DEPORTES
A los dirigentes colombianos les faltan pantalones en el fútbol femenino (opinión)
En este país no hay un solo directivo de la Federación al que le duelan las mujeres.
Todos los males del fútbol femenino en Colombia obedecen a una simple razón: en este país no hay un solo directivo de la Federación al que le duelan las mujeres. Entonces, la ausencia de ese doliente trae consigo la falta de una estructura que le dé vida propia al fútbol femenino, y las precarias intenciones que surgen para darle oxígeno resultan siendo un cúmulo de improvisaciones, disparos al aire que lo único que hacen es agrandar los huecos que tiene.
Esta semana, el fútbol femenino ha sido noticia no propiamente por gestas dentro de una cancha, sino por supuestas situaciones oscuras y reprochables que suceden fuera de ella.
En redes sociales, las jugadoras Isabella Echeverri y Melissa Ortiz denunciaron que les incumplieron premios en el Mundial de Canadá 2015, que vetaron en futuras convocatorias a quienes se quejaron, que había nóminas paralelas en las concentraciones y las ‘invitadas’ debían correr con sus propios gastos como los tiquetes, el hotel y la alimentación, y que inclusive les cobraban por lucir sus propias camisetas.
El blanco de todos esos señalamientos fue el técnico Felipe Taborda, hoy mánager del equipo femenino de Cortuluá, y quien no contestó mis llamadas ni mis mensajes. Y luego de estas denuncias surgieron otras más graves sobre acoso laboral y sexual del técnico Dídier Luna y el preparador físico Sigifredo Alonso en la selección sub 17. Tampoco ellos dieron la cara.
Dicen Isabella y Melissa que sus denuncias traerán consecuencias que posiblemente las afectarán en próximas convocatorias, pero enfatizan que están cansadas y ya no tienen miedo, como sí lo tienen muchas otras jugadoras, de contar todo lo que pasa. El miedo, parece, ha sido ese otro rival que han debido enfrentar las mujeres que juegan fútbol en Colombia.
Y cuando algunas de ellas deciden vencerlo, deben tocar la puerta de alguien que no existe. Un doliente invisible. Un fantasma. Porque el fútbol femenino en nuestro país nació muerto. A nadie le duele. No hay quién entienda sus necesidades ni su potencial. Mucho menos, quién les busque patrocinio.
Porque, recuérdenlo, la Liga masculina y la Selección Colombia tienen patrocinadores que le dan un significativo músculo financiero a sus estructuras de funcionamiento. ¿Y para las mujeres? Cero.
Dice Álvaro González, vicepresidente de la Federación y presidente de Difútbol, que es él quien se ha encargado de atender todo lo que tiene que ver con el fútbol femenino, por ser de orden aficionado, declaración que evidencia que en Colombia nadie se ha encargado de crear y, menos, dirigir una dependencia que se ocupe de las mujeres como sí ocurre con los hombres.
Hagamos memoria. La creación de la Liga femenina no ha dejado de ser un embeleco. Cuando se inauguró hubo promesas que en breve se incumplieron. Que los partidos serían los preliminares de los juegos de la Liga masculina. Mentira. Que irían por televisión. Mentira. Que todos los equipos estarían obligados a conformar escuadras femeninas. Mentira.
A cambio, lo que vimos fueron partidos en horarios ridículos, con estadios vacíos y torneos de duraciones irrisorias. El torneo que está próximo a comenzar, créanlo, durará dos meses. Nada más absurdo. Y así, con todos estos antecedentes, el presidente Duque anuncia que postulará ante la Fifa a Colombia como sede del Mundial Femenino del 2023. Que alguien le advierta para que no haga otro oso.
No quiero ser pesimista. Quisiera soñar e imaginarme otro escenario. Pero mientras en Colombia existan dirigentes retrógrados y machistas como Gabriel Camargo, que afirma que “en la Liga femenina toman más y está llena de lesbianismo”, o Álvaro González, quien dice que “cuando las jugadoras quieren sacar a un técnico inventan cualquier cosa” o que “en el fútbol masculino nunca hemos tenido estas dificultades”, será muy difícil, por no decir imposible, darles a las mujeres el lugar que se han ganado con sus gestas en la cancha.
En Colombia, los dirigentes sacan pecho cuando ellas ganan torneos suramericanos, copas Libertadores o partidos en los mundiales. Pero cuando se trata de atender sus necesidades, defenderlas y pelear por sus derechos, a esos directivos les faltan pantalones.