayudar para sustitución de cultivos, el impulso para actividades agrícolas y ganaderas, y que les terminen la vía que la comunidad construye para comunicar a los municipios de Argelia y El Tambo con López de Micay, en el Pacífico.
“Esta vía se empezó a construir hace mucho tiempo por el mismo trazado que tenía la trocha por la que se comunicaban estas comunidades a través de mulas, pero la idea es que por ahí mismo pueda llegar la gente en motocicleta o en vehículo. Esta vía no es de la disidencia; se venía construyendo desde hace mucho tiempo entre la comunidad y el ELN; ahora la Carlos Patiño se adueñó de ella, pero ellos no la iniciaron”, dice uno de los líderes.
Carlos Alberto Vela, alcalde del municipio de El Tambo, explica que el cañón del Micay es una zona muy aislada y que siempre ha estado en un contexto diferente por la falta de inversión, de vías. “Es una zona que pese a ser muy fértil y muy rica en la parte minera, siempre ha carecido de una vía de acceso y la posibilidad de llegar hasta López de Micay, hasta donde llega el río, ha sido un anhelo de las comunidades que ahí residen.
Es justamente la falta de vías lo que no ha permitido que algún producto o actividad agrícola logre competir en márgenes de rentabilidad con la hoja de coca, que cubre el 90% del territorio.
“Aquí la sustitución de cultivos no ha funcionado porque no hay vías y porque la gente no tiene otra posibilidad de cultivar algo diferente por la falta de vías de acceso. Imagine que de El Tambo a Huisitó son 60 kilómetros y hasta el kilómetro cero es vía nacional, otro tramo departamental y una parte municipal, pero toda está en muy mal estado”, señala el alcalde Vela.
Fue esa la razón por la que fracaso el Programa Nacional de Sustitución de Cultivos en el gobierno de Juan Manuel Santos, cuando a muchos campesinos de sectores como Huisitó (El Tambo) se les realizaron préstamos a través del Banco Agrario, pero ante la imposibilidad de sacar las cosechas y los costos, terminaron las comunidades ampliando la frontera agrícola para sembrar más hoja de coca.
“Ese dinero de la coca no rinde; es un ingreso constante que se desaparece de las manos. Muchas comunidades estamos dispuestas a sustituir cultivos, pero necesitamos las vías y la infraestructura que nos permita comercializar nuestros productos”, señala uno de los líderes de El Plateado.
Al cierre de esta edición, en la personería de El Tambo y de Argelia había nuevas alertas ante el probable desplazamiento de comunidades campesinas. Pese a la llegada del Ejército y al cese al fuego pactado entre las disidencias y el Gobierno, las preocupaciones de las comunidades del Micay siguen siendo las mismas.