Judicial
Habitaciones para torturar y colecciones de libros sobre espionaje, los recuerdos del General (r) Óscar Naranjo sobre Pablo Escobar
El general (R) Óscar Naranjo, clave en la operación que dio de baja al capo, recuerda 30 años después momentos claves del operativo.
Por: Anderson Zapata/ Editor de Orden
Este sábado 2 de diciembre se cumplen 30 años de la caída del capo del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, un nombre que se convirtió en mito y que a pesar del tiempo sigue estando presente en la memoria de los colombianos y de muchos jóvenes que, aunque no vivieron una de las épocas más complejas y dolorosas del país, conocen el trasegar de este narcotraficante.
El general (R) Óscar Naranjo fue el encargado de liderar la Secretaría Técnica del Bloque de Búsqueda del capo y recientemente estrenó ‘El derrumbe de Pablo Escobar, las actas secretas de la persecución al capo hace 30 años’, un libro que cuenta detalles de los operativos que permitieron dar con el paradero del hombre más buscado del mundo en 1993.
En entrevista con El País, el general cuenta cuáles fueron los momentos más complejos de la búsqueda de Pablo, habla sobre el aporte de grupos criminales para hallar al capo y recuerda cómo eran las habitaciones para torturar a personas que habían en la catedral, el lugar que adecuó Escobar para, según él, permanecer detenido.
¿Por qué escribió este libro 30 años después de la caída de Escobar?
Porque no debemos repetir esta historia tan triste y dolorosa que significó ese recorrido criminal del capo. El propósito central del libro es recordar la memoria, que con el tiempo se ha ido perdiendo, de los verdaderos líderes que hicieron parte de la lucha contra Pablo Escobar, algunos de ellos oficiales de alto rango, pero otros fueron ciudadanos anónimos o periodistas que cumplieron esa labor de evitar que Colombia se volviera un narcoestado.
También quería contar detalles alrededor de esa operación que llevó a abatir a Pablo Escobar y, de esta manera, hacer claridad frente a distintas versiones y mitos que han crecido durante estos 30 años.
Uno de esos mitos que hay es que Pablo Escobar continúa vivo. ¿Qué encontró usted al respecto?
Haciendo reportería para llenar de mejores elementos de juicio el libro, visité Medellín y estuve en la tumba de Pablo Escobar. Antes me resistía a creer que 300 o 400 personas la visitaban diariamente, pero estando en el lugar pude comprobar que esto era real.
Para mi sorpresa los guías espontáneos que informan a los turistas han construido una narrativa en tres vías. La primera de ellas es que Pablo Escobar se suicidó porque antes de entregarse a un régimen corrupto, él prefirió acabar con su vida y suicidarse.
La otra teoría que cuentan es que no había que fiarse mucho de la historia oficial porque Pablo Escobar seguía vivo y se encuentra en un país cercano a Colombia.
Caminando por las comunas de Medellín me encontraba repetidamente con otra teoría y es que hay personas que dicen que este capo hace milagros, por lo que lo invocan y le oran para que los ayude.
La narrativa popular, muchas veces inducida por los compinches de Pablo, ha terminado por generar confusión, especialmente en la población más joven.
Usted dice que en el libro revela actas secretas. ¿Cuáles son?
La verdad es que desde la fuga de Escobar, el 22 de julio de 1992, cuando el Gobierno crea el Comando Especial Conjunto para crear capacidades militares, policiales y sumarlas a esa búsqueda, yo fui designado secretario técnico de ese comando que tenía la obligación de hacer evaluaciones diarias y semanales sobre el desempeño de las instituciones en esa persecución.
Más que unas actas son informes que para nada comprometen la seguridad nacional, sino que cuentan el día a día de lo que significaba enfrentar ese desafío de capturar a Pablo Escobar.
Durante la operación usted debió cambiar de nombre por temas de seguridad. ¿Su vida estuvo en peligro en algún momento?
Mi nombre durante el tiempo de operación fue Francisco Andrés Rodríguez. Nosotros debíamos tener un papel discreto y asumimos la operación en cubierto.
Por esa razón, la Secretaría Técnica no funcionaba en una dependencia policial, sino en Residencias Tequendama. Además, las personas que trabajábamos allí teníamos una historia ficticia y, en mi caso, la historia giraba alrededor de una oficina que promovía la venta de equipos técnicos y mi nombre por eso cambió. Había que estar lejos de la inteligencia que pudiera hacer el cartel de Medellín contra nosotros.
¿Qué fue lo que más le sorprendió al ingresar a la catedral donde estaba detenido Pablo Escobar?
Lo más repugnante, además de que esa cárcel tenía acondicionamiento para temas de diversión, entretenimiento y era el centro de comando y control del cartel, era que había unos cubículos que eran utilizados como lugares de tortura donde mantenían a la gente cautiva.
Me impactó mucho que al interior de una cárcel pudiese haber habitaciones destinadas a privar de la libertad o torturar personas.
