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Así fue la hazaña de Margarita Moreno, la colombiana que llegó a la cima de las montañas más altas del mundo
Escaló las siete cumbres más altas del planeta, incluida el Everest, y se convirtió en la primera colombiana en lograrlo. Pero su verdadera conquista ha sido otra: aprender a vivir sin aplazar los sueños.

12 de jun de 2025, 10:40 a. m.
Actualizado el 12 de jun de 2025, 07:55 p. m.
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Antes de partir al Everest, la montaña más alta de la Tierra con una altitud de 8.848,86 metros, y al monte Lhotse, el cuarto pico más alto del mundo ubicado en el Himalaya (8.516 metros), a Margarita María Moreno Muñoz le pidieron que hiciera una lista con las cimas que había logrado como montañista. La respuesta le tomó casi dos páginas.
Primero escribió “Vinson”, la montaña más alta de la Antártida, y después “Aconcagua”, la más alta de Sudamérica.
Prosiguió con Denali, la montaña más alta de Norteamérica, y Kilimanjaro, la más alta de África. Continuó con Elbrus, la montaña más alta de Europa, y Kosciuszko, la más alta de Australia. Terminó con la Pirámide de Carstensz (Puncak Jaya), la montaña más alta de Oceanía.

Para ese momento, por supuesto —como apenas iba camino al Everest— no lo incluyó en la extensa lista de sus logros. Aún Margarita no era lo que ya es: la primera mujer colombiana en escalar las siete cumbres más altas del mundo.
En su respuesta incluyó los volcanes más altos de cada continente que ha escalado. Empezó con Ojos del Salado, en la frontera entre Argentina y Chile, el más alto del planeta; después, el Pico de Orizaba, el más alto de Norteamérica; y continuó con Giluwe, el volcán más alto de Australia.
A renglón seguido, continuó detallando su respuesta con las montañas más altas de cada país en las que alcanzó la cumbre.

Comenzó con el Mont Blanc, la montaña más alta de Francia e Italia; Coma Pedrosa, la más alta de Andorra; Mulhacén, la montaña más alta de España continental; Kota Kinabalu, la más alta de Malasia; Bukit Timah, el monte más alto de Singapur; Wilhelm, la montaña más alta de Papúa Nueva Guinea; el Nevado del Huila, el volcán más alto de Colombia; el Monte Agung, el volcán más alto de Bali; Signal de Botrange, el lugar más alto de Bélgica; Møllehøj, el punto más alto de Dinamarca; Kneiff, el sitio más alto de Luxemburgo y Vaalserberg, el lugar más alto de Países Bajos.
En las dos páginas se leen nombres de otros lugares: volcán San Francisco (Chile); el Nevado del Cocuy, en Boyacá; el Chimborazo, en Ecuador, este último con asterisco: “intentos sin cumbre”.

Mientras se recupera de la travesía en el Everest (estuvo hospitalizada tras descender de la cima), le pregunto a Margarita qué significa en su caso la montaña, y ella, en un correo electrónico, advierte que es un interrogante filosófico cuya respuesta le podría tomar horas.
— Para hacerlo corto, la montaña puede ser un reto, un obstáculo, un problema, una enfermedad, una meta, un sueño. Depende de los ojos con los que la veas. Diariamente, en la vida, enfrentamos pequeñas o grandes montañas que escalar. En el caso de las montañas físicas, para mí representan la posibilidad de retarme a mí misma, encontrarme conmigo y dar todo de mí por alcanzar una meta.

