Entretenimiento
Pedro Antonio Zape, el arquero que le robó el show a Pelé
Por Telepacífico, se emite el documental Pedro, El Grande, una producción de Grueso Calibre, del periodista Héctor Fabio Grueso, que narra la vida de uno de los mejores porteros del país.
Pedro Antonio Zape Jordán es un hombre amado. Aquello quedó demostrado el pasado martes, 12 de noviembre, cuando, en el teatro – estudio del canal regional Telepacífico, ubicado sobre la Calle Quinta de Cali, se lanzó el documental que narra su vida, ‘Pedro, el Grande’, una producción del periodista Héctor Fabio Grueso.
Hasta el teatro llegaron sus grandes amigos, así tuvieran que tomar un avión desde muy lejos. Fue el caso del entrenador Francisco ‘Pacho’ Maturana, o el exarquero René Higuita, el heredero de Zape en la Selección Colombia.
También llegó ‘el maestro’, Jairo Arboleda, así como el ‘Barby’ Ortiz, “la gallada” de los días en los que Pedro brillaba bajo los tres palos en las canchas de Colombia. El entrenador Nelson Abadía, decía:
– Conocí a Pedro desde pelado, en el Deportivo Cali. Era extraordinario. Tenía fama de malgeniado en la cancha, es cierto. Lo que pasa es que era de una alta exigencia profesional. En su época fue el mejor. Escribió una página en la historia del deporte colombiano. Era un arquero atajador, muy bien fundamentado pese a que en ese momento no había la estructura de fundamentación que hay ahora. Era un gana partidos. Ha sido un icono del fútbol colombiano y este homenaje es más que merecido.
Muy cerca del profesor Nelson se encontraban los familiares de Pedro, entre ellos uno de sus hermanos, Carlos Alfonso. Carlos recordó el día en que Zape le dio el dinero que necesitó para que no ingresara a los carabineros, y en cambio se dedicara a lo que amaba, la música.
– Ha sido un excelente hermano. Siempre lo admiré. Y el mejor partido que le vi fue contra el Santos de Pelé, en el estadio Pascual Guerrero, Pedro atajando para el Deportivo Cali. Cuando se acabó el partido, que terminó 2 -1, Pelé, aunque metió un gol, dijo: “nos ganó ese muchachito, Zape”.
Es jueves y Pedro se encuentra en su casa en el barrio Brisas del Lili, al sur de Cali. Lleva puesta una gorra, una camiseta blanca y una sudadera. A veces tose. Desde hace 15 días tiene esa tos que, curioso, durante el homenaje en el teatro – estudio de Telepacífico no se manifestó.
En su casa, Pedro recuerda aquel partido contra el Santos de Brasil. Un diario tituló: “Zape le robó el show a Pelé”.
– Después de ese partido me quisieron contratar de muchos equipos, pero no tuve esa oportunidad. En esa época los jugadores colombianos casi no salían al exterior.
Pedro, que nació en Puerto Tejada, departamento del Cauca, el 3 de junio de 1949, solo jugó en los dos equipos de Cali. Fue campeón de la liga colombiana con Deportivo Cali en 1969, 1970 y 1974. Y campeón con América en 1985 y 1986. Solo que en esos años, los últimos en el profesionalismo, era suplente del argentino Julio César Falcioni. Cuando le menciono que lo vi tapar con América en los días previos a su retiro, se sonríe.
– Ya en ese tiempo no tapaba nada. Pero mi gran anhelo era estar con el doctor Gabriel Ochoa Uribe, el técnico del América. Estuve cerca de dos años. Tapé uno que otro partido, porque el titular era Julio, tremendo arquero y mi gran amigo. Le aprendí mucho. También al doctor Ochoa. Era estricto, con un carácter impresionante, no quería perder ni jugando bolas. Yo era igual. Siempre salía a ganar.
En su casa, Pedro trae a su memoria sus grandes partidos, y también las derrotas, como cuando el Deportivo Cali cayó ante Boca Juniors de Argentina en la final de la Copa Libertadores de 1978. Sin embargo, Zape quedó en la historia como el primer arquero colombiano en disputar una final de ese torneo.
– Uf, la Bombonera es un estadio muy bravo.
Con Zape en el arco, Deportivo Cali venció en 1981 a River Plate por dos goles a 1 como visitante, en el que fue el primer triunfo de un equipo colombiano en Buenos Aires. Pero en su casa recuerda es la semifinal de la Copa América de 1975, ante Uruguay. En aquel juego le atajó un penal a Fernando Morena, que, tras el rebote, intentó disparar de nuevo al arco, por lo que Pedro se lanzó para impedirlo. En la acción se lesionó el hombro derecho – una luxación que lo sacó dos años del fútbol – y sin embargo él siguió atajando con el brazo izquierdo.