No puedo creer que todavía hay sectores de la sociedad que le rinden pleitesía a los narcos y los atienden con tapete rojo, pues piensan que ellos son benefactores y que su dinero ilícito puede transformar las realidades económicas de un sector, una empresa, comuna o barrio.
En Colombia nos quedamos cortos en rescatar y visibilizar a las víctimas del narcotráfico de Pablo Escobar y, al hacer esto, abandonamos una narrativa para que realmente el mundo entero conociera de la maldad de un criminal que produjo tanto daño.
En su libro también cuenta que le sorprendió que en la habitación de Pablo Escobar había libros de Tom Clancy, un autor estadounidense conocido por sus novelas de espionaje e inteligencia militar...
Yo tuve la oportunidad de ingresar a la catedral básicamente para observar en detalle la habitación donde Escobar estuvo todo ese tiempo recluido. Era un espacio cómodo y me impresionó ver sobre un armario unos 50 libros. En ese grupo había obras de Tom Clancy, un autor que estudia mucho temas de espionaje y operaciones contra el terrorismo.
Cuando empiezo a revisar esos libros descubro que algunas partes estaban resaltadas y era en las que el autor describe la forma en que funcionan los equipos de localización y explica cómo operan las plataformas que hacen monitoreo y rastreo de comunicaciones. Fue en este momento cuando me convencí que estábamos frente a un criminal que estaba actualizado y que se interesaba siempre por ir a la vanguardia y evitar que esos sistemas pudieran llevar a su captura.
De manera anecdótica recuerdo que había una colección discográfica donde encontré varios CDs de Phil Collins, un artista británico al que yo admiro y me dio mucha tristeza tener que compartir mi gusto musical con un criminal como Pablo Escobar.
Usted cuenta que a finales de 1992 el Bloque de Búsqueda de Pablo Escobar estaba contra las cuerdas, pero cuál fue el momento más complejo de ese proceso.
Finales de 1992 fue un momento crítico porque había mucha expectativa del Gobierno, de la comunidad internacional y de la ciudadanía. Todos esperaban que la captura fuera inmediata después de la fuga, pero habían pasado cinco meses sin que se produjera. Ese fue un diciembre marcado por un cuestionamiento sobre cuál era realmente la capacidad y autoridad de la justicia buscando a Escobar.
Pero a mediados de 1993, entre julio y agosto, se presentó el acumulado de una serie de actos terroristas con carro bombas, especialmente en Bogotá, y esa situación fue muy crítica porque estábamos hablando de una especie de fiera desesperada que había quebrado cualquier regla de comportamiento criminal y estaba dispuesto a asesinar indiscriminadamente a los colombianos.
¿Cuál fue el papel de la DEA? ¿Fueron tan determinantes como ellos dicen?
Colombia recibió un apoyo en términos políticos, técnicos y operacionales de los Estados Unidos. Eso yo lo valoro y agradezco, también nos ayudó el Gobierno Británico y hubo donaciones de equipos por parte del Gobierno de Francia.
Es verdad que la DEA y otras agencias norteamericanas estuvieron muy cercanas y comprometidas en tareas de inteligencia para llegar a producir el golpe final, pero también es verdad que en el caso de la operación donde se abate a Pablo Escobar el mérito lo tiene el capitán de la Policía Hugo Martínez, quien en una operación de inteligencia técnica, utilizando trianguladores localiza el punto inicial de la señal que estaba emitiendo Pablo al momento de conversar con su hijo, quien se encontraba en Residencias Tequendama.
En su libro usted no niega que algunos miembros del Bloque de Búsqueda recibieron y utilizaron información de delincuentes del Cartel de Cali y de paramilitares...
Había información que llegaba, incluso de delincuentes, pero que eran solamente datos que ayudaban con las tareas de búsqueda.
Esa información, tanto de la ciudadanía en sus distintas vertientes, incluyendo la que provenía de delincuentes, ayudó en la búsqueda, pero no fue decisiva. La información vital fue la procesada por el capitán Martínez que terminó con el golpe final.
¿Qué sintió cuando supo que Pablo Escobar había sido abatido?
Compartí con el país la sensación de alivio. Ese alivio no me llevó a ser triunfalista y, por el contrario, me puso a pensar y meditar en algo que ya se veía venir y es que mientras perseguimos a Escobar el Cartel de Cali se consolidó y apareció como el reto inmediato a enfrentar.
¿Qué enseñanza le dejó esta persecución contra Pablo Escobar?
Desde el punto de vista profesional es que cuando un delincuente resuelve ser bandido y al mismo tiempo llegar a la política, la sociedad está frente a una amenaza muy grande y esto fue lo que pasó con Pablo Escobar, quien no se conformó con enriquecerse con el narcotráfico, sino que quiso llegar a la política y quería llevarnos a ser un narcoestado.
Hay que tener sumo cuidado con los delincuentes cuando tratan de recorrer esos dos caminos simultáneos: política y delincuencia.