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Margarita María Moreno nació el 5 de diciembre de 1985, es decir que es Sagitario. Según el zodiaco, las personas nacidas bajo este signo se caracterizan por ser aventureras, optimistas, con gran sentido de la justicia y una búsqueda constante de conocimientos y experiencias nuevas. En efecto, parece ser su caso.
– No estoy radicada en un lugar fijo. Paso temporadas en diferentes partes y estoy en constante movimiento —dice.
Fue su papá quien le inculcó el amor por el deporte. A los cinco años, Margarita ya subía montañas en el departamento del Tolima y a los diez, buceaba en el Tayrona y en Malpelo.
—El entrenamiento en el frío de la Sabana de Bogotá, a 2.600 metros sobre el nivel del mar, me ayudó a desarrollar una base aeróbica sólida y aguante al frío, algo que hoy agradezco profundamente en cada expedición.
Su atracción por las montañas pareciera natural, algo que nació con ella, un amor que fue alimentando a través de los libros. Muy joven, Margarita leyó la historia de Edmund Hillary y Tenzing Norgay, los primeros en alcanzar la cima del Everest, o la de alpinistas como Reinhold Messner, quien conquistó los 14 ochomiles —es decir, las 14 montañas que superan los 8.000 metros de altura— sin oxígeno. Edurne Pasabán fue la primera mujer en lograr esa hazaña.
Margarita comenzó a seguir ese camino en el Himalaya, la cordillera más alta del planeta, a donde viajó tras un momento difícil de su vida, de reflexión. Allí, durante 18 días, cruzó tres pasos: Kongma La, Cho La y Renjo La. El guía dijo que de diez personas que lo intentaban, solo una lo lograba. Tenía razón: Margarita fue la única que llegó hasta el final.
— En el Himalaya me enamoré de las montañas más altas del mundo. Fue en ese momento cuando decidí salir de mi zona de confort, aprender sobre el montañismo y practicarlo de forma segura, empujando mis límites cada vez más.
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En su Instagram, Margarita publicó una historia después de salir del hospital tras descender del Everest. Se le veía en su casa, en una cama, con su perro. Cuando se logra la cumbre, el cuerpo pide a cambio reposo absoluto.
—Hacer doble cumbre en el monte Everest (8.849 metros) y el monte Lhotse (8.516 metros) ha sido, sin lugar a duda, la experiencia física más retadora de mi vida. Tuve momentos en los que pensé que no podía más, pero me detuve, respiré profundo, me aferré a mi fuerza, a mis sueños, y seguí adelante, inspirándome en montañistas como Andrea Cardona, de Guatemala —la primera mujer latina en completar el Grand Slam (las Siete Cumbres y los dos polos); Viridiana Álvarez, de México, quien ha marcado la historia del montañismo internacional al escalar los 14 ochomiles y las Siete Cumbres; en mis padres, que me enseñaron a soñar en grande; y en mi esposo, que me ha enseñado que el amor lo puede todo.
Para alcanzar las cimas de las montañas, Margarita corre. El running hace parte de su entrenamiento, al punto que compite en maratones, como la de Tokio, o medias maratones en La Haya, Berlín, Ámsterdam, Praga, Lisboa, Valencia, Copenhague. Su entrenador la acompaña a donde vaya. Está en su muñeca.

— Es un programa digital que conecto a mi reloj. Cada día me guía con los entrenamientos que debo seguir según la meta propuesta. No tengo a una persona física que me entrene; lo hago sola con el apoyo de mi reloj, manteniéndome enfocada y siguiendo mi plan.
Aunque en su caso la preparación no es solo física o mental. También es espiritual y emocional. Ella lo llama “un conjunto de elementos que están ligados entre sí, pero que trabajo de manera independiente”.
—La preparación para cada reto es estructurada, disciplinada y constante. Es mi pan de cada día. Son cientos de horas de entrenamiento físico, que van desde correr diariamente hasta jalar llantas sobre la arena. Mentalmente me preparo leyendo, escuchando pódcast, viendo documentales, empapándome del reto que voy a enfrentar. Espiritualmente practico diversas técnicas de meditación. Emocionalmente trabajo con ejercicios de respiración y concentración.

Enseguida complementa:
— Debo estar preparada para todo: desde los -30 °C de la cumbre hasta no dormir bien por muchos días. En estos lugares el oxígeno es menos de la mitad que al nivel del mar, así que no hay árboles ni animales; solo hay roca, hielo, nieve y las condiciones climáticas que toquen. De vez en cuando se ve un leopardo de las nieves, pero nada más. A veces el miedo está presente, pero en vez de dejar que me paralice, le doy la vuelta y lo utilizo como una herramienta para mantenerme alerta.
Margarita ha estado en situaciones límite: avalanchas de nieve que cubren su campo base, como le sucedió en Nepal; enfermarse de una tos persistente debido frío extremo, como le pasó en el monte Vinson; resbalones mientras escala. Pero sobre todo, el momento más difícil es cuando debe despedirse de su familia para iniciar una expedición.
—Para superar esto, respiro profundamente y me recuerdo a mí misma que es en ese instante donde comienza la cuenta regresiva para volver a estar juntos. Es un “hasta pronto”, no un adiós.

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Colombia tiene 59 millones de habitantes. Solo 13 han logrado llegar a la cima del mundo, la cumbre del Everest; Margarita fue la más reciente. Si alguien quisiera seguir sus pasos, ella le daría un consejo: encontrar el porqué escalar montañas, y una vez se tenga clara esa razón, ir tras el sueño. En los momentos difíciles, “esa razón es la que te saca adelante, como en la vida misma”.
En el caso de Margarita, llegar a lo más alto es su manera de disfrutar la vida.
— Tomé la decisión de dejar de aplazar mis sueños y vivir cada instante sin desperdiciar un solo segundo, de amar sin medida y llegar tan lejos como me lo proponga, pues la vida es frágil y corta. Se acaba en un instante y no te avisa.

Antes de subir al Everest, a Margarita le preguntaron qué sentido tenía escalar la montaña más alta de mundo. La respuesta la tenía tan clara que le tomó cuatro líneas:
— El objetivo es hacer cumbre en el monte Everest, elevar la bandera de Colombia, regresar sana y salva a casa y así completar el proyecto de las siete cumbres mas altas del mundo, ser la primera mujer colombiana en la historia en lograrlo.