JULIO CÉSAR FALCIONI
Gabriel Ochoa Uribe el técnico más grande de todos los tiempos
Durante cuatro meses, Jorge Enrique Rojas, Hugo Mario Cárdenas y yo nos metimos en el mundo del técnico más grande de todos los tiempos en Colombia.
Estaba impecablemente vestido. Recién afeitado y oliendo a perfume. Como cuando se sentaba en el banco a dirigir los partidos. O como siempre, porque la elegancia ha sido su primer rasgo de rectitud. Nos recibió en la sala de su casa. Nos estrechó la mano y nos invitó a sentarnos. Nos presentó a su esposa, doña Cecilia Perea, quien nos ofreció un café. Y ese día, ese 3 de mayo, todo tuvo más sentido.
Gabriel Ochoa Uribe simplemente sonrió y dijo gracias cuando le contamos que queríamos escribir un libro sobre su vida. Le habrá sonado extraño que a sus 90 años, mucho tiempo después de la gloria que construyó, alguien quisiera hacerle un reconocimiento a sus triunfos y fracasos. A su rol de médico, padre y esposo. Y lo aceptó complacido. También lo hicieron doña Cecilia y sus hijos.
Lo que vino después fue sencillamente fascinante. Durante cuatro meses, Jorge Enrique Rojas, Hugo Mario Cárdenas y yo nos metimos en el mundo del técnico más grande de todos los tiempos en Colombia. Y descubrimos historias que le dieron más valor a nuestro libro. Detrás de los 13 títulos que ganó con América, Millonarios y Santa Fe, y las 3 finales de Libertadores que disputó, hubo mucho más que un técnico exigente y disciplinado...
Ochoa, el Ochoa que nosotros conocimos, fue jockey antes que futbolista. Su mamá, viuda desde que él era un niño, le trazó dos destinos: el sacerdocio o la medicina. Lo segundo, como se sabe, lo cumplió. Y a lo primero le hizo el quite cuando decidió ser arquero. Y el fútbol luego le dio la razón.
Su esposa, doña Cecilia, fue su primera estrategia. La enamoró mientras hacía el internado en la Clínica de la Policía en Bogotá, y ella, aquejada por 14 fracturas tras un accidente de tránsito, luchaba contra la muerte. El maestro Jorge Villamil fue cómplice de ese amor con sus canciones. Gabriel y Cecilia se casaron y tuvieron dos hijos. Llevan más de 60 años juntos y él todavía le dice “mi pedacito de gente”...
Willington Ortiz, a quien obligó a terminar el bachillerato en la educación nocturna tras sacarlo de las miserias de Tumaco para ubicarlo como un puntero derecho en la cancha y no un volante 10 como quería el jugador”, fue su obra maestra. El genio que construyó otro genio...
Jorge Luis Pinto ha sido todo en la vida de Ochoa. Su alumno aventajado, que se volaba de la universidad para verlo dirigir los partidos y apuntar todo en un cuadernito que guardaba cuidadosamente. Su ‘enemigo’ dentro de las canchas en los duelos entre Millonarios y América, pero su amigo fuera de ellas. Casi que un hijo. El 12 de mayo, nueve días después del primer encuentro que tuvimos con Ochoa, Pinto nos acompañó a la casa del médico. Le llevó chocolates suizos y se abrazaron como si nunca lo hubieran hecho. Y hablaron media hora cara a cara, siempre tomados de la mano...
Gareca, a quien Ochoa le decía Richard cuando estaba contento, lo llama y lo visita cada que puede. Le agradece su decisión de haber sido técnico. Y pensar que esa estrecha relación nació por unos meniscos rotos, porque el ‘Tigre’ se lesionó en el primer entrenamiento que hizo cuando llegó al América, y Ochoa dudó de su transparencia…
A Falcioni lo curó siempre de su hombro dislocado, y los dos comprobaron por qué cada uno tenía esas benditas manos, Julio para atajar lo inatajable y dejarlo dormir tranquilo; y Ochoa, para sanarlo. El argentino dice que fue Ochoa quien lo hizo mejor arquero porque fue a la vez su entrenador particular en esa posición, y que fue el mismo Ochoa quien le enseñó el camino para la dirección técnica...
Al ‘Pibe’ Valderrama, Ochoa lo quiso tener siempre en sus filas. Y el ‘Pibe’ también quiso siempre que el médico lo dirigiera. No fue posible. Solo se cruzaron una vez en el mismo bando, en la Selección Colombia, y Ochoa, como técnico, le exigió que se cortara el pelo. El ‘Pibe’, con el desparpajo que se manda, le contestó que él jugaba era con los pies...
Esos personajes, además de ‘Tucho’ Ortiz, el ‘Pantalonudo’ Arroyave, Pacho Maturana, Beto Ochoa e Iván Mejía Álvarez, definen la vida y obra del médico en nuestro libro ‘Gabriel Ochoa Uribe, el técnico más grande de todos los tiempos’. 244 páginas que inician con un bellísimo y profundo perfil, a manera de prólogo, escrito por un santafereño que también tiene que agradecerle una estrella al entrenador, Víctor Diusabá.
La obra, que ya está a la venta y será lanzada oficialmente el 20 de octubre en la Feria del Libro de Cali, es un homenaje en vida a un hombre que brilló dentro y fuera de las canchas por su rectitud. Los quebrantos de salud que hoy lo aquejan ha sabido regatearlos. Conserva su figura física. Come de todo. Hace natación como terapia y ya no ve fútbol. Lo cuidan con cariño su esposa y Lucero. Sonríe como un niño cuando ve un dulce. Lee sin gafas y recuerda con más precisión el ayer que el hoy.
Gracias, médico, por habernos dejado entrar en su vida. Y también, a quienes tienen ahora el libro en sus manos.