– Ese fue el partido de mi frustración, entre comillas. Porque nosotros ganamos una clasificación a la final de la Copa América, pero yo tuve esa lesión que me alejó del fútbol. La gente no pensaba que yo iba a seguir jugando.
Zape también fue protagonista de la última vez que Colombia venció a Uruguay en Montevideo por eliminatorias. Aquello sucedió el 5 de julio de 1973. Cuando le comento que han pasado 51 años desde entonces, la cara de Zape luce como la de los incrédulos en misa. No conocía ese dato.
– Con la Selección Colombia debuté por allá por el año 66, tal vez, en una juvenil. Había un entrenador, Severiano Ramos, que ya no está con nosotros, e hizo una convocatoria. Fui con Otoniel Quintana, que ya se nos fue, y un muchacho, Víctor Quiñones, con un físico impresionante. Los tres estuvimos en un Suramericano en Asunción, Paraguay. Me tocó el partido más difícil, contra Argentina, en el estadio Defensores del Chaco. Yo no sabía que ese estadio era tan bravo. Quedó cero - a cero y perdimos por penales.
– ¿Y recuerda el debut en la Selección Colombia de Mayores?
– No recuerdo cuándo debuté. Me cogiste fuera de base. Porque después que hice el proceso de las menores, me tocaron las eliminatorias, tal vez en el 70. El caso es que en las previas de los partidos, ante una responsabilidad tan grande como representar al país, yo nunca estaba tranquilo. Uno no puede estar tranquilo ante ese compromiso. La ventaja era que, cuando salía a la cancha, tenía la idea de dejarlo todo. Eso te hace grande y te hace que te respeten y que tu actuación sea buena.
En su casa, Zape sigue recordando su carrera. Si fue un arquero tan bien fundamentado técnicamente, fue por el maestro Édgar Mallarino, “un señor que no dejaba nada al azar” y que le enseñó los secretos de la posición de arquero.
– Yo por ejemplo no admitía errores en defensa. Dentro de la ficha técnica de los arqueros, de los buenos arqueros, se habla de don de mando. Yo lo seguí al pie de la letra. Tenía don de mando y si tenía que pelear con un compañero, lo hacía. A veces hasta con puños. Pero me respetaban mucho y me valoraban, incluso los rivales.
Pedro le ha “echado cabeza” a un asunto que le preguntan con frecuencia: su mejor atajada. No puede decidirse, se explica. Tuvo siempre una regularidad, un nivel tan alto, que elegir la mejor atajada entre tantas es imposible. Tampoco recuerda un delantero que le marcara con frecuencia, “nadie me tuvo de hijo”. Aunque también cometió embarradas: balones en medio de las piernas, pelotas áreas en las que no salió.
– Los errores del arquero vienen porque vienen. Es parte de la formación.
En sus tiempos, dice ahora, el periodismo era muy distinto al de hoy. Tanto así, que los jugadores se reunían con los periodistas a tomarse unos tragos. En el caso de Pedro, le gustaba ir a El Escondite – como lo recordó Marino Millán en el lanzamiento del documental – o Escalinata, “pero en ese tiempo no había tanto recelo”.
– Uno rendía en el partido, rumbeaba el domingo o el lunes, y el resto de la semana juicio y entreno. No había tanto escándalo como hoy.
A sus 75 años, Pedro Antonio Zape vive tranquilo, de su pensión, y con la salud que corresponde a su edad. Comenta que le gusta salir y recorrer las calles de Cali, donde lo reconocen y dicen: “ahí va Pedro Zape, un gran arquero”.
– Eso me llena de satisfacción. Yo puedo decir que soy un premiado por la vida. Como este homenaje que me acaban de hacer, fue tremendo. Todo ser humano tiene que ser un agradecido, y en mi caso tengo muchos amigos. Hacerme este homenaje para mí es una dicha. Me sentí feliz.
Pedro tose. Dice que quiere salir un rato por el barrio y fumarse un cigarrillo. Antes de despedirme le pregunto de qué equipo fue hincha desde niño.
– Siempre fui hincha del América.
Sin embargo, en su casa le recomiendan que en estos tiempos lo más acertado es responder que “fue sandía”: rojo por dentro y verde por fuera.
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